Durante la gobernanza del Ayuntamiento, que amenaza con revelarse eterna, la cronología de la relación entre el Partido Popular de Málaga y el Guadalmedina es la historia de un delirio propio de los más caprichosos emperadores de la Antigüedad”

OPINIÓN. 
La grieta. Por Alejandro Díaz
Periodista

30/09/21.
Opinión. El periodista Alejandro Díaz escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el río Guadalmedina: “Francisco de la Torre y los suyos han sido fieles a la filosofía urbanística que vienen practicando en Málaga durante más de dos décadas; aquella que responde al mito atribuido al rey de los Hunos, Atila, quien se jactaba de que por donde pisaba...

...su caballo, Othar, no volvía a crecer la hierba. El desbroce del Guadalmedina es un ejemplo”.

Francisco DMAX Torre

Hace unas semanas vi un vídeo en el que la viceportavoz de la confluencia entre Izquierda Unida y Podemos en Málaga (Adelante Málaga), Remedios Ramos, denunciaba la actuación del Ayuntamiento para, supuestamente, adecentar el Guadalmedina. La toma fue grabada desde el puente de Armiñán el pasado día 3. El ruido de la obra es más que perceptible. Mientras escuchaba las declaraciones de Ramos, mi atención se fue focalizando de forma casi hipnótica en la maquinaria pesada que provocaba aquellas estridencias: excavadoras, taladradoras y apisonadoras trabajaban a pleno rendimiento, como si hubiesen localizado una mina de oro.


El río se había naturalizado en el último año pandémico, con la consecuente repoblación de fauna y flora. Dicho así, es cierto que suena un tanto idílico. Incluso fantasioso, diría. Ojalá todo fuese tan sencillo como dejar a la naturaleza hacer su trabajo. La presencia de ratas, de insectos, de maleza, de basuras, de patinetes de alquiler y carritos de supermercado abandonados en aguas estancadas también conforman un paisaje que trae de cabeza a los vecinos en cuyas viviendas, día sí y día también, penetran el hedor y los bichos, malos frutos de una insalubridad que, lógicamente, hay que atajar. También, y no es un problema menor, estas labores de mantenimiento son necesarias por seguridad pública: el riesgo de inundación ante una borrasca es potencialmente mayor para la ciudad cuando se dejan los ríos, arroyos y torrentes sin cuidados.


Las diferencias nacen sobre cómo actuar y en eso Francisco de la Torre y los suyos han sido fieles a la filosofía urbanística que vienen practicando en Málaga durante más de dos décadas; aquella que responde al mito atribuido al rey de los Hunos, Atila, quien se jactaba de que por donde pisaba su caballo, Othar, no volvía a crecer la hierba. El desbroce del Guadalmedina es un ejemplo: el gobierno local actuó sin distinguir un ladrillo de un matorral o una garcilla de una rueda. Arrasó con toda la vegetación y, tras el espectáculo, sólo quedó tierra que remataban las apisonadoras. Faltó, como sucede en algunos tramos, culminar con pavimento para asegurar que todo fuese hormigón. Porque ésta no es una historia de la fiebre del de oro, sino del hormigón: el bien más preciado por el Partido Popular.

Como advirtieron diversos expertos, el coordinador federal de Aguas de Ecologistas en Acción, Santiago Martín Barajas, y la propia Ramos en el citado vídeo, la retirada indiscriminada de la vegetación no hace sino incrementar el riesgo de que el Guadalmedina se convierta en un río desbocado donde el agua fluya a mayor velocidad en caso de lluvias intensas. No en vano, una de las funciones de las plantas ante una corriente es precisamente la de frenar el desplazamiento de tierras.

Todo el episodio narrado puede parecer anecdótico, pero es sólo la punta del iceberg. Hay ingentes cantidades de dinero público en juego desde antes del (ya no tan) nuevo milenio para adjudicar a constructoras privadas un megaproyecto para el Guadalmedina, cuya problemática va mucho más allá de las tareas de mantenimiento. Sí, en el fondo hay algo de mina de oro en forma de ‘ladrillazo’ en ese río y también de obstinado en la mente del todavía regidor. De la Torre ha hecho históricamente del Guadalmedina uno de sus principales reclamos de campaña para renovar su mandato, elección tras elección, desde su llegada a la alcaldía en el año 2000. Lleva décadas decidido a embovedar tramos del río. Una idea faraónica que ya formuló su predecesora y ex concursante de Masterchef, Celia Villalobos, cuando el actual alcalde era (¡oh, sorpresa!) concejal de Urbanismo.

Desde la década de los noventa hasta la actualidad, las inclemencias de la realidad han impedido materializar tal aberración; en gran medida, por la inviabilidad objetiva del proyecto y, en parte, por la oposición con la que ha ido chocando. Entre ella, esa burocracia de la que tanto se quejan los partidarios de reducir el estado al mínimo denominador y gracias a la que hoy los malagueños no tenemos, por ahora, que lamentar el atentado ambiental que hubiese supuesto dar rienda suelta a la imaginación de un señor al que se le antojó soterrar el río que cruza su ciudad. El bueno de Atila y su caballo Othar, a su lado, se quedan a la altura de afables horticultores.


Durante la gobernanza del Ayuntamiento, que amenaza con revelarse eterna, la cronología de la relación entre el Partido Popular de Málaga y el Guadalmedina es la historia de un delirio propio de los más caprichosos emperadores de la Antigüedad. Los populares han ido modificando sus pretensiones iniciales con ideas cada vez más peregrinas. La última, de este mismo año, está cifrada en 250 millones de euros y contempla el soterramiento de dos laterales del Guadalmedina y la edificación de ‘puentes plaza’ (de grandes dimensiones), entre otras lindezas. Basta con recordar que el nada ambicioso, incluso modesto, puente del CAC fue derribado por seguridad hace poco más de un año debido a su deterioro (y así sigue). Un indicador que nos sirve para comprender qué herencia dejarían los ‘puentes plaza’ y los embovedamientos fluviales a las futuras generaciones.

Pero no va a ocurrir por lo mismo que no ha sucedido hasta hoy. Es más, esta vez hay incluso más motivos. Veamos. Ni siquiera está recogido en los presupuestos municipales del presente ejercicio. Dice De la Torre que es porque está buscando financiación. De la Junta de Andalucía y de los fondos europeos. Es cierto que sería una buena tarta para repartir entre los de siempre, desarrollismo del de toda la vida, pero el alcalde, en sintonía con la dirección estatal y regional de su partido, no se ha enterado aún de que los fondos que está liberando la UE para la recuperación de la crisis de la Covid (‘Next Generation UE’) no tienen nada que ver con los fondos de cohesión que recibió España durante gran parte de la década de los noventa y primeros años del dos mil; aquellos que, con la Ley del Suelo aprobada por José María Aznar y la falta de fiscalización de las instituciones europeas, fueron dilapidados por el condenado ex ministro de Economía (el mejor de la Historia), Rodrigo Rato, en alimentar una burbuja inmobiliaria que nos explotó en la cara y de la que aún no nos hemos recuperado.

Para optar a dichos fondos, hay condiciones innegociables y una de ellas es que sean proyectos vinculados a la sostenibilidad y la transición ecológica. Y soterrar un río igual va a sonar un poco a chufla en la UE. Si el alcalde leyese EL OBSERVADOR, podría ahorrarnos a los malagueños más dinero dilapidado en cargos de confianza y un nuevo bochorno ante Europa tras la candidatura de la capitalidad cultural. No va a soterrar ningún río con los fondos ‘Next Generation UE’. Se lo adelanto en exclusiva. No se lo voy a facturar porque creo que el periodismo es también un servicio público y defiendo su responsabilidad social. Que me disculpen los posibles candidatos a ampliar la generosa nómina de asesores del regidor; nada más lejos de mi intención que jugar con su pan, pero es que hace ya tiempo que tengo la sensación de que son ellos quienes están jugando con el de todos.

Ecologistas en Acción y Adelante Málaga sí han interpretado mejor de qué van dichos fondos y han articulado un proyecto para el Guadalmedina en sintonía con un futuro menos gris y más verde. A finales del año pasado, la confederación ecologista presentó una iniciativa al Ayuntamiento de Málaga y la Junta de Andalucía para renaturalizar el Guadalmedina. Está respaldada por Adelante Málaga, que refrendó su apoyo en una comparecencia conjunta el pasado día 19. Ramos, por parte de Izquierda Unida Málaga; Paqui Macías, de Podemos Málaga, y Martín Barajas, de Ecologistas en Acción, detallaron la iniciativa tras las lamentables imágenes del susodicho desbroce.

Juntos presentaron un estudio que explica que la capacidad del Embalse del Limonero permite mantener un caudal todo el año, lo que contribuiría a reforestar el cauce del río, con un impacto ambiental positivo en toda su extensión. El plazo de ejecución sería de un año para que fluyera el agua de forma continuada y de hasta tres años para que creciesen los árboles y se asentase el ecosistema. El coste total del proyecto sería de 4,5 millones de euros, de los que el 95 por ciento quedaría sufragado por el propio Estado, cuyos Presupuestos Generales vigentes ya incluyen 60 millones de euros de los fondos europeos destinados justamente a iniciativas como ésta: para la renaturalización de ríos.

El plan no sólo es factible, sino que ya es un hecho consumado en distintos puntos del planeta, incluida esta España nuestra. Nada nuevo bajo el sol. Un ejemplo cercano en tiempo y espacio se encuentra en el madrileño río Manzanares, cuya renaturalización ha sido un éxito ambiental reconocido con el premio de la Federación Española de Municipios este mismo año. La calidad de vida de los vecinos ha mejorado, la fauna y la flora han vuelto y ahora es un río vivo. Es naturaleza.

Sorprende que el Partido Socialista de Málaga aún no se haya pronunciado con claridad y sus posicionamientos a lo largo de estas décadas respecto al Guadalmedina hayan sido errantes. Ojalá sea cierto aquello que declaró recientemente su portavoz municipal, Daniel Pérez, de que está practicando “la escucha activa” y que va a “repensar Málaga”. Él, mejor que nadie, debe saber que el actual Gobierno de España cuenta con un Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico, cuya responsable, Teresa Ribera, es de su mismo partido. Qué menos que el líder local de la oposición inste al alcalde a mirar al Guadalmedina con las lentes del siglo XXI y no con las del XX. Qué menos que demuestre estar en sintonía con las frecuencias que llegan desde el mismísimo epicentro de Europa.

Ahora que el ex vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, ha puesto de moda que los cargos electos se pasen a trabajar a los medios de comunicación, igual lo próximo que presente De la Torre no sea un programa político, sino uno televisivo. Como la nueva temporada de ‘Megaconstrucciones’, del canal temático DMAX. Allí podría realizar simulaciones de grandes rascacielos de dudosa legalidad ubicados en enclaves poco apropiados, mamotretos hoteleros que comprometan la trayectoria de reconocidos arquitectos en el ocaso de su carrera, montar un espectáculo de luz y sonido por toda La Amazonía, tapar el Partenón para construir algo encima sin tener muy claro qué, privatizar el aire y hasta soterrar océanos enteros. Y quizás lo más importante: las simulaciones, inocuas, las encargaría a su equipo técnico, por lo que dispondría de más tiempo para asistir a actos con franquistas sin hacernos pasar la vergüenza ajena de ser el representante de todos los malagueños. Todo fluiría como agua de río.