“El consejero responsable de la cartera, Jesús Aguirre, se ha prodigado por hospitales y eventos patrocinados por farmacéuticas para defender las bondades de la sanidad privada”

OPINIÓN. La grieta. Por Alejandro Díaz del Pino
Periodista

22/12/21.
Opinión. El periodista Alejandro Díaz del Pino escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la gestión de la Sanidad: “¿Qué ha hecho el gobierno andaluz de Moreno Bonilla apoyado por la derecha extrema? Las más recientes maniobras han sido no renovar el contrato a miles de sanitarios del Servicio Andaluz de Salud y mantener la Atención...

...Primaria colapsada”.

La Sanidad Pública Andaluza no es negociable

Es cierto. Hay quien siempre encuentra un culpable ante cualquier desgracia o no duda en utilizarla para atizar a los demás. Sin embargo, cuando uno ha cumplido escrupulosamente con todas y cada una de las medidas que han ido tomando sus dirigentes y se enfrenta a una nueva situación de calamidad, previsible, por la pandemia, sí es saludable apuntar a los responsables.


La sociedad española ha hecho su trabajo: se ha confinado cuando se le ha mandado, ha guardado las restricciones y, sobre todo, se ha vacunado de forma masiva. La pregunta, retórica, es si nuestros representantes han hecho su trabajo. La respuesta al test es negativa. Nunca me voy a cansar de defender nuestro sistema público de salud. Quizá nunca llegó a ser uno de los mejores del mundo, quizá nos creímos ese mantra sin contrastar la máxima. Pero de ahí a utilizar una pandemia para desmantelarlo y cuartearlo para intereses privados hay algo más que formas distintas de gobernar: estamos ante la ruptura de uno de los principios fundacionales de nuestro sistema democrático.

Si el sistema público de salud no da una cobertura digna a todas las personas que residen en España, no es por una cuestión económica, sino ideológica: de una ideología muy extrema que está relacionada con el decadente neoliberalismo y los neofascismos. Dos años muy duros de pandemia mundial han puesto delante del espejo las carencias de nuestra Sanidad Pública, que no da abasto. Hay quien dice que es por la dejadez de nuestros gobernantes. Yo creo que es más bien por su empeño explícito en desmantelarla.


Tenemos los casos de Isabel Díaz Ayuso, en la Comunidad de Madrid, y de Juan Manuel Moreno Bonilla, en Andalucía. Pero lo cierto es que el problema es de fondo y viene de lejos: se podría trazar un punto de inflexión en el primer gobierno de M. Rajoy y aquella década de austericidio. Muchos hemos visto de cerca cómo compañeros, familiares o conocidos migraban a países como Reino Unido para ejercer la Enfermería. Un sistema académico público, el español, que formaba a grandes especialistas para ser después maltratados en bolsas de trabajo, penalizaciones y contratos cada vez menos ajustados a la relevancia de su desempeño para el correcto funcionamiento de una sociedad.

En resumen, de las universidades españolas egresan muchos de los mejores enfermeros y médicos del mundo para que su talento se lo apropien los sistema sanitarios de otros países. ¿Dónde se rompe la cadena? En el tránsito al sistema público de salud. A día de hoy, Moreno Bonilla presume de superávit, pero dice que la administración que gobierna, la Junta de Andalucía, no cuenta con liquidez para reforzar la Sanidad. Miente entonces. Díaz Ayuso es más clara y no esconde que está completamente decidida a continuar con el modelo privatizador de Esperanza Aguirre y seguir tomando cañas, aunque sea en las interminables colas de los centros de salud madrileños.

Vayamos, entonces, no a los culpables, pero sí a los responsables. Las competencias sanitarias corresponden a las comunidades autónomas. ¿Qué ha hecho el gobierno andaluz de Moreno Bonilla apoyado por la derecha extrema? Las más recientes maniobras han sido no renovar el contrato a miles de sanitarios del Servicio Andaluz de Salud y mantener la Atención Primaria colapsada. Mientras tanto, el consejero responsable de la cartera, Jesús Aguirre, se ha prodigado por hospitales y eventos patrocinados por farmacéuticas para defender las bondades de la sanidad privada.


Un cóctel que puede resultar mortal para mantener el control durante una pandemia. Es ahora, con la subida récord de contagios por la nueva variante Ómicron, cuando no sólo Moreno Bonilla finge llevarse las manos a la cabeza. El esperpento parece generalizado. Porque quién iba a prever que con un cuerpo de sanitarios públicos completamente mermado y precario las posibilidades de que el sistema volviese a colapsar ante una nueva ola eran muy altas. Qué sorpresa, ¿no?

Sin medidas de rastreo, sin test a precios populares, sin apenas acceso a los centros de salud desde hace meses y sin personal para haber llegado a la Navidad con la tercera dosis de vacunación puesta, la gestión de esta sexta ola en pleno proceso explosivo se complica. Y no es de recibo. En primer lugar, para los profesionales de la Sanidad Pública, que bastante soportan. En segundo lugar, para la población, que ahora tendrá que enfrentar, como ya sucede en Cataluña, medidas de contención después de estos angustiosos años. Echar el freno de mano es una solución a la desesperada, cuando las distintas administraciones podrían haber hecho mucho más.

Ahora, antes de aplicar las restricciones verdaderamente efectivas, es momento de ocurrencias para ganar tiempo. El pasaporte covid se ha mostrado completamente ineficaz para frenar los contagios. Sí ha sido útil para fomentar la vacunación en países donde el porcentaje de personas inmunizadas era muy inferior al de España. La obligatoriedad de la mascarilla en exteriores es otra medida homeopática. No frena los contagios. Quizás hubiese sido y será más útil que el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre Prados, dejase de sermonear por la mañana a la población para invitarla por la noche a que disfrute de espectáculos de luces en grandes aglomeraciones, como las vividas en calle Larios. O a las que hemos asistido, atónitos, en la plaza Uncibay.


También se equivoca el Gobierno central, que ha proclamado varias veces aquello de que “España ha vencido a la pandemia”. ¿Cómo va a vencer un estado una pandemia de carácter mundial? Todos los expertos, incluida la propia Organización Mundial de la Salud, llevan pidiendo desde el inicio de la pandemia que se trabaje para vacunar a toda la población del mundo. Las farmacéuticas, en lugar de liberar sus patentes, algo que aceleraría y facilitaría la llegada de vacunas (y la optimización de las mismas gracias al conocimiento compartido) no sólo a los países ricos.

Pareciera que la estrategia de las diferentes administraciones fuese la búsqueda de la inmunidad de rebaño a través de las vacunas, pero también de los contagios. Mal negocio ése, pienso. Al menos, por ahora, mientras Atención Primaria, hospitales y UCI corran riesgo de saturar ante repuntes y nuevas variantes. Llegado ese punto, las restricciones ya no son negociables, pero sí cuestionables en tanto que no se han puesto los medios necesarios para evitarlas.

¿Cuáles son estos medios? ¿Llevar una mascarilla FFP2 mientras vas dando un paseo por una calle poco concurrida? No. Los medios son buenos convenios y buenas condiciones para los profesionales del sistema público de salud. Darles motivos a quienes migraron para que regresen. Darles todos los cuidados que merecen, prevenir los riesgos laborales y una nómina a la altura de su trabajo.

Muchos sanitarios andaluces ejercen en estas fechas su derecho a vacaciones. Ya hay quien vuelve a señalarlos. Los mismos que no entienden que los aplausos no llenan la nevera ni reparan ni hacen del trabajo una parte más de la vida y no la vida entera. Los centros de salud permanecerán saturados, no porque los sanitarios sean sospechosos de falta de sacrificio, sino porque el presidente Moreno Bonilla y su consejero Aguirre no han contratado al personal de refuerzo que permitiría desenmarañar la Atención Primaria. ¿Estarán los hospitales preparados, tal y como recomendó la OMS ante el comportamiento de la variante Ómicron hace dos semanas? No, no lo creo.

Circula también la idea de que todos nos vamos a contagiar en algún momento de la vida de covid, y puede que sea cierta. La cuestión es cuándo. No es lo mismo hace un año sin vacunas que ahora con vacunas, igual que no será lo mismo hacerlo ahora con sólo dos dosis que en un futuro muy cercano cuando adquiramos mayor inmunidad y existan medicamentos retrovirales de alta efectividad. Con el tiempo, las vacunas y los tratamientos habrán llegado a todas las partes del planeta, lo que será una buena noticia para reducir el número de mutaciones como Ómicron, cuyo mero anuncio ya puso en jaque todos los datos macroeconómicos de muchos los países, especialmente, de aquellos donde el turismo y la hostería tienen un mayor peso.


Y remitirá al fin la pandemia más pronto que tarde. Pero la Sanidad Pública no está únicamente al servicio de la covid. Son muchas las necesidades asistenciales que ahora mismo no se están prestando, entre ellas la de la otra pandemia, la de la salud mental. Las carencias las padecen los enfermos crónicos, quienes no han tenido un diagnóstico temprano, quienes tienen que ser intervenidos o quienes sencillamente desean realizar una consulta a su médico de familia.

El acceso a un sistema público sanitario de calidad ha sido un consenso sobre el que se ha sustentado la democracia española hasta la ya citada década del austericidio pilotada por M. Rajoy: desde la derecha a la izquierda, desde los de arriba a los de abajo y desde todas las clases sociales. La Sanidad Pública española es un logro del que he visto presumir a generaciones enteras, y no es para menos. En España, quien tenía un seguro privado, lo tenía para agilizar las pruebas. Si el diagnóstico era grave, del rico al pobre, todos preferían la pública porque allí es donde estaban los mejores medios y profesionales. Y así debe seguir siendo: buenos medios y buenas condiciones para nuestros profesionales. Porque lo contrario sería defender que el rico tuviese más derecho a la salud que el pobre. Es decir, romper con uno de los más elementales principios de nuestra Constitución.

Moreno Bonilla y su gobierno junto a la derecha extrema han quedado retratados: su modelo es privatizador. Seguirá dejando de contratar sanitarios, no mejorará sus condiciones laborales, fomentará transferir de las cuentas públicas dinero a hospitales y centros privados para derivaciones y, ante la falta de cobertura, seguirán aumentando quienes paguen, sin salirles las cuentas, un seguro privado por puro temor a quedar sin asistencia. Es el modelo de Moreno Bonilla y no lo oculta.

A mí me daría vergüenza hablar de superávit y tener la Sanidad Pública Andaluza como está, nada menos que en las primeras navidades con la población vacunada. No las disfrutaremos como merecemos por el despropósito de su gestión. Decía Moreno Bonilla que venía a cambiar las cosas tras arrebatar por primera vez el gobierno regional andaluz al Partido Socialista. Lo cierto es que las ha empeorado a pesar de que Susana Díaz no dejó el listón muy alto. Si fuese él, reflexionaría sobre por qué el electorado de derechas no puede votar en Andalucía una opción política conservadora que defienda un sistema público de salud, como sí lo hacen otras derechas democristianas en Europa. E iría preparando las maletas: su único escenario posible para mantener el gobierno andaluz sería pactar con la derecha extrema y eso, un moderado como él, seguro que nunca lo haría. Aunque por el camino que va, es posible que ni así sume. El pueblo andaluz sabe que su Sanidad Pública no es negociable.

Yo pasaré la Navidad en casa y evitaré reuniones en interiores por segundo año consecutivo. Es lo que creo que debo hacer. Otros sí os reuniréis. Hacedlo con el máximo cuidado, sin juzgar a nadie. Debemos bajar la crispación entre nosotros. Todas las opciones en este contexto son respetables y están justificadas. Lo que sí me gustaría es que siguiésemos pidiendo responsabilidades a nuestros dirigentes. En unos meses, los políticos andaluces rendirán cuentas en las urnas y ya sé, al menos, dónde no irá mi voto. Nos leemos el próximo miércoles 12 de enero. Pasen, hasta entonces, una feliz Navidad. Que 2022 les devuelva algo de lo perdido estos años. Salud y suerte.

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