La de cal: “«La espía roja», de Trevor Nunn, no es una cinta reciente, pero resulta especialmente atractiva por su cuadro actoral y por la minuciosidad con la que los británicos se toman la ambientación y el «tempo» de sus realizaciones”

La
de arena: “En plena parafernalia ya de las venideras contiendas electorales, batracios y alacranes políticos se disponen a establecer sus territorios tanto a la izquierda como a la derecha del tablero electoral


OPINIÓN. Cuestiones circenses
Por Javier Cuenca. Periodista


13/05/22.
 Opinión. Cultura. Javier Cuenca, periodista (principalmente de cultura) y escritor esporádico, que en la actualidad compagina tareas como crítico de cine y mantiene la web www.oxigenarte.info (AQUÍ), en su colaboración semanal con la revista EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, escribe sobre el largometraje ‘«La espía roja» de Trevor Nunn, que es la de ‘cal’; y ‘La rana y el escorpión’, un texto sobre...

...la política española, que es la de ‘arena’.

«La espía roja» de Trevor Nunn


https://www.youtube.com/watch?v=icxPeM19V8s

Como las cosas están como están por este mundo perpetuamente amenazado, me he acordado de una película que intenta expresar la naturaleza «irónica» (cínica tal vez) de las argumentaciones que exhiben cada lado de cualquier contienda. «La espía roja», de Trevor Nunn, no es una cinta reciente, pero resulta especialmente atractiva por su cuadro actoral y por la minuciosidad con la que los británicos se toman la ambientación y el «tempo» de sus realizaciones.

Si bien el director británico Trevor Nunn (Premio Oliver y Premio Tony por su trabajo teatral en «Los Miserables» y «Noche de Reyes») acomete con pulcritud la realización de la película «La espía roja» -«Red Joan» en su versión original-, un drama de espionaje entre la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría en el que acierta con la elección actoral, principalmente con las protagonistas que representan la juventud y la vejez de Joan Stanley: Judi Dench y Sophie Cookson; también es cierto que se deja involucrar en la relación amorosa dándole un tinte melodramático a la realización.


Nunn «asume» del guión de Lindsay Shapero -que adapta la novela homónima de Jennie Rooney- la parte más interesante del mismo: la necesidad de preguntarse qué está delante de qué, el amor patriótico o el amor por la humanidad.

Una pregunta que la espía Melita Norwood tuvo que hacerse en realidad cuando observaba en su calidad de Física (nada menos que en Cambridge) como los poderes occidentales se peleaban por ser los primeros en tener la bomba atómica y, lo que es peor, cómo y dónde usarla.


Convertida en espía optó por la humanidad y equilibró la balanza dándole a los soviéticos los detalles de su construcción, lo que impidió más masacres como la de Hiroshima y Nagasaki gracias al temor que uno y otro «bando» universal se tenían, lo que la hizo tan adorada como odiada tras el descibrimiento de su «osadía» ya en la vejez.

La película, no obstante, no se mantiene en el ritmo narrativo que se le exige a un thriller de espionaje, y se hace más lenta en algunos momentos donde lo amoroso (envuelto por una banda sonora demasiado aterciopelada) se impone en la pantalla al misterio y la acción.


Amor y traición, dos ejes narrativos del género que, en la mayoría de los casos, hace del primero simplemente un matiz del segundo, pero que aquí ha cambiado de posición y que le ha suscitado algunas críticas.

Cabe destacar, como ya hemos comentado, el trabajo de la oscarizada actriz Judi Shapero y a su réplica generacional en la pantalla, Sophie Cookson, así como la cuidada puesta en escena.


Al fin y al cabo, una realidad insistentemente mantenida por las llamadas «grandes potencias» que, como estamos viendo, no acabó con la caída del lamentablemente famoso muro que dividía Berlín y al mundo entero. La historia de la ambición bélico/económica sigue…

La rana y el escorpión

A la mayoría de los lectores no les será ajena la fábula de la rana y el escorpión; no obstante, por rememorarla someramente, venía a contar cómo uno de estos últimos (un artrópodo arácnido depredador y fatalmente venenoso) le pedía a la primera (del grupo anura de los anfibios, también conocidos como batracios) que le cruzase un río a su lomo, ya que el mortal alacrán no sabe nadar -cosa que los batracios dominan a la perfección-. El anfibio expuso su miedo a que el venenoso animal le clavase el aguijón mientras realizaban la travesía de una rivera a otra y le provocase así la muerte, a lo que el escorpión argumentó con solidez la imposibilidad de que este hecho se produjera, ya que si picaba a su casual «embarcación» morirían ambos en la travesía: uno envenenado y el otro ahogado.


Convencido el batracio con la exposición del arácnido, se dispusieron a cruzar el poco caudaloso río. A mitad del camino, la rana sintió como el aguijón del escorpión se hundía en su lomo de forma mortal, y con las últimas palabras de aliento el anfibio le preguntó por el motivo de esa acción definitiva y mortal para ambos. El escorpión solo pudo avenirse a explicar: no pude evitarlo.


Bien, en plena parafernalia ya de las venideras contiendas electorales, batracios y alacranes políticos se disponen a establecer sus territorios tanto a la izquierda como a la derecha del tablero electoral (si bien el lado de la diestra se ha estirado últimamente más poblando el mayor extremo posible con los mismos argumentos que llevan exhibiendo desde la época de la Inquisición).

En este caso, al contrario de la fábula de la rana y el escorpión, el territorio «a ganar» se percibe en el centro del escenario, por lo que los aguijones son usados a uno y otro lado de él para satisfacción de «la sociedad del espectáculo» que, adquirida económicamente -en su mayoría- por las oligarquías del Capital, muestran en sus medios de comunicación de masas la «deformidad» de los artrópodos arácnidos de la ideológica que podría concurrir hacia la izquierda, aprovechando cualquier detalle para socavar su valía para gobernar un país -o lo que parece serlo-.


Desde luego, que existen alacranes que se suicidan matando a los batracios que les ayudan, simplemente porque no lo pueden evitar. Hemos presenciado en Andalucía un ejemplo que servirá para largo a las plataformas mediáticas del Sistema que intentarán mostrar su poca valía y, así, aupar a la tropa que llega por la extrema derecha; pero es que estos son «los suyos», los que ponen el dinero encima de las mesas de quienes dirigen las redacciones de informativos y otros programas presuntamente de «recreo»: nada nuevo.

La torpeza de la -más o menos- izquierda andaluza se elevará a los altares consagrados de la «eficacia» presumiendo su «mala gestión»; presentándolos o parodiándolos como torpe leguleyo que no se sabe muy bien cómo aprobó la asignatura de Procesal y que perjudica inexorablemente a su ámbito clientelar.


Mientras tanto, los aguijonazos en la zona derecha más o menos extrema, quedan ocultos bajo el amparo imprescindible de ese Sistema, con las togas del entramado judicial largan procesos presuntamente delictivos de éstos; los sables militares para asustar y las cloacas policiales para crear bulos que les sean propicios; los propios medios de comunicación con todo ese espectáculo -bochornoso para la especia humana- del «tertulieo macarra» y, porqué no: las sotanas que envilecen a las personas a través de los miedos colectivizados de un «más allá» que les procura pingües beneficios.

Pero esos escorpiones, aunque parezca mentira, han aprendido a nadar mientras envenenan a las ranas solícitas para facilitarles el viaje, porque esos alacranes tienen sus salvavidas apostados en los laterales de los batracios que utilizan.

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