“Existe ya suficiente literatura científica que explica lo que el común de los mortales ya padece en su día a día: que la meritocracia es una mentira”
OPINIÓN. La grieta. Por Alejandro Díaz del Pino
Periodista
13/10/21. Opinión. El periodista Alejandro Díaz del Pino escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre riqueza, poder, oligopolios y servicios públicos: “Los poderosos S.A. controlan el poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Los poderosos S.A. tienen nombres y apellidos; muchos de ellos son reconocibles por haber creado verdaderas dinastías que se...
...reproducen en las instituciones, en el callejero urbano, en la jefatura del estado, en los tribunales, en los medios de comunicación, en los consejos de administración de las grandes empresas”.
Los poderosos S.A.
Son muy pocos, pero no necesitan presentarse a unas elecciones para llegar al poder. Ellos no llegan, porque siempre están, porque siempre han estado, porque ya lo detentaban sus padres y sus abuelos y sus bisabuelos. El poder lo heredan Los poderosos S.A. y determinan el funcionamiento de los estados: también el de las democracias liberales, como la española. Los poderosos S.A. controlan el poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Los poderosos S.A. tienen nombres y apellidos; muchos de ellos son reconocibles por haber creado verdaderas dinastías que se reproducen en las instituciones, en el callejero urbano, en la jefatura del estado, en los tribunales, en los medios de comunicación, en los consejos de administración de las grandes empresas. No hablo de la Edad Media, sino de la distopía del neoliberalismo una vez convertida en una realidad a la que asistimos cada mañana cuando despertamos, como quien visiona en bucle una burda película de ciencia ficción postapocalíptica. Ante este contexto degradante para cualquier persona con una conciencia mínima de sus Derechos Humanos, los gobiernos pueden actuar únicamente en dos direcciones en mundo globalizado: como contrapoder o como cómplices.
El 53,8 por ciento de los milmillonarios en España consiguieron su riqueza con la firma de una herencia. Es un dato de un estudio publicado en 2016 por el Peterson Institute for International Economics (PIIE), cuyo fin no era desmontar el mito de la meritocracia, sino todo lo contrario: concluye que la riqueza proviene cada vez más de méritos propios y no de herencias. No deja de ser poco alentador para los defensores del “si quieres, puedes” que una investigación que trata de evidenciar que existe una mayor redistribución de la riqueza refleje cifras tan medievales como que más de la mitad de los milmillonarios de un país son herederos.
La palabra clave es “desigualdad”. Existe ya suficiente literatura científica que explica lo que el común de los mortales ya padece en su día a día: que la meritocracia es una mentira, como demuestra el estudio sobre la situación en España ‘Desigualdad de oportunidades. Nuevas visiones a partir de nuevos datos’, y que resumen y explican sus autores en un reportaje del diario Nius. Toda tu generación, las que la suceden y las que las preceden no tienen garantizadas el acceso al alquiler de una vivienda a pesar de contar con una nómina y a pesar de lo que afirme el candidato errante del Partido Popular, Pablo Casado.
“Los trabajadores que cobran el salario mínimo interprofesional (SMI) no se pueden permitir alquilar un piso en ninguna provincia de España. Es la contundente conclusión del cruce de datos entre las nóminas más bajas y el coste mensual de la vivienda que fija el sistema estatal de índices de referencia de precios de alquiler desarrollado por el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana”. Así comienza el reportaje elaborado por la periodista Cristina Alonso para el diario La Información el pasado 25 de febrero. Un hecho empírico, irrefutable, frente a las declaraciones de alguien que si estuviese en el Gobierno no ejercería ni de contrapoder ni de cómplice. Más bien el de un colaboracionista necesario, que es al fin el papel que su partido, fundado por herederos nunca juzgados de un régimen fascista, ha jugado a lo largo de nuestra democracia. Correa de transmisión de Los poderosos S.A. y que ahora da alas a la derecha extrema después de doscientos supuestos viajes en falso al centro político.
Los milmillonarios y los millonarios generan unas sinergias que atentan contra los más básicos principios de un estado, máxime cuando éste se define como democrático y liberal. Los primeros aspiran a comprarse un megayate más grande y para eso tributan en paraísos fiscales mientras enarbolan la bandera de la nación (que no la patria); los segundos quieren ser como los primeros, y cualquier medida que pueda amenazar algunos de sus infinitos privilegios la tachan de “intervencionismo radical”, “comunismo bolivariano” o “populismo de izquierdas”, aunque las hubiese firmado el mismísimo Keynes. Y es entonces cuando intervienen ellos sin el menor rubor. Ellos son los verdaderos intervencionistas. Intervencionistas contra la voluntad popular y los derechos de los seres humanos. Intervencionistas contra la vida. Intervencionistas particulares contra lo que democráticamente ha votado el pueblo.
Está sucediendo con el oligopolio de las eléctricas. El pasado día 6, colectivos, plataformas y partidos políticos llamaron a una jornada de manifestación frente a las sucursales de empresas eléctricas ante la extorsión descarada a la que están sometiendo a la ciudadanía. Sin ser concentraciones masivas, comprobar que las principales críticas no se dirigían contra el Gobierno sino contra las grandes energéticas, cuando hasta entonces Los poderosos S.A. habían hecho del precio de la luz una medida de desgaste continua contra los representantes legítimos, creó un poco de desasosiego en algún que otro megayate. Y no, no era por el oleaje. Los datos importan, pero la estética no es menos. Bien lo sabe Málaga, una ciudad en la que sólo puedes pasear por una calle que esté siempre limpia: una calle que desemboca en la estatua de un marqués que da nombre a la vía más popular de la capital.
No fue en la calle del marquesado, secuestrada casi todo el año de lo público por intereses privados, sino en la plaza de Babel, donde en Málaga se dieron cita frente a la sede de Endesa (empresa pública en su día) los convocados a favor de la aplicación del artículo de la Constitución 128, que reza literalmente: “Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general. Se reconoce la iniciativa pública en la actividad económica”.
El mensaje llegó adonde tenía que llegar, una vez vistos los acontecimientos posteriores que se sucedieron. La ministra de Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, se reunió con el consejero delegado de Endesa sólo un día después de las concentraciones por toda España del día 6, e inició así una ronda de contactos con los respectivos representantes de las grandes del oligopolio. Es decir, con los enviados de Los poderosos S.A. Da pánico que 48 horas después de aquellas manifestaciones, la beligerante Endesa ya hubiese lanzado un comunicado afable para valorar positivamente la reunión con la ministra, de la que no trascendió nada. Todas esas empresas experimentaron sustanciales subidas en La Bolsa tras las buenas sensaciones. ¿Qué les prometió? ¿Está plegándose el Gobierno al interés de unos poquísimos (y poderosísimos) a pesar de que la ciudadanía está respaldando las iniciativas de intervención planteadas por el Ejecutivo? Sería una sonora claudicación.
El Real Decreto que propuso el Gobierno contempla una serie de medidas que hace, entre otras cosas, recaer sobre el oligopolio energético parte del coste económico de esta crisis con el fin de que el consumidor final vea reducida su factura. Es una posición completamente minimalista en cuanto a los grados de intervención posibles: el estado no nacionalizaría ni total ni parcialmente a través de participaciones ninguna de estas empresas. Pero Los poderosos S.A. tienen que defender cada día su condición, cada minuto, cada segundo —qué sentido más triste de la vida— y si sólo hay un gobierno electo enfrente y no existe suficiente poder popular organizado en las calles, en los barrios, en las asociaciones, en los sindicatos, en los partidos, en la militancia, en las plataformas, en los medios independientes, van a seguir ganando batallas culturales, y mucha riqueza heredada y libre de impuestos.
Son Los poderosos S.A. Los putos amos. Sus cotas de poder las hemos comprobado en los movimientos posteriores a aquellos días. El fichaje de un político absolutamente mediocre y fuera de juego, enemigo de Pedro Sánchez y tertuliano de Ferreras (ese periodista que le debe una cena a Villarejo), como el del ex portavoz socialista en el Ayuntamiento de Madrid, Antonio Miguel Carmona (¡vivan las naumaquias en El Retiro!), por parte de Iberdrola es una operación que apesta a cloaca: mover a una marioneta para provocar al espectador con una demostración más de prepotencia.
Vayamos a lo serio. Vaciar pantanos, sugerir cierres de nucleares y desinversiones en renovables no pueden formar parte de ninguna negociación entre un gobierno que dice representar a las gentes y un oligopolio dispuesto a seguir repartiendo dividendos, obteniendo beneficios milmillonarios y otras prácticas que son de clara inspiración abusiva por no decir mafiosa, mientras privan de un bien básico como la luz a miles de familias que viven en la pobreza (los defensores de la meritocracia dirán que es lo que se merecen) incluso en condiciones tan extremas como las derivadas de la borrasca Filomena. Qué avaricia. Qué falta de respeto. Qué atropello a la razón. A siglos de pensamiento, de lucha, de progreso. Cada una de esas prácticas representa un argumento suficiente para aplicar todos los elementos constitucionales para la nacionalización y la intervención inmediata del mercado por parte del estado, y que las investigaciones iniciadas contra estos desmanes perpetrados por señores que se sienten impunes no sean llevadas por la CNMV, sino por un juzgado de lo Penal realmente independiente.
Porque no es una negociación. Es un chantaje. La ministra Ribera ha preferido no hacer declaraciones públicas desde entonces, pero fuentes de medios como El Plural aseguran que está abierta a estudiar otras fórmulas. Serán, lógicamente, aún menos intervencionistas que la propuesta vigente; un tanto para Los poderosos S.A. y un motivo para que la sociedad se movilice también contra el Gobierno y no sólo contra el oligopolio. O se desencante. Por aceptar un insulto tan absolutamente obsceno a las gentes que representa y que han sido pacientes hasta decir basta, como lo están siendo con la derogación de la Ley Mordaza o la Reforma Laboral de M. Rajoy.
Ceda o no finalmente a la presión del oligopolio, la ministra Ribera ha demostrado una enorme debilidad. Queda por ver si mantiene, qué menos, las medidas anunciadas y pactadas, aunque esas reuniones nunca son inocuas como demuestran los índices bursátiles. Vivimos tiempos de cambios de paradigmas frente a teorías como el neoliberalismo y educativas como la de la meritocracia. La UE se aleja de las políticas austericidas para implementar políticas expansivas. Los partidos neoliberales pierden terreno, aunque las amenazas fascistas permanecen. Volvamos a lo estético: un economista que demostró que la subida del SMI no perjudica a la creación de empleo acaba de recibir el Premio Nobel. Aviso a navegantes de megayates. A quienes ven mal que se regule el precio del alquiler a los grandes propietarios, pero lo de subir el SMI les parece siempre un tema muy complejo.
Practiquemos también la autocrítica. La sociedad española no puede enfrentar los problemas estructurales de un estado disfuncional (40 por ciento de paro juvenil, por ejemplo) individualmente, desde la queja y la sensación de que todo es lo de siempre. Limitarse a votar, quien lo haga, cada pocos años no va a modificar las profundas desigualdades e injusticias de nuestro tiempo, que siempre es ahora. Eso sólo genera soledad e indefensión. Frustración. Porque están Los poderosos S.A. perfectamente organizados desde hace décadas con sus entramados de ‘offshore’ y donaciones saudíes o cataríes. Una curiosidad: en esta profesión, hay periodistas sin sindicar que desconocen que existe la Patronal de la Prensa Escrita. Los Poderosos S.A. están más y mejor organizados: unos extorsionan estados, otros evaden impuestos, muchos financian a la extrema derecha o algunos van a la Convención del Partido Popular, aun a riesgo de salir acusados de corrupción días después por su ‘ejemplar’ pasado.
Pero sucede que cuando nos organizamos a través de la sociedad civil, Los poderosos S.A. lo son menos. Menos poderosos y menos anónimos y menos impunes. El nivel de trabajadores sindicados en España apenas supera el 10 por ciento. El tejido asociativo es difuso. La militancia política sigue estando mal vista e, incluso, señalada. La canalización de la masa crítica hacia objetivos comunes es el principal desafío para influir en los diferentes frentes, incluidas las instituciones y los gobiernos. Necesitamos más espacios de convivencia, cooperación y toma de decisiones. Sólo así una sociedad que asuma el liderazgo de un nuevo tiempo puede resistir ante el ataque furibundo y las presiones de quienes atomizan la riqueza a cambio de extraerla de lo común.
Existen argumentos, datos objetivos, experiencias y voces suficientes como para entender que un mundo más justo, sostenible y redistributivo para la inmensa mayoría de las personas no sólo es posible, sino imperativo para la supervivencia del propio planeta, para la condición humana y para la vida. No vamos a desayunar langosta en un megayate por puro determinismo social (y buen gusto) ni seremos jefes del estado por obra de un dios, pero sí es posible que este invierno pasemos serias dificultades para pagar la luz, un alquiler y cubrir las necesidades básicas a pesar de tener una nómina. Qué decir si no entran ingresos. Las redes familiares y de apoyo son cada vez más vulnerables tras la Gran Recesión de 2008 y la gestión posterior que se hizo.
Los servicios públicos están muy deteriorados porque Los poderosos S.A. llevan mucho tiempo pagando su fiesta con los beneficios extraídos de expoliar la salud pública, las empresas públicas, la educación pública, el suelo público, los recursos públicos y todo lo público, por más que atañan al bien de todas las personas y a la buena salud física y mental de una sociedad. El 10 por ciento más rico de la población española concentra hoy más riqueza que todo el 90 por ciento restante. Ya sabemos cómo lo han conseguido mayoritariamente: sin mérito y con prácticas de dudosa legalidad. Toca redistribuir progresivamente y eso implica intervenir, intervenir en todas sus acepciones y esferas de la cosa pública sin miedo. Llegar al consenso de que urge cumplir la Constitución y la Convención Europea de los Derechos Humanos sería un buen punto de partida que mejoraría sustancialmente la vida en su expresión material pero también esencial. Tenemos identificados muchos de los problemas estructurales y se están logrando avances. No es momento de egos, sino de pensar y actuar (sobre todo, lo segundo) en común para defender y mejorar lo que es de todos. Sabemos que ningún gobierno va a hacerlo por nosotros si nosotros no somos también poder. Es hora de reconciliarnos, ser generosos y converger para que eso de “poner la vida en el centro” no sea un eslogan político y mucho menos un lujo exclusivo de Los poderosos S.A.