“La ilusión por vivir en la mejor ciudad de mundo es como la de ese niño al que le dicen que sus juguetes son los mejores, aunque a los juguetes le falten piezas, pues esa ilusión no me la quita nadie”

OPINIÓN. La arquitectura del turista. Por Luis Callejón
Arquitecto


29/11/23. Opinión. El arquitecto y experto en turismo Luis Callejón escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com un artículo sobre la noticia de que Málaga es la mejor ciudad del mundo para vivir: “Ahora nos juntaremos con aquellos que quieren vivir en el mejor lugar del mundo, y el escenario se complica cuando hay déficit de viviendas, tanto de protección oficial como de venta libre,...

...según el colegio de Arquitectos hay una falta de aproximadamente 9.000 viviendas anuales”.

Quien tiene una vivienda, tiene un tesoro

Qué alegría recorrió mi cuerpo cuando leí que mi ciudad es la mejor del mundo para vivir, independientemente de quien lo haya dicho, la noticia ha volado y empieza a generar sombras.


Hace un par de semanas, me desplazaba a una reunión y decidí ir en taxi ya que el tiempo para llegar era muy justo, y tener que buscar aparcamiento, suponía un gran retraso. En el camino me gusta intercambiar opiniones con los diferentes taxistas, los cuales son de diferentes colores políticos, en este caso no le pregunte su afinidad política, él me saco un tema muy candente y que considero puede ser el principio del erróneo concepto de la turismofobia. Su discurso se basaba en la siguiente afirmación: “a los malagueños nos están echando de Málaga”.

A mí me sorprendió tan dura afirmación, la cual provocó en mí una serie de dudas sobre el culpable de la situación, para el taxista el culpable era el político. Para debatir sobre el supuesto responsable, empecé preguntándole el barrio donde vivía, él me contesto que en La Paz, la siguiente pregunta que le hice fue el precio que pago por su vivienda, el me contestó rápidamente y me dijo que unos 150.000 euros, tras esta respuesta le hice la siguiente pregunta: ¿si yo le digo que le doy el doble, 300.000 euros, usted que haría?, su respuesta fue aún más rápida y concreta, se lo vendo, mi siguiente reflexión fue decirle que acababa de vender su alma al diablo, ya que si pretendía buscar algo mejor que la vivienda que disfrutaba, ya no lo encontraría en esta ciudad, porque como él actuaba la gran mayoría del ser humano, y sus vecinos harían lo mismo, por lo que por ese precio seria muy complejo encontrar oferta de mejor calidad en la ciudad, y su destino sería los pueblos de la periferia, por ahora. Ante esta afirmación, él me dijo; hombre visto así, tiene usted razón.

Esto me recordaba a cuando éramos niños y nos costaba reconocer nuestros actos desafortunados, como cuando rompías un jarrón en casa y nadie te veía, la culpa era de cualquiera menos de ese niño travieso. Por lo visto seguimos teniendo un niño dentro, que nos hace desviar la atención de la situación real, hacia un mundo donde la culpa es siempre de un tercero.

Antes teníamos la vivienda con fines turísticos como elemento de inversión para ir desplazando a la población de zonas de alto nivel turístico, generalmente los centros de las grandes ciudades y primera línea de litoral, pero ahora nos juntaremos con aquellos que quieren vivir en el mejor lugar del mundo, y el escenario se complica cuando hay déficit de viviendas, tanto de protección oficial como de venta libre, según el colegio de Arquitectos hay una falta de aproximadamente 9.000 viviendas anuales.


Buscando la parte positiva de todo esto, me lleva a pensar que la despoblación del mundo rural llega a su fin, ya que es el lugar que tendrán los malagueños que vendan sus almas, y busquen algo mejor de lo que tenían para poder vivir sin salir de la provincia.

Esta solución estaría bien, siempre que hubiera infraestructuras que comunicasen de forma sostenible los municipios del interior con las zonas de alto índice laboral, y en consecuencia podríamos repoblar. Pero desgraciadamente la EXPO y sus dineros, no han llegado, luego el retraso para hacer dichas infraestructuras, se prolonga en el tiempo.

Cuando me pongo en la situación de un europeo recién jubilado y con alta remuneración, y lee la noticia que dice: en Málaga la Bella se vive como en ningún lugar de este planeta, me plantearía vivir en ella aunque solo fuese la mitad del año (6 meses) lo necesario para no tributar en este país. Para ello puedo recurrir a dos opciones, la primera sería el alquiler, y la segunda la compra de una vivienda, esta segunda dependerá del país de origen a la hora de como tributar. La opción del alquiler, esta disparada en precio para el malagueño, pero no para un europeo, por lo que aquel que haya comprado una segunda vivienda para rentabilizar, esta de suerte.

Al resto de la población que sea propietario de una vivienda y no quiera irse a vivir a un municipio de interior, no sigan los pasos del taxista, atrinchérense en sus casas y no abran la puerta a ninguna propuesta, ya que llevan en la mirada el símbolo del dólar y les robaran el alma. La ventaja que existe, es que aún no se ha quejado ningún notario sobre la intimidación y obligación de los compradores de vivienda hacia los pobres ciudadanos para que vendan sus viviendas.

He visto como las ciudades cambian, influido directamente por factores económicos, la rentabilidad. Cuando estudiaba en Sevilla la gran parte de la población estudiantil repatriada, vivía en el centro de la ciudad, ya que no era funcional para aquellos que querían vivir en torno al coche, no podían aparcar en su edificio y las plazas de aparcamiento públicas eran muy limitadas, luego los estudiantes éramos una solución perfecta para conseguir la rentabilidad. La demanda y las soluciones adaptadas por los ciudadanos, son más ágil que la respuesta que da la administración con los documentos rígidos como los Planes Generales de Ordenación Urbana, y que su modificación suponen 10 años de tramitación.

Eso sí, la ilusión por vivir en la mejor ciudad de mundo es como la de ese niño al que le dicen que sus juguetes son los mejores, aunque a los juguetes le falten piezas, pues esa ilusión no me la quita nadie.

Puede leer aquí anteriores artículos de Luis Callejón