OPINIÓN. ¿Me quieren oír? Por Dardo Gómez
Periodista y secretario general de la FeSP

30/05/13. Opinión. “La detención de dos periodistas en Madrid ha expuesto que los grandes medios españoles siguen sin enterarse de que hay vida más allá de sus sesgadas agendas informativas y que esa miopía los lleva a negar derechos a los periodistas que informan sobre los temas que ellos insisten en despreciar”. Este artículo de Dardo Gómez que hoy publica EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com es de obligada lectura para entender el estado del periodismo en España.

Obsecuentes y presuntuosos

LA
detención de dos periodistas en Madrid ha expuesto que los grandes medios españoles siguen sin enterarse de que hay vida más allá de sus sesgadas agendas informativas y que esa miopía los lleva a negar derechos a los periodistas que informan sobre los temas que ellos insisten en despreciar.

EL pasado 22 de mayo nos explotó en las manos un nuevo atentado contra la libertad de información de los periodistas; uno más de los que, desde hace varios meses, se producen casi a diario contra aquellos informadores que se preocupan por informar de algunos hechos que no suelen entrar en la agenda diaria de los medios de gran tirada o, dicho de otra manera, de la prensa decididamente comercial.

ESTO quiere decir, la prensa que antepone ante cualquier otra cosa sus intereses comerciales y que como está haciendo aguas por todos lados abunda en sus actos de genuflexión antes los poderes de todo tipo; siempre que no sean los del interés público. Ese día, poco antes del mediodía, dos periodistas madrileños fueron buscados en sus domicilios por la policía, (uno de ellos sacado en pijama, aunque luego se le permitió mejorar su aspecto) y conducidos a comisaría.

UNO de ellos, Raúl Cupín, después lo supimos, estaba acusado por la propia policía de haber agredido a alguno de sus funcionarios durante el desarrollo de dos manifestaciones (los 23 de febrero y 25 de abril pasados). El otro, Adolfo Lujan ha sido detenido bajo la acusación de la misma policía de difundir calumnias sobre estos cuerpos de seguridad a través de redes sociales.

ES decir, dos presuntos delitos de faltas que de manera habitual suelen solventarse, en primera instancia con una citación para que el supuesto infractor acuda a declarar ante la autoridad judicial que corresponda.  No creo que nadie pueda presuponer en estas dos personas ánimo de fuga ni intención de ocultar pruebas o causa de alarma pública; que es lo que usualmente se estima para una detención de tanto rigor.

Una duda razonable

ASALTA entonces la duda razonable, compartida por muchos profesionales y colegas de Cupín y Luján de que, simplemente, “van por ellos”. Lo que lleva a la pregunta ¿porqué habría intención de hacerlo?

AMBOS detenidos -ya liberados- tienen en común su inquietud profesional por las actuaciones de los movimientos sociales que están reclamando en la calle por las represión social y económica a que está sometida la ciudadanía española y europea. Es decir, incomodan al poder informando sobre cosas que se quieren ocultar; lo que me lleva a recordar la frase del periodista griego Kostas Vaxevanis, al recibir el VII Premio Internacional de Periodismo Julio Anguita Parrado: “periodismo es descubrir lo que otros quieren ocultar”. Así puestos, no se puede descartar que lo que se pretendía con esta aparatosa detención sería meterles miedo; lo que se acrecienta cuando nos enteramos por el periódico Diagonal que Raúl Cupín “está participando en la creación de una plataforma de informadores” para actuar contra la represión que ellos consideran que están sufriendo en la cobertura informativa de desahucios, concentraciones y protestas en Madrid.


IGUAL se presume erróneamente, pero blanco, líquido y vendido en lecherías suele ser leche. Ya veremos que dice el juez que les ha tomado declaración. A propósito de esto señalaba Silvia Padrón en “Cuarto Poder”: “Con independencia de la decisión que hoy adopte el juez instructor -muy probablemente será su puesta en libertad- son los propios agentes que denuncian el atentado quienes han decidido sobre la privación de libertad de los periodistas, procediendo a su detención, al resolver que existen motivos racionales de delito y que Capín y Lujan son los autores del mismo, lo que plantea la duda de si la actuación policial es proporcional al supuesto delito y a la condición de los autores, que participan en el desarrollo de un derecho fundamental, el de la información. No es la primera vez que este tipo de imputaciones terminan siendo archivadas por el juez de instrucción o, en el peor de los casos, enjuiciadas como faltas, resultando así una privación de libertad totalmente injusta.” Al tiempo…

Que tiren la primera piedra

QUE algún policía extreme el celo de sus funciones con los periodistas ya es recurrente en cualquier parte del mundo; lo que resulta menos frecuente es que los medios jaleen esas actuaciones y que las organizaciones profesionales que suelen proclamar que velan por ellos, miren para otro lado.

SOBRE esto último no voy a extenderme; simplemente apelo al bíblico “por sus actos los conoceréis”; allá cada cual con su conciencia.

EN cambio, sí me quiero referir al alcance que sobre la democracia informativa tiene la ácida relación entre los grandes medios españoles y los nuevos medios de información que los primeros llaman “alternativos”. No sin cierta sorna de menosprecio y aire de falsa suficiencia. Un colega afirmaba para sustentar su desconfianza en los “alternativos” que estos no contrastaban la información; al margen de lo inconsistencia en toda generalización, se puede contestar que eso mismo se puede achacar a gran parte de la información que recibimos de los medios al uso.

EN los últimos tiempos se han dado algunos casos notables en medios emblemáticos de la prensa española; pero, más grave es el goteo diario de cientos de informaciones que se publican sin el menor contraste y sin otra garantía que la de la agencia de comunicación que nos la envía.

AGENCIAS que como es lógico, están a sueldo de una empresa que las contrata para ofrecer a los medios su versión de las cosas; muy rara vez esa versión interesada se contrasta e impera el dominio de “copiar y pegar”. Un estudio del 2009 elaborado por el Sindicato de Profesionales de la Información de la Rioja (SPIR) y la Asociación de la Prensa de la misma comunidad revelan que el “ruedaprensismo” hace estragos en los medios y que hasta el 90% de la información de algunos medios riojanos está planificada por las fuentes. Que alguien me demuestre que esta situación no se repite cada día en gran parte de los medios españoles.

La información alternativa

LOS medios alternativos, precisamente, son la alternativa a este panorama que nos ofrecen los grandes medios que, en la casi totalidad de los casos, diseñan sus agendas informativas ceñidos a unos protocolos plagados de ausencias, autocensuras y dependencias ideológicas y comerciales que hacen que en sus agendas confluyan la anorexia y la bulimia informativa. Los alternativos tanto como los “tradicionales” pueden hacerlo mejor o peor; pero nadie -absolutamente nadie- desde dentro o desde fuera del periodismo puede tener el cuajo de negarles su derecho a existir y a ejercer en igualdad de derechos con el resto de medios su libertad de informar.

SI el prejuicio por esos medios se traduce en menosprecio a los periodistas que trabajan en ellos por parte de sus colegas ya entramos en el terreno de la petulancia y la conocida prepotencia de los mediocres.

UN terreno peligroso donde, no se si por inercia o por negligencia, puede llevar al colaboracionismo o la contribución a la persecución del colega que no conjuga con nuestras posiciones ideológicas, que también tenemos derecho de tener. 

COMO ejemplo de estas actitudes peligrosas valga el artículo publicado el pasado 18 de abril en ABC con la firma de Carlos Hidalgo donde se dice, sin diferenciar los límites de la información policial y la acusación propia, que algunos de los periodistas no tradicionales trabajan “escudándose tras falsas credenciales de periodistas. La mayor parte de estas personas lo hacen como fotógrafos de medios digitales y blogs, pero también se sospecha de otros que se hacen pasar por operadores de cámara de televisión. Pero el verdadero problema es que aprovechan ese «estatus» para ponerse en primera fila del gentío y enfrentarse a los agentes, a los que han llegado en ocasiones a golpear.(…) En ocasiones, portan acreditaciones falsas, que son puro papel, o incluso falsifican los chalecos homologados por la Federación de Asociaciones de la Prensa y reconocidos por la Policía Nacional”.

Nada que homologar

AL margen del ufano tono de delación; el colega Hidalgo no entiende que no puede haber falsas credenciales en un país donde no existe ninguna credencial regulada y donde todo el mundo se maneja con la que le da su medio o alguna organización de libre pertenencia. Por lo tanto no hay nada que falsificar y todas valen lo mismo.

LA otra ausencia de criterio está en lo de los “chalecos homologados”; este periodista debería saber que toda homologación requiere la existencia previa de un estándar consensuado o una certificación universal.

COMO ninguna de las dos características se dan en este caso, lo único certificable es que las personas que portan esos chalecos pertenecen a una organización, que es lo único que puede reconocer la Policía Nacional.

PERO no puede exigir su uso a nadie que no quiera llevarlo -como ya ha pretendido- ni mucho menos albergar la idea de que su ausencia la habilita para privar de su libertad de informar al resto de los periodistas ni a cualquier ciudadano que quiera ejercer su libertad de documentar y difundir.

ESTO es rigurosamente así y un fallo de este mismo año de un juzgado de Madrid ha avalado este último criterio señalando que cualquier ciudadano tiene capacidad legal para documentar la actuación de las fuerzas de seguridad en la vía pública y, damos por sentado que la libertad de prensa y expresión amparan la difusión de esos documentos en cualquier tipo de plataforma.

ME dirán que siempre ha existido esa libertad; es cierto, pero ahora las nuevas tecnología nos han facilitado las herramientas para poder ejercerla, si tenemos ganas de hacerlo.

Y aún no lo entienden

ESTA amalgama última es la que no terminan de entender o admitir los grandes medios y sus periodistas de confianza, que durante años construyeron y se creyeron la falacia de que ellos eran los propietarios de la información y los necesarios formadores de la opinión publica. Pues, bien, eso ya no se sostiene.

GRACIAS a la democratización de las herramientas de transmisión de la información hoy la libertad de prensa se puede ejercer de verdad; sin necesidad de grandes capitales -y de sus dependencias- y teniendo como sustento esencial de los nuevos medios la capacidad de sus profesionales.

DICHO sea de paso, ya en muchas ocasiones estos les han sacado las vergüenzas a los periodistas de salón y les han recordado que la información está en la calle y en el contacto con la ciudadanía.

ADEMÁS, muchos ciudadanos ya se han dado cuenta de la desinformación a que están sometidos; múltiples encuestas ilustran de la opinión que la ciudadanía tiene del periodismo por culpa de las empresas periodísticas.

ESOS ciudadanos están recurriendo a estos medios alternativos que, en muchos casos, son especialistas en sus temas y que han demostrado mayor capacidad de la utilización de las nuevas plataformas que los paquidermos mediáticos.

VAYAN como muestra la falta de reacción de estos últimos en los días de eclosión del movimiento 15M (¿Dónde estaban mientras se estaba gestando?) o el seguimiento al minuto en multiplataforma de la última huelga general en Cataluña; mientras los pesados paquidermos estaban pendientes del dictado del Ministerio de Interior.

PUES, todo esto fastidia a los ex poderosos y en lugar de tratar de adaptarse a los tiempos o resignarse a la incapacidad para hacerlo, los medios que dilapidaron la confianza del público y traicionaron la razón de su existencia rabian por las subvenciones y prebendas del Estado que ya no les llegan y se vuelven contra quienes les están comiendo el espacio informativo y la confianza de los ciudadanos.

CREO que esto se puede entender; lo que de verdad da pena es la obsecuencia del poder y la penosa presunción de los profesionales que aún se creen los dueños del periodismo.

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