“Versátil como ninguna se ha adaptado también a la alimentación vegetal en recetas como la que hoy presento, pudiéndose sustituir el queso por crema de anacardos o tofu sedoso”
Cocina vegetal
Por Dela Uvedoble
21/12/21. Opinión. La conocida escritora malagueña Dela Uvedoble comparte con los lectores de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com recetas de ‘su’ cotidiana cocina vegetal: “Aquí encontrarán recetas sencillas y familiares, la mayoría malagueñas. Son las comidas que preparo para los míos, sanas, económicas y... totalmente vegetales”. Esta semana nos trae una receta...
...de borrachuelos. Pasen y pónganse el delantal.
Receta 51. Tarta de casikeso y frutas
Las personas que seguimos una alimentación estrictamente vegetal no tomamos productos lácteos, ya que para su fabricación se necesita leche de animal hembra que esté amamantando. No creo tener que explicar qué para que esta secreción se produzca, antes esa hembra ha debido dar a luz una cría que será separada de ella y llevada al matadero, vendiéndose en carnicerías bajo el nombre de “ternera”. Pues como esto, para los veganos no es ético, buscamos alternativas al queso sin nada de crueldad implícita, como en este riquísimo pastel.
Ingredientes
—2 “tubos” de galletas veganas (las hojaldradas de marca “Hacendado” lo son).
—3 cucharadas de margarina.
—Sirope de ágave.
—5 dátiles jugosos deshuesados
—100g de azúcar.
—20 ml de leche vegetal (un par de cucharadas soperas).
—130g de anacardos REMOJADOS EN AGUA DESDE LA VÍSPERA.
—400g de yogur natural de soja.
—1 cucharada de fécula de patata.
—1 cucharada de levadura nutricional.
— Zumo de medio limón.
—1 cucharada de harina de maíz (tipo “Maicena”).
—1 vaina de vainilla.
—Pizca de canela.
—OPCIONAL: mermelada y fruta para decorar (en este caso usé fresas congeladas y gajos de mandarina en almíbar ligero).
—Molde de los que se abre el anillo.
Preparación
1) Machacamos las galletas hasta reducirlas a polvo junto a los dátiles (en una picadora) y les añadimos la margarina y el sirope. Amasamos.
2) Disponemos esta mezcla en el fondo del molde, aplastándola bien. Esta será la base de la tarta (crust).
3) En una batidora de vaso preparemos el casikeso con la leche vegetal, el azúcar, los anacardos remojados y escurridos, la fécula de patata, la de maíz, el zumo de limón, los yogures, la canela en polvo y la raspadura de la vainilla. Batimos y probamos el dulzor para adecuarlo a nuestro gusto.
4) Volvamos el casikeso sobre la base que teníamos ya preparada y horneamos, con el horno precalentado a 180º, unos 50 minutos (o hasta que hínquenos un pincho y salga limpio).
5) Dejad enfriar y meter en la nevera hasta el día siguiente (o unas 12 horas).
6) Untar la superficie con una ligera capa de mermelada al gusto y decorar con la fruta.
Os aseguro que está realmente deliciosa.
Un poquito de historia
La tarta de queso o cheesesecake no es un invento americano. Se trata de una receta ancestral que ha pasado a lo largo de los siglos por muchas modificaciones.
El primer “antecedente” confirmado viene de la antigua Grecia de hace 4.000 años, concretamente de la isla de Samos, frente a la costa de la actual Turquía, es por tanto la tarta más veterana. Se la consideraba un alimento muy energético por lo que era parte indispensable de la dieta de los deportistas; las investigaciones demuestran que fue degustada por los participantes de los Juegos Olímpicos del 776 a. C.
Sin embargo, no fue hasta el 230 d. C. cuando esta mezcla de harina, miel y queso se nombra en textos del escritor Ateneo. Según su receta, la mixtura se debía cocer en una sartén de latón.
Los romanos tomaron como botín de guerra esta preparación, incorporándole huevos y horneándola entre ladrillos calientes. La llamaron libuma y era un pastel que solo se servía en ocasiones especiales.
Con la extensión del Imperio la tarta de queso llegó a todos los países de Europa, personalizándola cada uno según sus productos y costumbres. Ya en el siglo XVIII, cuando los primeros colonos llegaron al Nuevo Mundo, volvió a repetirse su éxito, siendo hoy día, junto al pastel de manzana, las tartas yanquis típicas por excelencia.
Versátil como ninguna se ha adaptado también a la alimentación vegetal en recetas como la que hoy presento, pudiéndose sustituir el queso por crema de anacardos o tofu sedoso.
En España tenemos una versión propia: la Quesada, originada en Cantabria, que aparece ya en “El libro del Buen Amor” (1330) del Arcipreste de Hita.
Dignos hijos de monos golosos
¿Os habéis preguntado alguna vez quien inventó el primer dulce? Los primatólogos afirman que ya nuestros antepasados homínidos se pirraban por las frutas más maduras. Además, ese gusto era también un mecanismo defensivo pues lo amargo casi siempre significaba veneno. Las golosinas más antiguas fueron probablemente frutas y flores bañadas con miel.
En el Egipto del 5.000 a. C. ya se mezclaba la masa del pan con las secreciones de las abejas. Parece que la idea se le ocurrió a un pastelero real viendo que a su faraón le gustaba mucho lo meloso. Después empezaron a añadirse frutos secos, savia de arce o abedul y jugos de frutas. Recuerdo haber leído, hace mil años en la novela emblemática de Mika Waltari, “Sinuhé el egipcio” (1945) esta anécdota:
“… ¿Por qué no recordar mi mejor juguete, un cocodrilo de madera que yo arrastraba con un cordel por la calle empedrada, abriendo su boca pintada de rojo? Los hijos de los vecinos de detenían llenos de admiración. Me procuré muchos pasteles de miel, muchas piedras brillantes y muchos hilos de cobre dejándolos jugar con el cocodrilo. Solo los hijos de los ricos poseían juegues así, pero mi padre lo había recibido como pago de un carpintero real a quien curó un absceso que le impedía sentarse”.
El escritor finlandés Mika Watari con uno de sus perros y al lado, un sello con la imagen de su novela más conocida “Sinuhé el egipcio”
Según la etimología la palabra “pastel” deriva del griego “pasté”, nombre que se le daba en la antigüedad a la mezcla de harina con salsas. Quizá en Grecia nacieran los primeros, llamados Obelias, que significa ofrenda y se dejaba a los pies de los dioses. En las épocas de la que hablo tanto atletas como deidades tenían categoría de ser venerados.
Redondo: Alfa y Omega
La preparación de un pastel, incluso hoy día y quitando los industriales, requiere de ciertos ritos y ceremonias. El sabor dulce nos da placer, pocas civilizaciones conciben una celebración sin postres o almíbares. Decían los bizantinos que los dioses solo comen néctar y ambrosía. Le achaco a esta excéntrica alimentación el punto quisquilloso y agresivo de las divinidades, con tanta azúcar debían estar estreñidos y luego iban por ahí convirtiendo a quienes les caían mal en arañas o laureles.
La forma redonda de las tartas (o tortas) no es casual. Simboliza la naturaleza circular de la vida y al mismo tiempo representa al sol y la luna.
Nada refleja mejor a una familia bien avenida que una escena en la cocina con todos sus miembros horneando dulces, a ser posible con niños sobando la masa y churretes de harina por todas partes. Sin duda un buen plan para tardes navideñas en los que la chiquillería se aburre.
Con la receta de hoy, que para mí es especial pues es la favorita de mi hijo Santiago, os deseo unas fiestas muy felices.
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