Línea editorial de EL OBSERVADOR
Espíritu crítico, rigor, veracidad y la indispensable independencia. El medio de comunicación que no sea capaz de unir estos cuatro conceptos en su práctica diaria a lo largo del tiempo puede estar transmitiendo información, pero en ningún caso estará haciendo periodismo. EL OBSERVADOR quiere hacer periodismo con un fuerte sentido crítico y una radical toma de partido por la independencia, la veracidad y el rigor. No hay otro medio local que publique en Málaga lo que EL OBSERVADOR lleva a sus lectores a diario. Así lleva más de 25 años.
La financiación de EL OBSERVADOR
EL OBSERVADOR tiene unos ingresos por publicidad que no llegan a cubrir los gastos que genera. Parte de los beneficios que su empresa editora, Airon Sesenta SL, obtiene de realizar otros trabajos se invierte en la revista. Esta empresa, como EL OBSERVADOR, no pertenece a ningún grupo de comunicación ni padece similares sinergias. No hay contratos, convenios ni acuerdos con empresas públicas ni privadas, ni con la Administración pública en ninguno de sus niveles. Tampoco tiene relación económica con ningún partido, ni sindicato, ni poder judicial, ni entidad religiosa, ni ningún otro organismo específico de los poderes públicos o privados del Estado o del capital.
La plantilla de EL OBSERVADOR divide su jornada entre las labores de la revista y la atención a los otros trabajos que sirven de fuente de ingresos de la empresa. Así ha sido desde los comienzos, y, aunque tenga sus contrapartidas incómodas, esta estrategia ha servido para garantizar la indispensable independencia de EL OBSERVADOR a lo largo del tiempo.
EL OBSERVADOR y la crisis de la prensa
EL OBSERVADOR fue un medio pionero en la reconversión digital. Hace más de 7 años que se dejó de publicar como revista impresa de periodicidad bimestral y pasó a ser un medio online que distribuye información de lunes a viernes. Cuenta con casi 25.000 suscriptores diarios.
Es importante saber que la digitalización por sí misma no significa una reducción de costes. Solo en apariencia. Crear y mantener tanto una plataforma permanente como un sistema de correo electrónico masivo suponen una inversión que, en la escala en que esta empresa se sitúa, no resulta inferior a la de imprimir 6 u 8 números de una revista de 64 páginas cada dos meses. A esto se añade un coste esencial: el del trabajo. EL OBSERVADOR necesita un equipo de 4 personas dedicadas a su gestión global.
La prensa informa habitualmente de la crisis económica por la que atraviesa el sector, y no es este el lugar para dar una explicación sobre esto. La realidad es simple: los ingresos por publicidad han apoyado pero nunca garantizado la sostenibilidad de EL OBSERVADOR, y la empresa editora, que lo mantenía con el margen de sus beneficios correspondiente, ha entrado en pérdidas, por otras razones, pero cuyo resumen es fácilmente comprensible: la crisis de negocio que afecta a todos los sectores afecta radicalmente a las empresas de servicios de comunicación y de gestión cultural, los campos en que se mueve Airon Sesenta SL.
EL OBSERVADOR y la crítica
EL OBSERVADOR es un medio crítico, hipercrítico cuando es necesario. Nada de esto se ha ocultado jamás (¿cómo podría, un medio de comunicación?). Quien se acerca a los textos de EL OBSERVADOR encuentra una perspectiva crítica y con frecuencia un lenguaje duro. No hay que aclarar que esto ha generado una base social de miles de seguidores que comparten la necesidad de una información veraz y sin contemplaciones, pero también una estética periodística alejada de esas convenciones que tantas veces se acercan a las componendas y buen entendimiento con determinados poderes. También ha causado no poca crítica, por los términos en que a veces se refieren a determinadas personas, entidades o instituciones, los textos aparecidos en la revista, especialmente en ciertos artículos de opinión.
La redacción de EL OBSERVADOR va a seguir siendo fiel a sus principios de libertad editorial, indispensable independencia, sentido crítico e, indudablemente, seguirá publicando textos corrosivos cuando la ocasión lo merezca. Este es un medio que se precia en dejar absoluta libertad a sus colaboradores tanto como a la propia redacción. El veneno en la palabra exige una convicción previa: nadie que, encaramado a un puesto público o desde una posición de privilegio de otra índole, menoscaba el espacio público puede pedir respeto político, profesional ni personal.
EL OBSERVADOR y el margen de participación del lector
“EL OBSERVADOR no tiene espacios para la participación del lector”. No es cierto. En los últimos años se identifica participación del lector con una pretendida obligación que adquiere cualquier medio de abrir foros en cada pieza publicada. Esta imposición viene asociada al supuesto carácter democrático: el medio que abre foros, es democrático; el que no lo hace, no lo es. La decisión de no dar ni un milímetro de espacio para la libre expresión de trolls e impresentables de diverso cuño protegidos por el anonimato nada tiene que ver con el carácter democrático de un medio. No es favoreciendo la visibilidad de estos grupos como se garantiza la participación de todas las personas en igualdad de condiciones. De hecho, es fácil comprobar el poder que estos colectivos tienen en Internet y su muy bien organizada y financiada capacidad para neutralizar cualquier discurso que sea coherente, inteligente y bien asentado. A esto hay que añadir de dónde y cómo obtienen su inspiración. Obsérvese la línea de pensamiento y acción de determinadas fundaciones asociadas a partidos y los argumentos más frecuentes en los foros de noticias. Nada es inocente.
Cosa muy distinta es la participación del lector. Nunca se ha impedido a nadie escribir una nota, un artículo, una colaboración o una carta al director en EL OBSERVADOR. Al contrario, siempre que alguien se pone en contacto con la redacción para matizar, contradecir o criticar una noticia o artículo de opinión recibe la inmediata invitación para enviar un texto en el que aclare su propia posición con total libertad. Solo hay una condición: su nombre se publica en el artículo.
EL OBSERVADOR privilegia la participación de las socias y socios
En esta nueva etapa, EL OBSERVADOR pasa de recibir sugerencias o informaciones de los lectores a abrir líneas informativas, debates, secciones y todo tipo de innovaciones a propuesta de socias y socios. Y no se trata de esperar a que se produzcan. EL OBSERVADOR pondrá en marcha un sistema de sondeos, consultas, encuestas y entrevistas con quienes se asocien a él. Por tanto, no se trata de permitir poner un comentario de unas frases al pie de una noticia, sino de implicar al lector en la marcha de la revista