Más vecinos de La Araña hablan del calvario que sufren junto a la fábrica
03/01/07 MÁLAGA. Después
de 55 años de convivencia con la cementera de Financiera y Minera el
matrimonio malagueño formado por José e Isabel ya no sabe qué hacer.
03/01/07 MÁLAGA. Después
de 55 años de convivencia con la cementera de Financiera y Minera el
matrimonio malagueño formado por José e Isabel ya no sabe qué hacer. Su
vivienda está agrietada en varias partes por las voladuras de la fábrica –
“tiembla toda la
casa, retumba, se rompen los platos”–,
la ceniza les obliga a mantener siempre las puertas y ventanas cerradas,
temen por su salud y se sienten indefensos: “¿cómo vamos a poner una
demanda nosotros a una multinacional cuando tienen los mejores abogados?”.
Estos
vecinos del barrio malagueño de La Araña confiesan a EL
OBSERVADOR que “ya les duele el corazón de tanto protestar” y exigen que, “a falta de
que se haga justicia, que al menos pongan unos filtros” que atenúen las
emisiones de la empresa más contaminante de Málaga. Los vecinos de La
Araña empiezan a salir del silencio que siempre han mantenido y hablan sin
cortapisas de su ‘infierno diario’. En una sola semana son los segundos
vecinos en dar la cara.
LA casa
la heredó José Ruiz de su padre, quien a su vez la heredó de su abuelo, “o
sea que no 
me digan que aquí no había viviendas antes de la fábrica”, subraya.
Él y su mujer Isabel se muestran nerviosos. Durante la conversación
repiten varias veces “nosotros no somos nadie frente a una multinacional”.
Enseñan cómo la mezcla de polvo, cemento y carbón impregna fachada y
exteriores y ha corroído su terraza. Apenas seis metros cuadrados teñidos
por una gruesa capa de manto grisáceo frente a la que se erige la enorme
chimenea de la cementera dirigida por Enrique Álvarez-Cascos. “Somos muy
conscientes de que da de comer a muchas personas. No pedimos que se vaya,
pero por lo menos que cumpla con la normativa,
que ponga su filtro en condiciones y que los daños y perjuicios que
nosotros tenemos, que nos los arreglen”, explican.
LA principal preocupación de José es su salud. “Lo que a mí me extraña es que nosotros no tengamos silicosis con la que nos llueve cada día. Si nos hiciéramos pruebas en un hospital seguro que tenemos los pulmones llenos de polvo”. Isabel asiente, calcula que dedica dos horas al día a limpiar su casa, “una o dos veces, según suelte la chimenea”, utiliza “amoniaco, lejía, aguafuerte y mucho agua, aún así, es imposible de quitar a veces”.
LAS instalaciones de Financiera y Minera (perteneciente a Italcementi Group)
en La Araña constituyen el foco de emisión de dióxido de carbono más
contaminante de la provincia de Málaga con 770 mil toneladas soltadas a la
atmósfera en 2004, un 670% más del tope máximo fijado por la Unión
Europea. Es, sin lugar a dudas, la mayor contribución individual desde
Málaga al efecto invernadero y al cambio climático
mundial.
LA relación de los vecinos con la empresa ha ido empeorando con los años conforme las instalaciones del grupo Italcementi crecían y la cementera iba agrandándose. Con el nuevo director, Enrique Álvarez-Cascos, la situación es de absoluto desencuentro. Cuenta José Ruiz cómo hace seis meses mostraron a la secretaria de Álvarez-Cascos los desperfectos que sufría su vivienda “pero se burlan de nosotros. A los seis meses volví a llamar y me dijeron que ellos no se hacían cargo de nada. Y a mí, que estoy enfermo de corazón, lo único que me ofrecen son unos ácidos para limpiar la terraza”.
LA imponente
presencia
de la fábrica marca el día a día y la convivencia entre los habitantes
de La
Araña, muchos de ellos trabajadores de la empresa, como el propio
presidente de la asociación de vecinos, quien cuando José le cuenta su
caso “me dice que nos tenemos que aguantar, que esto es lo que hay. Desde
la empresa me dicen que ellos no se hacen cargo de reformar las casas e
incluso hay quien nos dice que si nos atrevemos que les pongamos una
demanda”. José se agita, ha subido el tono, el volumen de su voz suena
cada vez más enérgico: “¡Hombre, se tendrán que aguantar
ellos, que les pagan las casas! Los que nos hemos construido nuestras
casas, ¿por qué tenemos nosotros que aguantar a la fábrica con su polvo y
sus voladuras? No lo veo justo”.
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