“La mazamorra o salmorejo de almendras, llegó de la mar donde los marineros inventaron la receta para aprovechar los restos de galletas mezcladas con agua y vino. Un menjunje que les permitió sobrevivir”
Cocina vegetal
Por Dela Uvedoble
13/07/21. Opinión. La conocida escritora malagueña Dela Uvedoble comparte con los lectores de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com recetas de ‘su’ cotidiana cocina vegetal: “Aquí encontrarán recetas sencillas y familiares, la mayoría malagueñas. Son las comidas que preparo para los míos, sanas, económicas y... totalmente vegetales”. Esta semana nos trae una...
...crema de pan y anacardos. Pasen y pónganse el delantal.
Receta 38. Mazamorra de anacardos con cerezas
El nombre de mazamorra hace alusión a una preparación semilíquida de consistencia espesa. Parece ser que es la antecesora del salmorejo antes de que a este se le añadiera el tomate. La mazamorra cordobesa se hace con almendras y pan duro y la acompañan con aceitunas negras. Podemos decir que se parece al ajoblanco malagueño, pero este es más líquido y se toma con uvas moscatel.
Sustituyendo las almendras por anacardos y sirviendo el resultado con cerezas he obtenido un plato de sabor finísimo que os invito a probar.
*En Latinoamérica la mazamorra es un postre, nada que ver con la receta que hoy nos ocupa.
Ingredientes
—Pan duro (como 4 rebanadas)
—200 g de anacardos (en remojo desde la víspera)
—Cerezas
—Aceite de oliva virgen extra (Aove)
—Un chorro de buen vinagre de vino
—Sal
—Agua
—1 ajo sin su corazón (esto va por gustos, hay quien le pone más, pero esta receta requiere de suavidad)
Elaboración
1) Trocear las rebanadas de pan con las manos y ponerlas en una fuente. Añadirles los anacardos remojados, el vinagre, las láminas de ajo y sal. Regar con un par de vasos de agua. Dejar unos diez minutos.
2) Amasar con los dedos y poner la preparación en la batidora de vaso con un buen chorro de aceite. Batir.
3) Volcad en una fuente e incorporar agua hasta que el puré pase a ser una crema untuosa, ni demasiado espesa ni clarucha. Rectificar de sal y vinagre y meter en la nevera.
4) Lavar las cerezas, quitadles el rabo, deshuesarlas y cortarlas en trozos fáciles de comer con la cuchara. Servid aparte para que cada comensal ponga en su tazón las que guste.
Tomado bien frío os aseguro que está delicioso y es una variante exquisita. Cambiar la tradicional almendra por el anacardo le confiere un paladar muy grato, que contrasta a la perfección con el agridulce de la cereza.
Un poco de historia
La receta de la mazamorra es probablemente romana, ya que la incluye Marco Agavio Apicio en su tratado “El arte de la cocina” (De re coquenaria) escrito en el siglo I de nuestra era. Este personaje tenía tal amor por los manjares exóticos y caros qué, cuando dilapidó su fortuna en ellos, se suicidó porque no concebía la vida sin satisfacer su gula insaciable.
La mazamorra o salmorejo de almendras, llegó de la mar donde los marineros inventaron la receta para aprovechar los restos de galletas mezcladas con agua y vino. Un menjunje que les permitió sobrevivir.
Su denominación quizá venga de las palabras griegas paxamádion = bizcocho y mãza = masa. Es casi seguro que sea , pues, anterior a época musulmana.
Anacardos
Conocidos en América latina como cajú, su nombre le fue dado por el monje naturalista francés André Thevet, a quien su forma le recordó a la de un corazón invertido (ana= significa hacia arriba y cardium, corazón).
Destaca como uno de los frutos secos más sanos pues su porcentaje de grasa es menor siendo muy proteico (100g del fruto equivalen a 15 g de proteínas).
El cobre y el magnesio, minerales que suelen escasear en la dieta, se hallan en abundancia en el anacardo. El hierro que contiene también es considerable.
Como curiosidad diré qué gracias a su abundancia de cinc, mineral necesario para la síntesis de hormonas sexuales masculinas, en Brasil y Centroamérica se le considera afrodisíaco.
En la cocina vegana se han vuelto esenciales pues dan juego a prepararlos en múltiples formas: cremas, salsas e incluso “quesos” vegetales.
Cerezas, pequeñas pero matonas
Dando por hecho que son frutas deliciosas no se quedan cortas a la hora de aportarnos vitaminas, antiocianinas, melatonina, minerales, ácido fólico y fibra.
De ellas se puede aprovechar todo. Con los rabos se elaboran infusiones drenantes y los huesos, una vez lavados y desecados, se guardan en una bolsita de tela que calentaremos un minuto en el microondas, convirtiéndose en saquitos térmicos que alivian los dolores musculares. También pueden enfriarse en nevera o congelador envueltos en plástico, como remedio antipirético o antiinflamatorio.
Pacha, dos cerezas y un imperio
Hace casi 60 años Ricardo Urgell montó una pequeña discoteca en Sitges. No esperaba la repercusión que tendría esa decisión. En 2016 llegó a tener diez clubs nocturnos, nueve boutiques, cuatro restaurantes, dos hoteles y un sello discográfico.
“Cuando se inauguró llegó un guardia civil y pidió un periódico. Pasados unos minutos y muy enfadado dijo: ¡aquí no se puede leer! El empresario trató de explicarle que no era una cantina, pero aún así, les cerró el establecimiento porque la normativa ordenaba que, si no había suficiente luz, no podía ser un lugar decente”, cuenta el consejero delegado de Pacha (escrito sin acento).
La discoteca y la pareja de cerezas llegaron a ser famosas en todo el mundo.
“Tiempo de cerezas”
En 1976 la escritora y periodista Monserrat Roig (1946-1991) recibió el premio San Jordi por la novela “Tiempo de cerezas”. El título hace referencia a “Le temps des cerises” de Jean-Baptiste Clément, poeta de la Comuna de París, subrayando el deseo de encontrar un paraíso perdido.
La escribió al año de morir Franco y según su contraportada supera la clásica literatura de resistencia. La acción se sitúa en una Barcelona que se libera de la dictadura, como símbolo de un país que quiere incorporarse a la modernidad.
En palabras de mi admirada Rosa Montero: una novela, envidiable, y digo envidiable porque me gustaría haberla escrito yo” (El País, 1977).
Monserrat Roig escribió en catalán (soy catalana no catalanista, decía).Su obra también abarca cuentos, reportajes y artículos periodísticos por los que recibió diversos premios.
Estuvo muy comprometida con el feminismo y luchó incansable por los derechos de la mujer. En este fragmento de su “Tiempo de cerezas” se ve la maestría al retratar a las mujeres de su época, que buscaban la forma de escapar de lo establecido.
Los hombres, a la hora del fútbol, se fueron. Mateu, desde la puerta, sé dirigió a Teresa: cada día te encuentro más guapa, cómo se nota que tiene el marido fuera, musitó Dolors a Silvia. Esta cerró poco a poco la puerta, esperó un rato y, cuando sintió el zumbido del ascensor que bajaba, pegó un grito, ¡ya estamos solas! ¡Viva!, gritaron las demás.
Se pusieron a comer pastelillos sin parar, me encanta la crema, dijo Dolors con la boca llena; las botellas en el suelo se vaciaban. Es bueno este jerez, festejó Merche. La botella ya andaba por la mitad. Silvia prefería el coñac. Mirad, hago gárgaras, chilló Silvia, ¿y no te quemas la garganta?, preguntó Teresa. Me gusta él coñac. Silvia se relamía los labios, bebida de hombres, ya lo dice la tele”.
Os dejo con doble recomendación: esta novela de la Roig y que hagáis mi mazamorra de anacardos con cerezas.
Dos delicatesen.
Puede ver aquí anteriores recetas de Dela Uvedoble.