Málaga se lleva mucho tiempo vendiendo como ciudad de los museos, incluso antes de que estuviesen en marcha toda la parafernalia, pero además de «contenedores» no aportan un sentido colectivo de la cultura ni se establecen más que como mero objeto decorativo que constituye un riesgo fundamental, ya que algunos son el fruto de convenios que, a largo plazo, no se sabe a ciencia cierta cómo acabarán”

OPINIÓN. Cuestiones circenses. Por Javier Cuenca
Periodista


12/11/21.
 Opinión. Cultura. Javier Cuenca, periodista (principalmente de cultura) y escritor esporádico, que en la actualidad compagina tareas como crítico de cine y mantiene la web www.oxigenarte.info (AQUÍ), en su colaboración semanal con la revista EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, escribe sobre la película ‘La Ruleta de la Fortuna y la Fantasía’, que es la de ‘cal’; y sobre ‘Museos: ¿Cultura escaparate?’,...

...que es la de ‘arena’.

‘La ruleta de la Fortuna y la Fantasia’


www.youtube.com/watch?v=A0BA7BLCrvo

El pasado 5 de noviembre se ha estrenado en cines «La Ruleta de la Fortuna y la Fantasía» (‹Guzen to sozo›), una nueva y delicada fábula del director japonés Ryûsuke Hamaguchi. Tras su exitoso paso por la última Berlinale, donde se alzó con el Oso de Plata Gran Premio del Jurado, y su presentación en la Sección Perlak del Festival de Cine de San Sebastián (2021), este cineasta llega a las pantallas del país.


El director de películas como «Happy Hour» y «Asako I & II», que ya participó en la sección oficial del Festival de Cannes 2018, presenta en «La Ruleta de la Fortuna y la Fantasía», un tríptico sobre la magia del azar en una propuesta llena principalmente de imaginación.

«La Ruleta de la Fortuna y la Fantasía» está protagonizada por Kotone Furukawa, Ayumu Karajima, Hyunri, Katsuki Mori, Shouma Kai, Kiyohiko Shibucawa, Fusako Urabe o Aoba Kawai; cuenta con la dirección fotográfica de Yukiko Liota y guión del propio Hamaguchi con el que el realizador japonés atrapa la atención del espectador y le hace uno de los referentes del cine nipón en la gran pantalla internacional.


Tres historias impulsadas por el azar y la imaginación en las que las vidas de los personajes femeninos se ven marcadas por sus elecciones y arrepentimientos. Un triángulo amoroso inesperado, una trampa de seducción fallida y un encuentro surgido de un malentendido, forman un tríptico de cuentos unidos por la memoria, el engaño y el destino.

En definitiva, una cinta cargada de un contenido que se deja llevar creando un imaginario personal que pretende un mundo mejor estéticamente, dirigido a través de largos planos que se suspenden hasta el momento de un corte que les aplican contenido y belleza, donde lo expresado tiene tanta importancia como lo ausente. «La Ruleta de la Fortuna y la Fantasía» (‹Guzen to sozo›, título original) es una producción de Fictive, Neopa Co. y el productor Satoshi Takata, estando distribuida en España por Caramel Films.

Buen cine que lleva ya un tiempo llegándonos desde Oriente para sumar y refrescar las pantallas occidentales, que ya no miran con tanta profusión al escenario hollywoodiense o que han abierto sus recursos. Un cine que asombra por su integridad narrativa, que no deja de lado ese juego estético que le da identidad propia. Un poco más de ciento veinte minutos para recrearse con una honda delicadeza que, una vez más, refleja con sutil plasticidad los vértigos inalienables de la llamada clase media.

Museos: ¿Cultura escaparate?

El cineasta Pier Paolo Pasolini


En este mes -el día dos- se han cumplido cuarenta y seis años del asesinato de Pier Paolo Pasolini. Persona incómoda socialmente, escritor, poeta, cineasta, actor, periodista o filósofo; todo un polifacético hombre renacentista quien, además, tenía la sana costumbre de poner en voz alta la crítica que le merecía la sociedad que le había tocado vivir: tan hipócrita, cruel y deslavazada, tan del espasmo del espectáculo, tan inhumana.

Entre los recordatorios que he podido leer en estos días, destacaba una entrevista en el verano del mismo año de su muerte, 1975, que le hizo la periodista neoyorquina Eugenia Wolfowicz para la revista «Antaeus», en los estudios de Cinecittà, mientras estaba en el montaje de «Saló o los 120 días de Sodoma».

Entre otras cuestiones, Pasolini dejó una reflexión que parece crucial y que sería prácticamente el titular de uno de sus últimos encuentros con la prensa (al menos de la de fuera de Italia): «En la cultura de masas, el individuo se convierte en un alienado».

Los que me conocen me han oído comentar alguna vez mi adscripción a los postulados de los situacionistas del 68 -con Guy Debord a la cabeza-. «El espectáculo es el mal sueño de la sociedad moderna encadenada. La mercancía es la ilusión efectivamente real, y el espectáculo es su manifestación general. Cuando la masa de mercancías se aproxima a lo aberrante, lo aberrante en cuanto tal se convierte en una mercancía específica», escribía Debord en «La sociedad del espectáculo».

El reconocido artista visual Rogelio López Cuenca

El caso es que otra entrevista (esta vez en «El Español»), realizada esta vez al creador malagueño -permanentemente disidente y vanguardista sin tapujos- Rogelio López Cuenca con motivo de la reciente inauguración de la muestra «Malagana» en el Ateneo de Málaga (trabajo desarrollado en distintas ciudades de Europa y América y que tuvo su primera experiencia en la red, en el que confluyen diversos creadores: Florencia Rojas, Dadi Dreucol, Álvaro Fernández ‹Unbuentipo›, Dani Natoli, Isa Nieto y Natalia Cardoso, entre otros), me ha hecho entrelazar todas estas reflexiones.


Málaga se lleva mucho tiempo vendiendo como ciudad de los museos, incluso antes de que estuviesen en marcha toda la parafernalia, pero además de «contenedores» no aportan un sentido colectivo de la cultura ni se establecen más que como mero objeto decorativo que constituye un riesgo fundamental, ya que algunos son el fruto de convenios que, a largo plazo, no se sabe a ciencia cierta cómo acabarán.

El debate casi ochenteno de la multilateralidad y la propuesta multifunción e interactiva de entonces ha quedado en «agua de borrajas» o -en el mejor de los casos- en plúmbeas manifestaciones creativas a través de talleres infantiles pero no colectivos, de programaciones paralelas pero elitistas, de productos que no llegan a las masas. Grandes nombres de pinacotecas que consumen pingües presupuestos públicos, pero que solapan la falta de una cultura más participativa.


Para López Cuenca, tal y como se traduce de la entrevista, «Los museos funcionan como una especie de panoplia de decorado del orgullo local porque cuando se contemplan, no cumplen en absoluto la función que tenían los museos de ser educativos y tener un papel social en el lugar donde habitan»; subrayando este creador que «hay una política meramente de escaparate, que se está tragando todos los fondos y los recursos que deberían ir destinados a la creación de un tejido cultural local».

Ciertamente, y como ya he dicho con anterioridad, los cenáculos y corrillos culturales crean -ahora con más recursos que antes, eso sí- un mirador que obedece a criterios la mayoría de las veces «escaparatistas», obviando la necesidad de implicar a todo el cuerpo social, como sería de esperar de una política cultural menos neoliberalizada, más acorde con la ciudadanía que habita los espacios donde se desarrolla.

Lo de los museos, como parte de esa cultura de escaparate, no son más que el cupo feriante y bien podría parafrasearse para este caso al propio Debord «la verdad (cultura) de esta sociedad no es otra cosa que la negación de esta sociedad».

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