OPINIÓN. Foto del lunes. IMÁGENES
Redacción


15/04/13. Opinión. Los designios de la Gerencia de Municipal de Urbanismo de Málaga, ese “monstruo ingobernable” (sic) son inescrutables. EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com posa su mirada sobre una de las últimas demoliciones en la capital de la Costa del Sol, porque parece que los principios de transparencia y publicidad están para incumplirlos.

EN esta revista ya se ha escrito sobre los regulares ‘éxitos’ de la Gerencia Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento de Málaga: expropiaciones que acaban costando diez veces más de lo tasado inicialmente, recepciones de obras mal acabadas, capacidad para que la mayoría de las actuaciones se encarezcan con sobrecostes y modificaciones de proyectos, obligados retoques a posteriori por fallos de acabado, permisividad con actuaciones ilegales, sobrada capacidad para paralizar una obra y hacer de la burocracia una frontera insalvable…



… POR no hablar de la propia sobredimensión de la plantilla de un aparato municipal, infrautilizado en este lustro de paralización urbanística, ubicado en un edificio de 30 millones de euros y dirigido por un pediatra sin ninguna clase de conocimiento específico del área, aunque eso sí, amable y dialogante como es Diego Maldonado. Lo cual no quita para que la pregunta recurrente siga quedando sin respuesta: ¿Para qué sirve a la ciudadanía un ejército de técnicos en Urbanismo y el grupo de políticos que los dirige?

EN calle Fernando Camino 16, por poner un ejemplo, se ha demolido un edificio esta semana pasada. Era una vieja casa de dos plantas de estilo tradicional andaluz. Una de esas viviendas que, sin gozar de un gran valor arquitectónico, recuerdan lo que esta ciudad fue. Para esta clase de derribos se requiere del principio de publicidad y transparencia, que se materializa con un simple cartel a pie de obra. Así se puede saber quién destruye y con qué intenciones. Nada de eso ha habido.



ESTA revista ha preguntado al área de comunicación del Ayuntamiento de Málaga sobre esta obra, pero no ha habido respuesta. Una cosa parece segura, lo que se levante no será menor de lo que se ha derribado. Tras el anonimato, surge la sospecha.

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