15/04/13. Opinión. La farfolla es la hoja que envuelve la panocha de maíz y por extensión, aquello superficial, que no alcanza el meollo de las cosas. El término sirve para adjetivar el curso de periodismo y política que se imparte esta semana desde mañana en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UMA, que básicamente viene a ser el curso que se impartió con el mismo título, ponentes y temas el año pasado. Una opinión de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com.
EL hecho de que sean básicamente los mismos ponentes e invitados los que vayan a hablar de las mismas cosas (algunas ponencias se llaman igual y las dan los mismos) no es muy criticable, puesto que seguro que hay estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UMA que no tuvieron oportunidad de acudir el año pasado, y tampoco es que la situación política haya cambiado mucho de un año para otro. Aunque ciertamente resta público.
NO se pretende con estas líneas poner en duda la profesionalidad y valía de los periodistas que hablarán en este curso, ni la representatividad de los políticos invitados (aunque todo es discutible). Sin embargo, en las charlas y coloquios programados EL OBSERVADOR echa en falta tanto las voces al margen, como las voces fundamentales, que son aquellas que pueden aportar a los alumnos la clave de la relación entre periodismo y política que ahora se les escamotea: el papel de la publicidad institucional. Esa relación circular por la que los partidos instrumentalizan administraciones públicas, a través de las cuales se financian a los medios de comunicación que informan sobre los partidos y la acción política.
ENTENDEMOS por voces marginales aquellas que se orillan al margen del bipartidismo o tripartidismo (PSOE-PP-IU), que van desde UPyD o EQUO a los ecologistas, pasando por feministas, okupas, 15-M, Plataforma de Afectados por la Hipoteca, colectivos vecinales, asociaciones de consumidores… actores del espacio público (político) que se encuentran con dificultades para tener espacio en la agenda de los medios tradicionales por falta de capacidad económica, pero que sin embargo encuentran hueco en internet, donde llegan a marcar pauta.
PERO la ausencia más notable del curso es la de las voces fundamentales. Quien debería hablar de periodismo y política son sobretodo los directores generales de los medios. Está bien, incluso es necesario, que los directores o los redactores de las crónicas políticas expongan sus puntos de vista y experiencias. Pero quien decide, orienta, censura y marca la línea editorial en cuestiones políticas son los directores generales. Los representantes de las empresas editoras. Porque los que negocian con los políticos, los que reciben las llamadas de estos políticos por informaciones incómodas, son estos directores generales, que son los que cuadran las cuentas y fijan el tamaño de la plantilla de las redacciones. No los simples directores de las publicaciones. Sobre todo en provincias. A no ser que las que han diseñado este curso no tengan la suficiente experiencia práctica para saber esto. Que es lo que parece desde fuera y desde dentro a los que nos ganamos la vida con esta profesión. Y es que, afortunada o desgraciadamente, no es lo mismo ser profesor de Universidad que periodista. Unos dan teoría y otros la ponen en práctica todos los días para poder vivir de ella. Porque periodista, para simplificar, es el que vive del periodismo. Y de lo que habría que hablar de verdad hoy en día es, precisamente, de ello: qué es periodismo y quién lo ejerce y por lo tanto es periodista. Aunque, también, a lo mejor han pensado que como es un curso de provincias, en una universidad de provincias, basta con repetir un provinciano programa. Somos los de siempre y hablamos de lo de siempre.
Y ese otro testimonio del que hablábamos antes es el que deberían escuchar los estudiantes, y tenerlo bien presente, porque la formación académica corre demasiadas veces en paralelo a lo que luego es el oficio periodístico. Sin mezclarse. Oficio que por ceñirnos a la Costa del Sol y la política ha consistido –consiste- en ocasiones en perseguir a una alcaldesa 24 horas al día cámara en mano para dar cuenta de cada una de sus actuaciones y declaraciones, mientras se silencia lo que hace y critica la oposición, y todo eso sirviéndose de fondos municipales.
PARA abordar en profundidad el debate del periodismo político, la relación entre el periodismo y el poder, hay que situar el micrófono frente a los actores que definen la correa de transmisión de la publicidad institucional, esto es, frente a los directores generales, personificación de los grupos editoriales, y los presidentes y secretarios generales de los partidos. Y para que los estudiantes no se lleven desengaños, los académicos podrían indicarles cuanto dinero recibe cada medio de comunicación de las administraciones, de los que los políticos sobre los que luego informan. Ése es el meollo, el resto es farfolla.