“Con la cultura pasa lo mismo que con las infraestructuras, mientras que la Diputación de Málaga gasta un importante montante en producir espectáculos y muestras que le dan más brillo en la capital de la Costa del Sol; lo que llega a sus municipios políticamente clientelares de los gobernantes de turno -casi en exclusiva- es una muy pequeña parte porcentual”
OPINIÓN. Cuestiones circenses. Por Javier Cuenca
Periodista29/10/21. Opinión. Cultura. Javier Cuenca, periodista (principalmente de cultura) y escritor esporádico, que en la actualidad compagina tareas como crítico de cine y mantiene la web www.oxigenarte.info (AQUÍ), en su colaboración semanal con la revista EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, escribe sobre la película ‘Veneciafrenia’, esa es la de ‘cal’, y sobre la cultura periférica, que es la de ‘arena’...
‘Veneciafrenia’, la de ‘cal’
Por una vez -y sin que sirva de precedente- vamos a volver a recoger o sonsacar una propuesta de cine que nos viene de lo que será la trigésimo primera edición del Festival de Cine Fantástico de la Universidad de Málaga (Fancine), y lo haremos porque muestra una madurez en la selección que le va encaminando a ser un encuentro referente de este tipo de películas (con el permiso de Sitges que con la quincuagésimo cuarta entrega de su Festival Internacional es ya un referente mundial de este género).
Cabe destacar que en esta dosis de ‘cal’ de la cultura malagueña, ha sumado a la pantalla de la sección oficial tres filmes españoles que han focalizado el interés de los cinéfilos patrios y foráneos: ‘Visitante’, ópera prima y reflejo de su íntima versión de la culpa, de Alberto Evangelio; ‘La hija’, el último proyecto de Manuel Martín Cuenca, donde el suspense cuelga de la brillante interpretación de Javier Gutiérrez, Patricia López Arnáiz e Irene Virgüez; y la que hoy nos acontece: ‘Veneciafrenia’, la nueva cinta de Álex de la Iglesia y primera del sello ‘The Fear Collection’, que aglutina a Pokeepsie Films con Sony Pictures España y Amazon Studios para crear, inicialmente- una lanzadera de largometrajes.
‘Veneciafrenia’
La nueva dosis de cine fantástico que plantea De la Iglesia, viene avalada por títulos que han marcado el devenir de las pantallas españolas, con ‘El día de la bestia’ a la cabeza, el realizador bilbaíno ha presentado ante su público propuestas que -siempre en ese tono fantástico- han tenido algunos altibajos, pero que no han hecho mella entre sus fans.
‘Veneciafrenia’, que llega a Málaga tras su paso por Sitges, está envuelta en cierto barroquismo que suscita la ciudad italiana de los canales y las góndolas. Este barroquismo de la película que se estrenará en el país el 26 de noviembre, viene avalado por el habitual dueto de guionistas: Jorge Guerricaechevarría y el propio Álex de la Iglesia, y está enmarcado por la fotografía de Pablo Rosso.
https://www.youtube.com/watch?v=uT-0OIVwLmQ
Con un reparto que cuenta con Ingrid García Jonsson, Silvia Alonso, Goize Blanco, Alberto Bang, Cosimo Fusco, Enrico Lo Verso, Caterina Murino, Nico Romero, Armando de Razza, Nicolás Illoro, Alessandro Bressanello o Diego Pagotto, se adentra en una rocambolesca historia que critica la hartura del turismo masificado y desvela el sufrimiento de la ciudadanía que lo soporta y, a la postre, su rebelión.
La cinta ahonda en el vínculo que existe entre la belleza y la muerte, en una ciudad que está padeciendo el fervor turístico hasta la extenuación, cuando un grupo de invadidos por el quehacer de los touroperadores miran en su instinto de supervivencia, que llevarán a la lucha por sobrevivir a un grupo de turistas españoles que han llegado a Venecia para recrearse en sus históricos atractivos. Según el propio Álex de la Iglesia, se trata de un “slasher clásico”.
Como de costumbre, De la Iglesia y Guerricaechevarría utilizan el sarcasmo casi como un elemento terrorífico que invade el centenar de minutos del metraje de la película. Cine. Cine. Cine.
La cultura periférica, la de ‘arena’
Mucho se habla y se ha hablado de la cultura periférica, incluso antes, cuando los partidos políticos hacían programas electorales -y no folletos publicitarios-, lo que resultaba un recurso discursivo la mayoría de las veces carente de contenido, eso sí: con muy buenas intenciones.
Resulta obvio que las instituciones se olvidan de esa periferia en cuanto el proceso electoral ha llegado a su fin, y siguen viendo pueblos y extrarradio de las ciudades como algo a acometer cuando lo principal deje hueco a lo importante o, en el mejor de los casos, un lugar donde hacerse esa foto meramente ocasional de los hábitos de la política.
Nadie ignora a estas alturas que vivimos en una sociedad del espectáculo, como la definían los situacionistas del sesenta y ocho, y por lo tanto el escenario tiene que ser el de mayor pomposidad y auditorio para colgarse la medalla de turno, espacios y locales que no suelen encontrarse en la periferia.
Lo lamentable es que las diputaciones provinciales -organismo que muchos consideran una duplicidad institucional y administrativa- se hayan olvidado casi por completo de para qué han sido cualificadas, y que no es otra cosa que dotar de infraestructuras a las entidades locales de menor censo poblacional, las de menos de veinte mil habitantes, más cuanto menor es el número de éstos, ya que los consistorios habilitan la mayor parte de su presupuesto al llamado ‘Capítulo A’ (los salarios) y no tienen más que para invertir en sus fiestas patronales, como exige el protocolo rural.
Con la cultura pasa lo mismo que con las infraestructuras, mientras que la Diputación de Málaga gasta un importante montante en producir espectáculos y muestras que le dan más brillo en la capital de la Costa del Sol; lo que llega a sus municipios políticamente clientelares de los gobernantes de turno -casi en exclusiva- es una muy pequeña parte porcentual. Sí, y digo clientelares porque he visto cómo van las cosas según se han sucedido el color de esos gobiernos del mal llamado ente supramunicipal.
Cierto es que algo llega -¡faltaría más!- pero no tiene el lustre y el presupuesto de aquellos programas faraónicos que ocupan la capital. Son un goteo de diversos ciclos y programas que apenas encarece la financiación del producto principal capitalino, digamos un ‘goteo justificativo’.
El resultado es que las gentes de esa periferia supramunicipal viven sin incentivos y quien tiene alguna iniciativa o pretensión ha de coger camino a la gran urbe, mientras los teatros y salas que se hicieron en la fiebre de los ochenta del anterior siglo en algunas localidades, se mueren de aburrimiento cuando no en el abandono absoluto.
Hay que hacer más y mejor en la parcela cultural periférica, y eso debe ser una exigencia que deben capitanear los alcaldes que ven morir de aburrimiento a sus vecinos y vecinas, especialmente los más jóvenes, y la Diputación Provincial tiene un papel principal en ello ya que es una de sus obligaciones, no la de litigar a ver “quién la tiene más grande” en los fastos culturales capitalinos.
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