“Moreno comparte muchas más semejanzas de las que aparenta con Díaz Ayuso. Ambos fueron investidos gracias a los votos de la extrema derecha. Ambos han adjudicado contratos a empresas en las que trabajan personas cercanas. Ambos cuentan en sus territorios con cargos de responsabilidad que les han salido ‘ranas’”
“El gobierno andaluz acumula condenas por los ‘contratos exprés’ que ejecutó durante la pandemia, y la Guardia Civil ya detuvo a un miembro de su ejecutiva (presidente Diputación de Almería) por cobrar mordidas en la compra de mascarillas. Y, sobre todo, ambos debilitan lo público para beneficiar a lo privado: ya hablemos de Sanidad o de Educación”
OPINIÓN. La grieta. Por Alejandro Díaz
Periodista
23/01/22. Opinión. El periodista Alejandro Díaz escribe en su colaboración habitual para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre los problemas que tiene en la actualidad planteados el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno Bonilla. Tanto los derivados de la situación bochornosa de su popular partido, como los más reales y cercanos que...
...tiene en Andalucía, que son los que de verdad deben ocuparle. Como la terrible situación de decadencia de la Sanidad Pública andaluza, que ha provocado que el pasado fin de semana tuviera lugar una manifestación que recorrió las capitales andaluzas en la que los ciudadanos exigieron una Sanidad Pública de calidad. Tuvo gran repercusión social, acudiendo miles de andaluces y por ende miles de malagueños.
Todos los problemas de Moreno Bonilla están en Andalucía
Una enorme cortina de humo sacude la política española: el Partido Popular se ha roto a nivel estatal para saber qué parte de la ‘familia’ aspirará en un futuro a ser condenada por corrupción, laminar los derechos de los trabajadores e implementar una nueva regresión social cuando la derecha regrese a Moncloa. A pesar de los sesudos análisis en los medios, la realidad siempre acostumbra a ser más sencilla: no hay diferencias estratégicas, ideológicas, tácticas ni programáticas entre los diferentes actores enfrentados.
El Partido Popular busca tapar, básicamente, tres hechos graves, acontecidos en apenas un mes. El primero fue el fallido golpe de transfuguismo chusquero que intentó perpetrar en el Congreso para tumbar la Reforma Laboral y que quedó en evidencia gracias a que el número tres y secretario de Organización de la formación, Alberto Casero, se equivocó en el voto. El segundo, el resultado de las elecciones en Castilla y León, donde quedó patente que el candidato Alfonso Fernández Mañueco había fracasado en su intención de gobernar en solitario y que, por el contrario, está completamente a merced de la extrema derecha. El tercero y último es un caso con indicios de corrupción por la asignación deliberada de contratos a familiares de la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
El presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, ha permanecido completamente desaparecido hasta que se ha visto obligado a pronunciarse, dado que su silencio empezaba a revelarse ya más elocuente que sus siempre previsibles palabras. Días antes, el portavoz del Gobierno andaluz, Elías Bendodo, hizo unas declaraciones que, posteriormente, replicarían los editoriales y directores de sus medios afines: “Desde el sur, desde la distancia, desde los más de 500 kilómetros que nos separan de Madrid, vemos esto desde muy lejos, sobre todo porque estamos centrados en Andalucía”. Ejem, ya.
De repente, Madrid, una ciudad situada a apenas dos horas de trayecto en AVE de Málaga, era poco menos que un recóndito lugar ubicado en las antípodas del Partido Popular de Andalucía. Y, para colmo, la principal fuente de problemas para el gobierno regional encabezado por Moreno Bonilla, un pobre hombre al que sus superiores le estaban impidiendo brillar por su excelentísima gestión como presidente de la Junta. El malagueño, como los niños pequeños, cree que cuando él se tapa los ojos los demás no le ven. Chas. “No estoy”, parece juguetear.
No es la primera vez (ni será la última) que actúa de esta forma pueril. Ya asistimos con cierto estupor a cómo se ausentaba de San Telmo para evadirse de un pleno monográfico en el que debía explicar su gestión de la crisis de la Salud Pública andaluza; eludió su responsabilidad como servidor público bajo el pretexto de ir a Castilla y León a apoyar, precisamente, a su colega Mañueco en su ya fallida campaña. “Esto es como cuando va uno a una prueba y está nerviosito perdido, que le tiemblan las piernas, y le dice: pasa tú delante que a mí me da la risa. Yo estoy así, que le he dicho: Alfonso tira tú, tú ve primero”, declaró entonces en un mitin en Salamanca.
Ya sabemos cómo acabó la cosa en Castilla y León. Moreno Bonilla, como escribió en su cuenta de Twitter la portavoz de Izquierda Unida en el Parlamento Andaluz, Inmaculada Nieto, se puso el disfraz de Houdini, uno de los mejores escapistas de todos los tiempos y, como aquel programa de los ochenta: Si te he visto, no me acuerdo. El por ahora presidente de la Junta, que hace sólo unos meses se sentía tan fuerte como para coquetear, e incluso poner fecha, al adelanto electoral en la región, sencilla y llanamente, volvió a desaparecer del mapa. Hasta que salió de su escondite en una sucesión de declaraciones, a cuál más esperpéntica.
Primero anunció la cancelación de la celebración del Día de Andalucía en Madrid, acto al que estaba invitada Díaz Ayuso. Después se pronunció en favor de la propia presidenta madrileña y de su homólogo gallego, Alberto Núñez Feijóo, para echar a Pablo Casado de la presidencia del partido. Y el pasado domingo, la traca final: Casado convocó la Junta Directiva Nacional para el 28 de febrero, Día de Andalucía. Moreno Bonilla afirmó que, si era así, no asistiría porque estaba centrado en la región. Casado respondió que se aplazaba, en tal caso, al día uno de marzo. A Moreno Bonilla tampoco le venía bien del todo. Finalmente, Moreno Bonilla ayer volvía a recular y aceptaba acudir el 28F a la reunión con los ‘barones’ de su partido en Madrid a pesar de los pesares, aunque parece que al final se ha aplazado el cónclave al martes. Lo que viene siendo no saber dónde meterse.
Todas estas maniobras de evasión, que no tendrían ningún efecto sin la necesaria complicidad de las direcciones de los medios de masas, tienen un solo fin: esconder que los problemas de Moreno Bonilla no están en Madrid, sino en Andalucía. El pasado fin de semana, decenas de miles de personas se manifestaron por todas las capitales y provincias de la región para protestar por la gestión privatizadora y deficiente del sistema público de salud andaluz. Al igual que vio en la campaña de su colega Mañueco una oportunidad de no dar la cara, Moreno Bonilla ha aprovechado la crisis nacional del PP para desviar el foco de atención con las calles llenas por las quejas contra su gobierno.
Moreno Bonilla comparte muchas más semejanzas de las que aparenta con Díaz Ayuso. Ambos fueron investidos gracias a los votos de la extrema de derecha. Ambos han adjudicado contratos a empresas en las que trabajan personas cercanas, algo que, si es legal o no, lo decidirán los tribunales, pero que parece éticamente reprobable a todas luces. Ambos cuentan en sus territorios con varios cargos de responsabilidad que les han salido “ranas”, como diría Esperanza Aguirre. Cabe recordar que el Gobierno Andaluz acumula varias condenas por los ‘contratos exprés’ que ejecutó durante la pandemia, y que la Guardia Civil ya detuvo a un miembro de su Ejecutiva (y presidente de la Diputación de Almería) por cobrar mordidas en la compra de mascarillas. Y, sobre todo, ambos debilitan lo público para beneficiar a la empresa privada: ya hablemos de Sanidad o de Educación.
Como le sucedió a Aguirre en su momento, no hay día en el que no le salgan nuevas “ranas” a Moreno Bonilla, quien dejó de hablar de adelanto electoral antes de que su partido cayera en barrena. Las encuestas internas que manejan los populares en Andalucía no les son propicias y sólo podrían retener el Ejecutivo en un escenario incierto en el que, en el mejor de los casos para ellos, se verían obligados a gobernar en coalición con la extrema derecha. Y ni así les terminan de salir las cuentas. Porque sus problemas los tienen aquí, en Andalucía. Moreno Bonilla no necesita cruzar Despeñaperros para ir a la raíz de sus males: le bastaría con haberse asomado al balcón de San Telmo el sábado.
Madrid es su nuevo traje de Houdini. Harían bien los proyectos alternativos al modelo privatizador y poco ético del actual presidente andaluz, si aprovecharan para alcanzar un acuerdo de unidad (que no de uniformidad) que les capacitase para sumar e, incluso, multiplicar el día en el que el pueblo andaluz sea llamado a las urnas. Esa jornada se acerca inexorablemente y Moreno Bonilla, como Mañueco, no ha hecho los deberes. Por eso le tiemblan las piernas. Por eso se esconde. Por eso ahora habla incluso de agotar la legislatura. Por eso se merece suspender el día del examen.
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