“Consideraba que era imposible que el tiempo volara cuando las semanas escolares se hacían tan largas y las vacaciones tardaban tanto en volver”

OPINIÓN. Por Ana Lucas
Escribir desde el corazón

06/03/24. 
Opinión. Ana Lucas continúa con su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com escribiendo sobre lo rápido que pasa la vida: “De repente, como si recalaras en una máquina del tiempo o formaras parte del elenco de una película de ciencia ficción donde las dimensiones se contraen y se alargan al antojo de los guionistas, el tiempo vuela de verdad. Sin saber cómo pasa casi medio siglo y...

...la simple redacción de este párrafo te produce desasosiego y escalofríos corporales y mentales…”.

El tiempo vuela...

Una de las expresiones que más me desconcertaba oír allá por mi primera juventud y mi adolescencia era ésta de “el tiempo vuela”… y yo, como casi todo el mundo en esa fase tan inmisericorde del tenaz acné, el cuerpo en forma de botijo a medio acabar -sin chicha ni limoná-, y con las eternas y supuestamente justificadas prisas por crecer y cumplir la mayoría de edad siempre pensé que era una hipérbole en boca de personas “mayores” medio aburridas, cuánto no amargadas, que no sabían lo que decían y que tampoco intentaban poner al mal tiempo buena cara. Consideraba que era imposible que el tiempo volara cuando las semanas escolares se hacían tan largas y las vacaciones tardaban tanto en volver. Aunque bien es cierto que ya rondaba por mi cabeza una latente y frustrante sensación sobre la relatividad del tiempo: los fines de semana y los tiempos de descanso demasiado cortos a pesar de que los días tenían las mismas 24 horas y 7 días las semanas…


Y de repente, como si recalaras en una máquina del tiempo o formaras parte del elenco de una película de ciencia ficción donde las dimensiones se contraen y se alargan al antojo de los guionistas, el tiempo vuela de verdad. Sin saber cómo pasa casi medio siglo y la simple redacción de este párrafo te produce desasosiego y escalofríos corporales y mentales…

En estos tiempos de constantes prisas y rivalidades parece que llegamos a viejos más rápido que antes, exponencialmente, cual bola de nieve lanzada ladera abajo desde una cima muy alta y que alcanza velocidades vertiginosas para finalmente acabar parada al pie de la montaña, desconcertada y totalmente destrozada… demasiado desnivel, demasiada rapidez, demasiada energía… Y creo sinceramente que el problema actual está en la diferenciación semántica de las expresiones “hacernos viejos” y “llegar a viejos”: hoy en día llegamos a viejos sin hacernos viejos y eso es un problema que la medicina y la psicología deberían estar tratando ya a fondo, mucho más allá de lo superficial que pueda resultar esta apreciación personal de hoy.

Para acabar os dejo un poema que escribí sobre este tema hace ahora justo tres años, entiendo que cuando empecé a verle las orejas (peludas) al lobo...


Ayer era joven

Y apenas ayer era joven
y malgastaba el tiempo como si luego se comprara
como si tuviera repuesto
como si lo importante fuera el mañana
corriendo detrás de ilusiones
que ni siquiera eran mías sino impostadas
como oasis en desierto de imágenes desdibujadas
de falsos anhelos y necesidades prestadas
exigencias maquiavélicas de una sociedad ulcerada
donde las mentes parecían manipuladas
porque nunca supe ver lo que tenía importancia.


Y apenas ayer era joven
y no sé quién se llevó mi coraza
mi fuerza, mi energía, mi esperanza,
ni por qué me fié del tiempo
como si fuera amigo de confianza
cuando todo el mundo decía la vida son dos días
y yo me creía que era una chanza
que el tiempo por mí no pasaba
porque el espejo también me engañaba
y confabulado con mi mente usaban trucos de magia.


Y apenas ayer era joven
y en un suspiro y dos parpadeos
cada día que pasa es un trofeo
hoy nadie atiende mis palabras
al horizonte no llegan mis miradas
son erráticas mis pisadas
mis sueños han plegado las alas
no hay otro aliento en mi almohada
y me asusta la madrugada
porque siento que la vida se escapa
y parece como si no hubiera hecho nada
más que buscar rumbos y coordenadas
y ahora que entendí el enigma
y he encontrado el mapa
no me queda tiempo para una nueva jugada.


Y apenas ayer era joven
y me lo decían los ancianos
esos que miraba con arrogancia
«chico, no corras, que el tiempo igual te alcanza»
y ahora le expreso lo mismo
a los que me ven pasear por la plaza
y me duele ese desaire en sus miradas
porque apenas ayer era yo
el que se reía del mañana…