“No hay que salir de Málaga para encontrar casos paradigmáticos. El actual director de comunicación del Ayuntamiento de Málaga, la sede de la soberanía popular malagueña, Jesús Espino, niega, sin ir más lejos, a este medio el acceso a la información del actual equipo de gobierno local”
“¿Qué hace la Asociación de la Prensa de Málaga? Continúa sin pronunciarse y promociona su esnobismo de la mano del periódico decano de la derecha extrema de la ciudad, diario Sur. Los vínculos y los parentescos arruinan la verdadera función que debería ejercer esta institución, completamente entregada a quien se define como “el diario de Málaga desde 1937” sin rubor alguno”
OPINIÓN. La grieta
Por Alejandro Díaz. Periodista04/05/22. Opinión. EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com. Malos tiempos para lírica y aún peores para el periodismo. Una opinión basada en datos objetivos: según el último informe sobre el estado de la profesión de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), correspondiente al año 2021, el 65 por ciento de los trabajadores y trabajadoras de la comunicación...
...alertan sobre la falta de libertad de información. No es la APM una institución precisamente combativa ni sospechosa de subversiva o izquierdista. Pero hasta en estos casos, los resultados son elocuentes. La mala retribución, la falta de independencia de los medios y el aumento del paro y la precariedad son las principales amenazas para un colectivo al que se le denomina como el cuarto poder, pero que realmente está a expensas de las órdenes, extravagancias y caprichos de unos poquísimos interesados y sus bolsillos.
Mientras España cae al puesto 32 en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa, pese a la mejora de la seguridad de los periodistas y los avances legislativos, según Reporteros Sin Fronteras (RSF), la Asociación de la Prensa de Málaga prepara su decadente carrera urbana hacia ninguna parte. Desde la aprobación por parte del gobierno de M. Rajoy de la conocida como ‘Ley Mordaza’, que la actual coalición en el poder se comprometió a derogar sin resultados aún, los periodistas se han acostumbrado a correr, como en otros tiempos, delante de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, quienes dificultan el desempeño de su oficio y limitan este derecho fundamental.
No hay que salir de Málaga para encontrar casos paradigmáticos. El actual director de comunicación del Ayuntamiento de Málaga, la sede de la soberanía popular malagueña, Jesús Espino, niega, sin ir más lejos, a este medio el acceso a la información del actual equipo de gobierno local. ¿Qué hace la Asociación de la Prensa de Málaga? Continúa sin pronunciarse y promociona su esnobismo de la mano del periódico decano de la derecha extrema de la ciudad, diario Sur. Los vínculos y los parentescos arruinan la verdadera función que debería ejercer esta institución, completamente entregada a quien se define como “el diario de Málaga desde 1937” sin rubor alguno; es más, saca pecho de que gran parte de su historia haya transcurrido como Prensa del Movimiento, así como de sus orígenes franquistas en plena Guerra Civil.
No llegarán muy lejos, a pesar de que algunos corran más dopados que otros. La Gran Crisis de 2008 dejó al periodismo herido de muerte. Mientras las redacciones se desangraban en nuestra ciudad, el siempre privilegiado diario ingresaba una cantidad millonaria de las arcas públicas municipales en 2010 por la venta de su televisión, Canal Málaga, al Ayuntamiento de Málaga. Fue ahí cuando, desde mi punto de vista, se rompió la baraja de la competencia que se estaba consolidando en la provincia con el nacimiento de medios como La Opinión de Málaga, Málaga Hoy y el ya desaparecido Diario Málaga, cantera de buenos profesionales que migraron a otras latitudes o se subieron a otros barcos a tiempo.
Aquella operación, que durante años el acalde Francisco de la Torre Prados negaba, llegó incluso a la Fiscalía de Málaga una vez materializada, ante la posibilidad de que existiesen responsabilidades penales en la adquisición de las instalaciones del antiguo canal y su marca, cuyo coste ascendió a 1,5 millones de euros. Cabe recordar que el Consistorio ya contaba entonces con una televisión municipal. ¿De verdad necesitaba dos, en plena recesión? El proceso fiscal fue archivado y acabó en agua de borrajas: los de siempre se quedaron con su parte en un negociado tan legal como carente de ética y de la que informó con todo lujo de detalles EL OBSERVADOR.
Durante los últimos quince años, la mayoría de convenios del sector han permanecido congelados, y los medios han sobrevivido gracias a que los becarios y los falsos autónomos han ocupado puestos estructurales. Redacciones donde hay en plantilla más jefes de edición que periodistas rasos, más órdenes que propuestas y menos libertad a pesar de que al paso del tiempo se le suele atribuir una falsa ilusión de progreso que, desde luego, no alcanza a todos los ámbitos.
La regresión en el mundo de la comunicación es grosera, tanto en derechos laborales como en la calidad final de la información, cada vez más sesgada y polarizada en función de los intereses del oligopolio mediático, que percibe más del 83 por ciento de la publicidad y controla a la mayoría de cabeceras locales, regionales y estatales. Aunque haya quien defienda que lo público funciona gracias a lo privado, lo cierto es que lo hace desde una tribuna mediática que no sobreviviría sin las prácticas abusivas ya descritas y los ingresos del Estado, de la cosa pública, de lo que se conoce, a groso modo, como publicidad institucional, y que, bajo el pretexto de campañas de concienciación, patrocinios, eventos, ayudas a la prensa, exenciones fiscales, prejubilaciones forzosas, ERE y ERTE mantienen la respiración artificial a empresas que no pasarían una Inspección de Trabajo sin previo aviso (ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, más inspecciones en los grandes medios ya, por favor, donde se producen verdaderas aberraciones), ni llegarían financieramente a la semana que viene si no fuese por toda esa movilización de los recursos de todos.
Una de las tareas principales de los medios de comunicación en una democracia liberal es la de la fiscalización de los poderes económicos y gubernamentales. Al menos, eso dice la teoría. Pero, ¿cómo cumplir con dicho desempeño cuando la dependencia de esos mismos poderes para la supervivencia de la empresa editora es total, cuando las deudas no se han saldado y no son sólo económicas? Si cuando a una concejala de tu ciudad, por poner un ejemplo personal, no le gusta una información que has publicado y contacta con tu medio, y la persona encargada de la jefatura de edición, la subdirección o la propia dirección le da tu teléfono personal para que te llame y te lo haga saber fuera de cualquier horario y formalidad, en lugar de protegerte y más con conocimiento de que estás como ‘colaborador’, ¿cómo ejercer libremente el periodismo?
Algunas redacciones son dinásticas. Los apellidos se repiten y por una vez es completamente cierto el mantra ‘yuppie’ que reza: “En esta empresa somos todos una familia”. La consanguinidad no sólo afecta a la genética de las realezas europeas, sino a la de los medios de comunicación, que llevan en su ADN las mismas secuencias que se repiten una y otra vez. “No todos tienen la suerte de heredar un periódico”, le respondió un ex profesor de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UMA a cierto director que acusó a la universidad pública de “desanimar a los alumnos”. El docente en cuestión, que fue profesor mío, nos metía ideas ‘raras’ en la cabeza, como que las posibilidades de trabajar ‘de lo nuestro’ serían inversamente proporcionales, no tanto a nuestro esfuerzo, como a nuestro entorno y a las posiciones de privilegio de nuestros progenitores. Bajo esa premisa, se les acababa el chollo de los becarios y los falsos autónomos a las empresas editoras, lo que sentó le realmente mal a más de uno. Nos estaba diciendo que la cultura del esfuerzo era una trampa. Nos estaba previniendo y cuidando. Gracias, Ferrán Fernández.
Una verdad como un templo que hoy está más de manifiesto que nunca y no sólo en la profesión periodística. Pero, ¿quién tenía el valor de cuestionar la meritocracia en los albores de los estertores del neoliberalismo? Tiempos raros los nuestros. Directores de medios hijos de jefes de redacción de esos medios durante la dictadura y cuyas ideas concuerdan de forma casi milimétrica con los intereses del grupo mediático propietario, que a su vez coinciden con los de los políticos que gobiernan las administraciones de las que sale el dinero público que sustenta a dichos medios. No parece, desde luego, el mejor entorno para que fluya la libertad de información y llegue a las audiencias con ciertos estándares de calidad, a las que tomarles el pelo de forma persistente ha agudizado la pérdida de confianza en los medios de comunicación de masas. El último Eurobarómetro refleja que sólo 3,4 de cada 10 españoles confía en la prensa escrita, lo que en un examen sería un suspenso rotundo. El medio con mayor credibilidad es la radio, con un índice de 4,2 sobre 10. Y el que menos, las redes sociales, con apenas un 1,2 sobre 10, aunque éstas no están reconocidas jurídicamente como medios de comunicación.
La reconversión es la excusa bajo la que se parapetan las direcciones de los medios tradicionales cuando les toca rendir cuentas ante sus superiores por las constantes caídas de audiencia y el fracaso de los que, desde el pleistoceno, dicen apostar por nuevos formatos, que realmente son nuevas formas de esclavitud y amateurismo. Pseudoperiodistas a los que les colocaron en sus cargos de responsabilidad, como ya explicó el teórico Noam Chomsky, no tanto por mentir, sino por creerse sus propias mentiras, lo que agudiza la gravedad y la toxicidad del ambiente en ciertas redacciones, ya que las posibilidades de razonar ante el clasismo y la endogamia se tornan improbables.
Ante este panorama, cabe la esperanza: se ha producido un incremento sindical en la profesión, cada vez son menos los alumnos que están dispuestos a hacer unas prácticas (y sus familias, a pagar el estipendio) donde realicen tareas que corresponden a personal contratado por la empresa y amparado por los convenios laborales. El abuso de los falsos autónomos, que realizan las mismas tareas que alguien en nómina sólo que en precario, es decir, sin días libres, ni vacaciones, ni registro de horarios, ni remuneración extraordinaria por las horas extras o por trabajar en días festivos, está cada vez mejor identificado por los profesionales del sector. De ahí la estampida generalizada a aspirar a unas oposiciones, a un gabinete de comunicación, a la investigación, a la docencia, a las Relaciones Públicas, al diseño gráfico o a la Publicidad. No necesariamente son sectores paradisíacos, pero al menos uno o una puede crecer laboralmente sin la sensación completamente real de que es el último eslabón de una estafa piramidal.
La toma de conciencia sin acción sindical no servirá para casi nada. Asumir que este status quo va a perdurar para siempre es, por otro lado, también de una ingenuidad enorme de la patronal. El día en el que los periodistas de base vamos a unirnos y a parar los medios de producción de información intoxicada se aproxima inexorablemente; la situación es insostenible desde hace décadas. Hay ya más de una pequeña batalla judicial ganada que sienta precedentes de cara al futuro. Un becario hoy no vive lo que vivió mi generación, ni se desvive por hacer prácticas en el avinagrado diario nacido del franquismo, que según datos del EGM tocó suelo en la tercera oleada de 2021, con apenas 47.000 lectores diarios, cuando en 2020 esa cifra era de 133.000 y qué decir si pudiesen viajar en el tiempo, como les seguiría gustando a algunos, a sus años dorados, donde las empresas hacían cola para comprar el módulo de publicidad de la portada por cantidades que hoy no se ven ni se volverán a ver.
La carrera organizada por la Asociación de la Prensa de Málaga para celebrar el Día Mundial de la Libertad de Prensa (ayer, 3 de mayo) es de un simbolismo mayúsculo. Periodistas corriendo, más que hacia la libertad, en su dirección contraria. Al final de la escapada el desenlace de esta historia se antoja trágico. Ya lo ha sido para muchísimos periodistas. Ojalá que, como en los ‘400 golpes’, después de la huida esté el mar, la playa. Pero me temo que nunca seremos Antoine Doinel, ni tendremos un domicilio conyugal, sino que apenas llegaremos a personajes secundarios de una de esas películas cuyo mensaje la censura torpemente cortó, prohibió o distorsionó a través del doblaje, de la misma forma que hoy (y desde 1937) algunos jefes de edición cambian los titulares, las entradillas y el cuerpo de texto a conveniencia de a quienes sirven con convicción, complicidad y algún que otro parentesco. Si pensasen lo contrario, no estarían ahí, en la fábrica de las ilusiones necesarias, como tituló el ya citado Noam Chomsky su ensayo sobre el control en las sociedades democráticas a través de los medios de masas.
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