En el año 2020, para homenajear a Vicente Aleixandre, el Ayuntamiento colocó “un mural que replicaba aquellos versos suyos dedicados a Málaga, sólo que con errores ortográficos, gramaticales y tipográficos”
Tras avisar al Consistorio de los errores “los operarios volvieron a colocar el mural de la única forma posible que podría concluir esta historia: mal”
OPINIÓN. La grieta. Por Alejandro Díaz del Pino
Periodista
16/03/22. Opinión. El periodista Alejandro Díaz del Pino escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el mural homenaje a Vicente Aleixandre que el Ayuntamiento ha colocado mal dos veces: “Trasladados sus versos de entonces a esta Málaga de ahora, es posible que el propio autor estuviese de acuerdo con que quizás abusó de la hipérbole, de la exageración...
...e, incluso, del optimismo antropológico”.
Málaga, Ciudad del Estropicio
El poeta sevillano Vicente Aleixandre quiso mostrar su amor a Málaga en el poema Ciudad del Paraíso. Toda una declaración a una ciudad castigada entonces por los estertores de la época, pero a la que el poeta idealizó a través del imaginario de su infancia. Hace dos años, el Ayuntamiento de Málaga quiso devolverle al premio Nobel de Literatura sus generosos versos con un mural ubicado en la Travesía del Pintor Nogales, ubicada justo al costado de la antigua Aduana en dirección al Parque. Y lo hizo, cómo no podía ser de otra forma, a su manera.
“Tanta metáfora y tan poca vergüenza todos ellos”, cantan los Astrud en el tema Qué malo son nuestros poetas. Visto el resultado del mural, no cabe descartar que los responsables de perpetrar el pretendido homenaje pensasen lo mismo. Que sea todo, como se dice hoy en día, un ‘troleo’. O igual: una performance, una deconstrucción que revele que es Málaga, más que del paraíso, la ciudad del estropicio. Perdonen el ripio y la tristeza.
Todo este despropósito se gestó como sólo la administración local malagueña sabe hacerlo: de una forma tan chapucera que da incluso un poco de miedo pensar que no está mal concebido a conciencia. La idea surgió en 2017, pero no se licitó el proyecto hasta 2020. Tres años, pues. No son baladíes nunca los números. Fueron también tres, en este caso los meses, lo que tardó el poeta en ser correspondido con un mural que replicaba aquellos versos dedicados a Málaga, sólo que con errores ortográficos, gramaticales y tipográficos.
La Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre denunció públicamente que aquello, más que un homenaje, era una ofensa. Su presidente y editor de la Poesía Completa del escritor, Alejandro Sanz, calificó como “penoso” el resultado del grabado. El edil de Ordenación del Territorio, Raúl López (PP), contestó entonces que «si hay algo que corregir, se corregirá. Agradezco que, en tiempo y forma, nos ayuden a subsanar esos errores». Unas palabras que desvelan ese aroma a cinismo que emana de quienes llevan viviendo en la más absoluta de las impunidades 26 años y que saben que, si quisieran, podrían sustituir el mural por un retrato gigante de Paco de la Torre o de Celia Villalobos que, total, seguirían ganando las elecciones igual.
Los operarios volvieron a colocar el mural de la única forma posible que podría concluir esta historia: mal. Más allá de que las planchas cortan frases, hay fallos ortográficos, como mantener los espacios entre los signos de admiración. Estéticamente representa una mole de palabras con una tipografía un poco random que casi roza el barro, porque ayer llovió y en el suelo no hay baldosas. Nunca se llegaron a colocar los adoquines en todo el trazado lateral de la travesía donde continúa lo que el antipoeta Nicanor Parra podría denominar, con casi toda seguridad, antihomenaje antipoético.
“Tanta metáfora y tan poca vergüenza todos ellos”, tarareo en mi cabeza mientras escribo estas líneas, y ahora no sé si pienso en nuestros poetas o en nuestros dirigentes que otorgan licitaciones públicas de 60.000 euros, que es lo que costó esta aberración de nuestra Málaga, ciudad genial, ciudad del paraíso y de los mismísimos círculos del infierno de Dante. La que cada cual transita como buenamente puede, aún a riesgo de tropezar varias veces con el mismo socavón, alcantarilla, terraza o alcorque.
Ayer paseaba con un amigo y, al toparnos con el mural, nos quedamos comentándolo, hicimos un par de fotos y nos entró la risa. Un periodista debe dar testimonio y no mentir. No nos salió ponernos firmes ni solemnes en un Centro Histórico donde, si sufríamos un patatús, quedaría completamente descartada la posibilidad de que nos diagnosticaran síndrome de Stendhal. Pero, claro, reconozco que maldita la gracia. Una risa por no llorar, en todo caso. Entiéndase. En ningún caso, llorar de risa.
Quiso Vicente Aleixandre cantarle a esta ciudad como a un paraíso y, bueno, íbamos bien, pero pasaron cosas: trasladados sus versos de entonces a esta Málaga de ahora, es posible que el propio autor estuviese de acuerdo con que quizás abusó de la hipérbole, de la exageración e, incluso, del optimismo antropológico. Así que vuelvo a mirar las fotos del grabado, trato de releerlo, me mareo y canto y repito y repito y repito en alta voz: “¡Tanta metáfora y tan poca vergüenza todos ellos!”.
Puede ver aquí otros artículos de Alejandro Díaz