“Mi abuelo fue un hombre especial, aprendió de oído a tocar la guitarra, la bandurria y un poco el violín. Gustaba de leer, le encantaba la geografía y perderse en los mapas. Y hablaba con los animales. También sabía encuadernar libros y ordenar sus letras e inventaba adjetivos preciosos para mi abuela”

Cocina vegetal

Por Dela Uvedoble


08/06/21. Opinión. La conocida escritora malagueña Dela Uvedoble comparte con los lectores de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com recetas de ‘su’ cotidiana cocina vegetal: “Aquí encontrarán recetas sencillas y familiares, la mayoría malagueñas. Son las comidas que preparo para los míos, sanas, económicas y... totalmente vegetales”. Esta semana nos trae una...

...ensalada. Pasen y pónganse el delantal.

Receta 33. Ensaladilla del abuelito

Muchos diréis que es un simple hervido o “comida de hospital” y no os quito la razón, pero yo asocio esta ensalada con el plato que más le gustaba cenar a mi abuelo en verano, por eso la he bautizado así. Él era prácticamente vegetariano sin saberlo.


Confieso que esta es unas de mis comidas favoritas y preparada con gracia, una opción exquisita y colorida.

Ingredientes

—3 o 4 patatas medianas.
—1 cebolla morada (puede ser blanca o cebolleta pero así el plato resulta más vistoso)
—Un puñado de judías verdes.
— 4 o 5 zanahorias.
—Sal gorda.
—Ajo en polvo.
—Zumo de limón.
—Aceite de oliva virgen extra (también llamado AOVE).


Preparación:

1) Pelar patatas y zanahorias, quitarles a las judías las hebras laterales y las puntas, lavarlas bien y ponerlas a cocer hasta que estén tiernas.

2) Podéis lavar las papas y cocerlas con la piel y poner las habichuelas con las zanahorias en otra olla para que se hagan aparte, así cada una tendrá el punto de cocción perfecto. Yo suelo hacerlo todo junto porque me agradan las patatas algo deshechas.


3) Poned a escurrir y disponer las papas en una fuente, estando aún calientes. Picad la cebolla morada en rajitas, rociar de zumo de limón y espolvoread con sal gruesa y ajo molido. Poned el aceite bien repartido sobre ellas.

4) En un recipiente aparte aliñad judías y zanahorias bien escurridas de la misma manera, mover bien para que todas se impregnen del aliño.

5) Colocad sobre las papas las otras verduras y mezclad con cuidado para hacer un todo.

6) Servir templada, aunque fría o del tiempo está muy buena. Es estupenda para cenas y para llevar a picnics.

*Yo cortó las patatas en cuartos grandes por gusto personal,  pero podréis hacer los trozos más pequeños. Se le puede añadir aguacate, aceitunas, pimientos marrones, espárragos… pero ya no sería la de mi abuelo.

Colores que alimentan

El blanco de la papa quitó mucha hambre en Europa por ser de cultivo fácil y agradecido.


El naranja de las zanahorias, hortaliza repleta de vitamina A que en su génesis fue morada pero que diversos cruces la volvieron color fuego porque los holandeses, en el siglo XVI, quisieron homenajear con ella a Guillermo de Orange, reinante en los Países Bajos y abanderado en la guerra de la independencia contra España.

El morado de la cebolla, más dulce y crujiente que las otras variedades, precioso tono elegido por el Feminismo y la República.

Y el verde de las judías, ricas en fibra, pobres en calorías, reina de las dietas de adelgazamiento y pletórica de vitamina C.


Tecleando en Googlee sobre esta verdura me sale una novelita titulada precisamente “Judías verdes” escrita por un tal Artemio Precioso en 1926, con ilustraciones de Vazquez Calleja (ignoro si era familia del famoso editor de cuentos). Por la portada y fijándose en otros títulos del autor (“Rosa de carne”, “La virgen casada”) debe ser un relato picante, propio de aquellos esplendorosos años veinte.



Aceite, el oro del pobre

Para un europeo no mediterráneo “aliñar” vegetales consiste en apretar sobre ellos una serie de tarros con mejunjes de olores fuertes y remover. Así convierten algo insípido en otra cosa un poco menos intragable. Aquí recurrimos al aceite de oliva, nos basta junto al limón o unas gotas de vinagre para realzar el sabor de las verduras, convirtiéndolo además en cardiosaludable. Sé de corrientes del veganismo y Neosalud (léase negacionistas de lo evidente) que demonizan todas las grasas, incluyendo las vegetales, cuando el cuerpo las necesita para metabolizar algunas vitaminas . Bajo mis luces no voy a dejar de utilizar “el oro líquido”, primero por no ser un producto de origen animal y después por su sabor y los beneficios que conlleva.

Esta afirmación me ha llevado a perder “amistades”, pues puente de plata y más hoyo con aceite para mi. Eso sí, compro siempre el “virgen extra” aunque busco el que esté de oferta, no me gusta pagar por marcas ni pijadas.

Como anécdota contaré que hace poco el escritor estadounidense de novelas de terror Stephen King, preguntó en Twitter el significado de “extra virgin” referido al aceite de oliva. De inmediato le llegaron 27.000 respuestas, muchas ellas desde Jaén, ciudad de aceituneros altivos, alabando e invitándolo a conocer el producto. Y retándolo a ambientar un thriller en medio de los olivares.



Mi abuelo y su dulce fantasma

Me contaron que cuando el que sería años después el padre de mi madre era un mozuelo, entró de aprendiz en una imprenta, en Málaga capital. Un día recibió el aviso de que su hermana pequeña había enfermado y, por el gran afecto que sentía por ella, pidió permiso y tomó el camino hacia el cortijo familiar, allá por Vélez. Quiso la fatalidad que la noche le rompiera en aguas. Un rayo espantó al mulo que montaba, tirándolo al suelo y escapando espantado. Empapado, en medio de una cortina de lluvia arrebatada siguió el camino a pie, pero a pesar de conocerlo como a su mano se desorientó. El cielo estaba negro y no veía a dos palmos de sí. En medio de un relámpago divisó a lo lejos una figura de mujer envuelta en un manto claro, que llevaba un farol en la mano.

Extrañado la llamó, “¡Mariquilla!” reconociendo a su hermana y alegrándose de que no estuviese indispuesta. Fue guiándose por su luz sin alcanzarla hasta que percibió las del cortijo. Al llegar lo recibieron con llantos. La muchacha había muerto al caer la tarde y descasaba en su cama, amortajada con el mantón blanco que no ya no podría lucir en las fiestas.

Las historias de aparecidos son frecuentes en mi familia, por eso no me dan miedo, son energías que están ya en otra dimensión.

Mi abuelo fue un hombre especial, aprendió de oído a tocar la guitarra, la bandurria y un poco el violín. Gustaba de leer, le encantaba la geografía y perderse en los mapas. Y hablaba con los animales. También sabía encuadernar libros y ordenar sus letras e inventaba adjetivos preciosos para mi abuela.

Por eso y mucho más esta receta lleva su nombre.

El que yo le daba.

Puede ver aquí anteriores recetas de Dela Uvedoble.