OPINIÓN. Comercialmente hablando. Por Rubén Lirio
Director comercial Yerbabuena Software

10/10/13. Opinión. El pasado 29 de septiembre Wilson Kipsang batió el récord del Mundo de Maratón en Berlín (2:03:23). Un momento histórico para el mundo del deporte y del atletismo en particular que tuvo el privilegio y el honor de formar parte de él Rubén Lirio, uno de los colaboradores de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com. Lirio relata en su nuevo artículo cómo le fue compitiendo en la misma carrera y todas las emociones vividas, desde una perspectiva optimista y positiva de afrontar la vida, como le caracteriza. “Hay veces que la cagas y no te das cuentas hasta que es demasiado tarde. Puedes rendirte y decir que la has cagado y tendrás razón, o apretar los dientes y luchar por lo que quieres aún sabiendo que no servirá para nada”.

En ese momento te acuerdas de los que te preguntan: ¿Por qué corres? Simplemente no imagino mi vida sin ello. Correr me hace mejor persona

APUNTE 1: Correr me hace mejor persona.

APUNTE 2: Hay veces que la cagas y no te das cuentas hasta que es demasiado tarde. Puedes rendirte y decir que la has cagado y tendrás razón, o apretar los dientes y luchar por lo que quieres aún sabiendo que no servirá para nada.

UN orgullo compartir mi primera WMM (World Marathon Majors) con vosotros, y un desastre en lo que al entrenamiento se refiere. Dando todo lo que tenía y más en la carrera, en el kilómetro 36 se me hizo de noche y me acordé de todas las tiradas largas que NO había hecho. Solo una de más de una hora y cuarto por lo que el cuerpo empezó a fallar. Era consciente de ello, así que mientras tuve fuerzas tiré lo más rápido que pude.

EL público desde el minuto 1 animaba sin parar. Solo en el camino hacia la salida nos sentíamos como gladiadores, todos te animaban, no te conocían pero te veían como un valiente. La salida fue unos de los momentos más mágicos que voy a vivir en mi vida. Todo era perfecto, así que no pensaba en lo que NO había hecho y sí en lo que podía hacer, correr mientras tuviera fuerzas.

ANTES de darme cuenta ya estaba en el kilómetro 5 y pensé en la idea de Sevilla: todos los parciales de 5 kilómetros a menos de 20 minutos y, como por arte de magia, llegue al kilómetro 21 cumpliéndolo. No está bien, dolores en las piernas y la espalda... ¡Ay, la feria y las vacaciones! En mi cabeza se repetía una y otra vez la frase de mi amigo Paco Burgos, "el maratón de Berlín no está hecho para los malagueños".


LA lógica me decía que aflojara, pero tenía mi MMP (Mejor Marca Personal) a tiro así que continué. Cada esquina era una fiesta, la gente te animaba por tu nombre, las bandas de música lo hacían todo más ameno, ¡cada zancada era un espectáculo!

IBA tan concentrado en no pensar que ya iba por el kilómetro 28. Me encontraba fuerte y animado pero hacía tiempo que las patas no iban. A duras penas aguantaba por debajo de 4 minutos el kilómetro. El objetivo se alejaba, aunque eso lo sabía desde el kilómetro 1.

TAN concentrado en disfrutar de la gente, las bandas y demás, que me di cuenta de que no había tomado nada más que dos geles y agua un par de veces, pero ni fatiga ni cansancio, si no fuera por las piernas. Kilómetro 30 y un amago de rampa, el límite estaba cerca...

TENÍA que bajar el ritmo, pero había pasado el 30 por debajo de dos horas. En este momento, un tal Kipsang encaraba la Puerta de Brandeburgo para batir el Récord del Mundo de Maratón. Pero mi película empezaba ahora.

SEGUÍA corriendo y el sueño pudo ser real hasta el 36. Simplemente se acabó, las patas no iban, se arrastraban por las enormes avenidas de Berlín. Seguí por inercia, por miedo, porque ya lo había hecho antes cuando vi la Puerta de Brandeburgo delante de mí. No había visto ni el kilómetro 40, ni el kilómetro 41, pero delante tenía el 42. De allí a meta no recuerdo si lloré, reí, o me emocioné. El dolor restallaba en mis piernas, la rabia por no haber entrenado bien me nublaba la vista, tenía rabia y orgullo por conseguir lo que creía que era imposible.

SE había batido el récord del mundo. Eso está bien, pero conseguir compartir esta carrera con amigos, los que estaban en Berlín, los que me seguían por Internet, los que estaban corriendo, los que ya no están, los que te quieren, los que se paraban en la bici para mirarlo en el móvil, los que habían madrugado, los que no se habían acostado...

EN ese momento te acuerdas de todos los que te preguntan: “¿Por qué corres?”.

SIMPLEMENTE no imagino mi vida sin ello.

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