“En «De repente, el paraíso» (It Must Be Heaven) el director palestino Elia Suleiman se muestra como un «disfrutón» del cine y transita por la comedia desde el lado inteligente del sarcasmo: riéndose de sí mismo como pide, en definitiva, el propio sarcasmo”
“No se sabe -dicen por ahí- que lo de mentar las tetas de la primera [Bandini] y cantar en su idioma materno las segundas [Tanxuguerias], pudo «hacer mella» entre los miembros electores”
OPINIÓN. Cuestiones circenses
Por Javier Cuenca. Periodista
04/02/22. Opinión. Cultura. Javier Cuenca, periodista (principalmente de cultura) y escritor esporádico, que en la actualidad compagina tareas como crítico de cine y mantiene la web www.oxigenarte.info (AQUÍ), en su colaboración semanal con la revista EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, escribe sobre la película ‘De repente, el paraíso’, de Elía Suleiman, que es la de ‘cal’; y sobre la bronca que ha...
...provocado la elección de la canción para Eurovisión, ‘Chungo lo de Eurovisión’, que es la de ‘arena’.
‘De repente, el paraíso’, de Elia Suleiman
https://www.youtube.com/watch?v=w6blvldmt6c
El cine, también, es un vagón de tren que recorre multitud de paisajes, por ello (o precisamente por esta cuestión) me parece adecuado traer aquí la película de Elia Suleiman, donde tanto el paisaje como el paisanaje nos reconforta en nuestra butaca de observadoras -quizás- privilegiados.
En «De repente, el paraíso» (It Must Be Heaven) el director palestino Elia Suleiman se muestra como un «disfrutón» del cine y transita por la comedia desde el lado inteligente del sarcasmo: riéndose de sí mismo como pide, en definitiva, el propio sarcasmo.
La cinta, coproducción entre Palestina, Francia y Canadá, pasó por el Festival de Cine de Sevilla -llegó del Festival de Cannes con la Mención especial y Premio FIPRESCI- y fue la representante de su país para los Óscar, desarrollando un amplio abanico de «guiños» a maestros como Chaplin o Keaton con el propio Suleiman como actor principal y maestro de ceremonias.
«De repente, el paraíso», en su minimalista diseño, señala la ridiculez de los arquetipos sociales, y -desde el humor- sigue apuntando la lamentable situación del pueblo Palestino aplicando la paleta de colores del modelo informativo que (tal vez por culpabilidad) mantiene el punto de vista del llamado «mundo occidental», y no tanto el del sufrimiento de su propia masacre a manos de la colonización israelí, que no deja de ser más que una invasión económica disfrazada como religiosa.
La apuesta de Elia Suleiman (director, guionista y actor principal de la película) no se para en lo ampuloso de la realidad internacional que supone el propio conflicto palestino, da una vuelta de tuerca para, desde el ridículo, seguir recordándonos que ese conflicto existe, aunque llegue a través de la socarronería de un cómico.
«De repente, el paraíso» es producto Suleiman en estado puro; con toda esa propuesta escénica que descontamina la sonrisa, pero que permite ver -si cabe con mayor nitidez- la estupidez y la ambivalencia con la que se trata esa coartada geoestratégica que ampara el sacrosanto mercado.
Además: es buen cine.
Chungo lo de Eurovisión
La verdad es que no lo vi, tengo la sana costumbre de alejarme de la televisión lo más que puedo (apenas unos documentales -siempre que no se muestren históricamente tendenciosos-, alguna película, al «Wyo» si me coincide y para de contar), y de la mamarrachada de Eurovisión llevo desconectado casi desde los tiempos en los que las votaciones que comentaba José Luís Uribarri eran una «batalla» patria, que veía a tierna edad escuchando los comentarios procelosos sobre los votantes: «verás como los de la Pérfida Albión no nos dan ni un voto», «los portugueses, sí» y cosas geoestratégicas por el estilo.
Me resultó anecdótico -más que grato- el invento social que David Fernández Ortiz, Marcos Mas y Andreu Buenafuente se hicieron con Chikilicuatre en el 2008. Daba en la diana del nivel de la estupidez creativa que se maneja en este veterano concurso en el que participan cantantes (¿?) y músicos (¿?) de los países europeos incluyendo al extracontinental, no comunitario y poderoso Israel.
Desde Abba (acrónimo de Agnetha, Björn, Benny, Anni-Frid), que consiguió en 1974 romper el mal augurio que se cierne sobre las carreras de los participantes en Eurovisión, -grupos y solistas que desaparecen con la edición de turno- y que ha conseguido un innumerable grupo de fans y seguidores de su estilo, todo lo demás se disuelve la misma noche que acontece, no sin haber dado la «paliza» televisiva unos meses antes en vulgares programas de eliminación/promoción de candidatos.
Pero, hete aquí, que este año al jurado español de tan pigmeo (desde el punto de vista cualitativo) concurso continental de la música parece habérsele visto «el plumero». Vaya no es esto una cuestión aislada, a los jurados de cualquier encuentro creativo se les va la mano subjetiva a la primera vuelta de tuerca.
Estos presuntos entendidos musicales han ido a escoger lo peor de lo mediocre, según una gran cantidad de seguidores del evento, y se ha liado zapatiesta tal que piden la impugnación de la decisión tomada por arbitraria e injusta para «nuestra» (no la considero mía en nada) participación en la LXVI edición del Festival de la Canción de Eurovisión se celebrará en el Pala Alpitor de Turín del 10 al 14 de mayo.
He tenido que hacer acopio de vísceras y ver las razones de tan alteradas posturas en el llamado Benidorm Fest; un subproducto de mala imitación norteamericana llamada Chanel, con una letra de bajo nivel intelectual en su tema «AloMo» fue la elegida entre todas las propuestas participantes: insufrible, realmente. Los que critican dicha decisión consideran que la ya favoritas Rigoberta Bandini, con «Ay mamá» y las gallegas Tanxuguerias, con «Terra», estaban muy por encima de la favorita del jurado, y no les falta en parte razón, especialmente las celtas que cantando en gallego tenían una puesta en escena mucho mejor planteada; no se sabe -dicen por ahí- que lo de mentar las tetas de la primera y cantar en su idioma materno las segundas, pudo «hacer mella» entre los miembros electores.
Como no tenemos poco con lo que tenemos, «parió la abuela», que dirían los castizos. Valiente manera de perder el tiempo.
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