Cal. “La solidez y la fragilidad de la familia que tiene que romper con un quehacer que, de una u otra manera, la mantenía unida; un esfuerzo de dirección que ocupa todo el tiempo de esa pantalla que Simón hace «absoluto» gracias precisamente a maniobrar en esa intimidad coral y cinematográficamente armónica”
Arena. “Un redactor de la RTVA ha sido «castigado» por pedir que las ruedas de prensa de los de la derecha extrema (PP) conlleven en su convocatoria el «asunto» a tratar, y así preparar la cita mediática como corresponde a un profesional con rigor y no se convierta dicha convocatoria en un paseíllo de dirigentes improvisando y jugando con sus últimas ocurrencias”
OPINIÓN. Cuestiones circenses
Por Javier Cuenca. Periodista25/02/22. Opinión. Cultura. Javier Cuenca, periodista (principalmente de cultura) y escritor esporádico, que en la actualidad compagina tareas como crítico de cine y mantiene la web www.oxigenarte.info (AQUÍ), en su colaboración semanal con la revista EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, escribe sobre la película ‘Alcarrás’, de Carla Simón, que es la de ‘cal’; y sobre la degradante política de comunicación de...
...los medios públicos, como Canal Sur, ‘Santa Rita, Rita’, que es la de ‘arena’.
‘Alcarràs’, de Carla Simón
https://www.youtube.com/watch?v=TxPzWJ8KnCA
No paran los parabienes para la última realización de Carla Simón: «Alcarràs»; un ejercicio introspectivo de la cineasta que le ha dado el honor de ser la primera directora española en ganar el Oso de Oro en la Berlinale con una cinta rodada en catalán y con actores no profesionales. Una especie de documental íntimo con agricultores de su pueblo, en la búsqueda -tal vez- de la propia niñez de Simón.
En mitad de un campo de melocotoneros en Lleida (cultivado casi árbol por árbol durante ocho décadas por una familia), surge un cine minucioso que da a cada personaje su luz propia gracias a la propia narrativa del mismo, a la seductora mirada de la cámara y su posterior montaje.
De lo general a la minuciosidad del detalle, Carla Simón, consigue abrigar todos los márgenes de los sucesivos planos para describir un relato sencillo pero lleno de «fragancias» personales y colectivas, que hacen del filme un exquisito trabajo para esa gran pantalla que tanto anhela de historias cercanas y creíbles.
Un abuelo que deja de hablar sin que la familia pueda adivinar la razón y el último acto conjunto en la gran extensión del cultivo octogenaria de la familia Solé, permiten a esta realizadora componer una narración donde la intimidad de sus recuerdos se tornan universales, como bien se ha podido observar en el 72 Festival de Berlín.
La solidez y la fragilidad de la familia que tiene que romper con un quehacer que, de una u otra manera, la mantenía unida -o circunstancialmente unida-; un esfuerzo de dirección que ocupa todo el tiempo de esa pantalla que Simón hace «absoluto» gracias precisamente a maniobrar en esa intimidad coral y cinematográficamente armónica.
El segundo largometraje de Carla Simón, tras su ópera prima «Verano 1993» (Estiu 1993), es la continuidad de una narradora que ya pasó por el Festival de Málaga (donde consiguió cinco biznagas con su primera película, entre ellas la de Oro a Mejor Película. Antes, en la Berlinale de 2017 se había llevado el premio de su sección -Generation K-Plus- y el premio a la mejor opera prima de todo el festival; que fue representante española a los Oscar en 2018, obtuvo tres premios Goya, cuatro Feroz, cinco Gaudí y reconocimientos internacionales), vuelve a la sección Oficial malagueña en esta 25 edición sin competir, un buen momento para disfrutarla nuevamente.
Para los amantes de los datos, recordar que «Alcarràs» es una producción de Avalon P.C., Elastica Films, Vilaüt Films y Alcarràs Film AIE, en coproducción con Kino Produzioni (Italia). Estará distribuida en España por Avalon D.A. y Elastica Films -las ventas internacionales corren a cargo de la casa francesa MK2-. El estreno de la película en los cines españoles está previsto para el próximo 29 de abril.
Santa Rita, Rita
En casa del herrero cuchillo de palo; un refrán que puede aplicarse a multitud de oficios y, desde luego, al de periodistas y/o comunicadores. En el ámbito donde la Libertad de Expresión debía ser un elemento inexpugnable y siempre presente, este derecho constitucional (recogido en el artículo vigésimo de la Carta Magna española) no reza para quienes trabajan en el amplio ámbito de los medios de comunicación.
Las circunstancias son variadas: puestos de trabajo donde el salario ha ido «encogiéndose» casi hasta el ridículo; una maraña de titulados paridos por universidades que obvian desde hace mucho tiempo su relación con las empresas de comunicación (o en todo caso suministran mano de obra barata a través de una prácticas que ocupan puestos estructurales de la empresa); intrusismo (muy especialmente en el mundo televisivo); y, principalmente, los intereses de los dueños de los medios tanto públicos como privados, entre otras cuestiones hacen de las y los periodistas postulantes permanentes al carnet de parado, lo que redunda en una inestabilidad que va generando una autocensura que merma la credibilidad del propio producto informativo.
En el caso de los segundos (los privados) -y aunque se pueda litigar sin demasiados resultados jurídicos- los profesionales son esclavos de un mercado que juega en los mostradores de los comerciantes a través de la publicidad, y de la necesidad puntual de hacer política fuera de los escaños elegidos por los votantes para la consecución de sus fines. En ese ámbito, los «opinadores» profesionales acaparan columnas de prensa, plúmbeos programas televisivos o radiofónicos con opinión sesgada, mientras el/la periodista cubre una escueta nómina para hacer creíble eso que llaman «información».
En el caso de los primeros (los medios públicos), el desatino es mayormente denunciable porque, al fin y al cabo, sale el dinero para su mantenimiento de los presupuestos que se ejecutan con el aporte del contribuyente, sistemáticamente manipulado con su oferta tendenciosa y políticamente sesgada.
El caso de las televisiones autonómicas es especialmente exasperante (sálvese el que pueda). Convertidos en plataforma de publicidad política de los gobernantes de turno, la «carne de periodista» -aunque amparada laboralmente dentro del ámbito del funcionariado y, por lo tanto con un «puesto fijo» que sortea las incertidumbres de la realidad exterior- debe obedecer la marca indeleble de la censura solapada de los mandamases de la comunidad autónoma de turno, cargando con sus dioses, sus tapujos y sus rencores.
Por hablar de las que me han resultado más cercanas, Telemadrid (casi perpetuamente pepera y sus desproporcionadas exigencias de guión partidista) y Canal Sur (ínfimamente programada -en lo que a lo cualitativo se refiere- e igualmente trastocada antes por el chavismo y susanismo y ahora por la mano inefable de la ultraderecha -que ya ha anunciado que quiere cargarse el soporte mediático- y de la derecha extrema de un Bonilla pelele de los otros), una realidad es abrumadora.
Los hechos lo demuestran; un redactor de la RTVA ha sido «castigado» por pedir que las ruedas de prensa de los de la derecha extrema conlleven en su convocatoria el «asunto» a tratar, y así preparar la cita mediática como corresponde a un profesional con rigor y no se convierta dicha convocatoria en un paseíllo de dirigentes improvisando mensajes y jugando con sus últimas ocurrencias para ocupar tabloides o pantallas.
No es el único ni el primero en la tele andaluza; ni mucho menos en los medios públicos donde también la RTVE (vendida ahora su dirección por Sánchez a cambio de la renovación del aparato judicial en sus más altas esferas -juego en el que ha salido engañado en el trueque por las huestes del ahora maltrecho Casado-) tiene un amplio historial de «castigos» a los profesionales menos maleables, la lista es larga y contundente.
Los medios públicos son, a la postre, el ejemplo de hasta dónde ha llegado el hecho mediático, sumergiendo el Derecho a la Información de la ciudadanía en el lodazal de los bulos y la mentiras más o menos descaradamente expuestas; maniobrando con fantasmas con poca memoria de la profesión en cuanto se sientan en la poltrona de la dirección de lo que ya es un mero chiringuito para propaganda política y tapadera de los desmanes del gobernante de turno. ¡Si no estás conforme puedes marcharte! supongo le habrá dejado entrever -de una u otra manera- el director de la RTVA al redactor que quería actuar con una profesionalidad ya en desuso.
¡Vamos que nos vamos! con la programación patética y baja calidad y el juego de las divisas políticas y económicas para ocultar hechos y realidades al despreciado espectador, y así, darle cuerda a la ultraderecha para que aumente su presencia hasta que ya no le haga falta más y acabe con lo que ya será un subproducto informativo, cultural y mediático. Y todo ello manipulando la «pasta» pública con la aquiescencia de un voto publicitado y obtenido gracias al propagandístico quehacer de estos aparatos pseudo informativos.
Desde luego la cosa tiene más complejidades: oligarcas, Ibex 35, mercado y el puñetero Sistema amparan este descrédito con osadía y sin paliativos y la información que podría velar por cierta autenticidad gracias a su carácter público se torne en mera especulación; no obstante: para muestra basta este último botón en los despachos de Canal Sur, que subvierte los derechos de los trabajadores y el código deontológico que debía avalar a la profesión.
¡Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita! piensan en los cuarteles de esta nefasta política mediática.
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