La de cal: “«Juliet, desnuda», con sus observaciones sociales que rondan la comicidad, se convierte en una película «dulce» gracias a Annie (Rose Byrne), a los peculiares personajes que la rodean y a la música que lleva implícita”
La de arena, el barrio de Huelin: “Semana tras semana se provocan incendios y se suceden actos vandálicos contra coches particulares, contenedores de basura o cualquier otro tipo de mobiliario urbano o robos sin que desde la Casona del Parque (tal y como cuenta y se queja el propio vecindario) se haga caso alguno a una situación que parece ir «in crescendo»”
OPINIÓN. Cuestiones circenses
Por Javier Cuenca. Periodista
03/06/22. Opinión. Cultura. Javier Cuenca, periodista (principalmente de cultura) y escritor esporádico, que en la actualidad compagina tareas como crítico de cine y mantiene la web www.oxigenarte.info (AQUÍ), en su colaboración semanal con la revista EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, escribe sobre el largometraje ‘Juliet, desnuda’ de Jesse Peretz, que es la de ‘cal’; y el texto ‘Hacia un Bronx malacitano’,...
...sobre la violencia en el barrio de Huelin, que es la de ‘arena’.
«Juliet, desnuda» de Jesse Peretz
https://www.youtube.com/watch?v=O3BPQVzmB_A
«Juliet, desnuda» (Juliet, Naked) es una comedia con visos de tragicomedia que funciona por la sencillez y el humor que Jesse Peretz pone en su realización, adaptando la novela homónima de un escritor experimentado en que su obra traspase la tapas de los libros hasta la «gran pantalla», el británico Nick Hornby.
Sin pretensiones, mezcla el mundo de la mitomanía de los seguidores del rock and roll más independiente y presuntamente purista, con el hastío que las relaciones de pareja provocan tras quince años de linealidad, hasta las consecuencias que concita una juventud alocada en su recorrido por los escenarios.
Tres «patas» de una narración que pone en escena con una propuesta coral capitaneada por Rose Byrne (Annie) y Chris O´Dowd (Duncan) -la pareja hastiada cercana a los cuarenta y donde él encarna la figura del fans- y Ethan Hawke (Tucker Crowe) -un músico americano que desapareció tras publicar el exitoso álbum «Juliet», una obra que no soporta la crítica del tiempo-.
Megan Dodds, Jimmy O. Yang, Lily Newmark, Lily Brazier, Johanna Thea, Azhy Robertson, Ayoola Smart, Georgina Bevan, Laura Camberley, Michael Chapman, Begoña Fernández Martín, Karol Steele, Janine Catterall, Lee Byford, Florence Keith-Roach, Andrew Dunkelberger, Thomas Gray o Sascha Panknin acompañan al trío protagonista de esta cinta.
La relación entre Annie y Tucker, ella en un pueblo de Inglaterra y él en una zona rural de EEUU, hilvana la propuesta fílmica con la capital londinense como nexo de unión tanto de los dos espacios como de las historias que rodean a cada uno.
Irónica, la cinta desmonta la presunta realidad y excelencia de los mitos del mundo musical, tal vez sin profundizar demasiado, y hace de un encuentro en internet la base de la trama que decora musicalmente Nathan Larson, haciendo entrar en escena un buen número de temas pop/rock más o menos clásicos que dan el resultado pretendido.
El escritor Nick Hornby tiene una larga relación con el cine; de su primera novela «Fiebre en las gradas» se hicieron dos versiones «Fuera de juego» y «Amor en juego», que desarrollan la pasión de Hornby por el deporte reflejado en su novela.
De su amor por la música fue la cinta «Alta fidelidad» la más exitosa y representativa. También cabe destacar la labor como guionista de este escritor en filmes como «An Education», «Alma salvaje» o «Brooklyn».
«Juliet, desnuda», con sus observaciones sociales que rondan la comicidad, se convierte en una película «dulce» gracias a Annie (Rose Byrne), a los peculiares personajes que la rodean y a la música que lleva implícita.
Hacia un Bronx malacitano
Si ya teníamos los Asperones (y alguna que otra barriada más) que podían ser a Málaga lo que el distrito 19 es a París (salvando las distancias), o para los seguidores de series policiacas yanquis: el Bronx o, para los trabajadores incansables de las ONG,s las favelas de Sao Paulo o de cualquier barriada marginal del «cono sur» americano, o, volviendo al país, la Tres Mil Viviendas de la capital hispalense; ahora resulta que el malagueño barrio de Huelin está ingresando -por mor del abandono municipal- en la lista de los espacios urbanos que acceden a los medios de información sistemáticamente por circunstancias violentas y difíciles.
Semana tras semana se provocan incendios y se suceden actos vandálicos contra coches particulares, contenedores de basura o cualquier otro tipo de mobiliario urbano o robos sin que desde la Casona del Parque (tal y como cuenta y se queja el propio vecindario) se haga caso alguno a una situación que parece ir «in crescendo», mientras el munícipe Paco de la Torre y su equipo, sigue en su gran preocupación absortos: encontrar solares para hacer vastos y horrorosos monstruos de cemento (como los incipientes en Martinicos) para regocijo de los constructores -afines a su filiación y amistad si puede ser-.
Huelin ha sido siempre un barrio transitable con vistas al mar. Donde los más céntricos capitalinos se acercaban a degustar el pescado que de allí salía cada día y se ponía sobre las ascuas de las barcas que amparaba el litoral para regusto de paladares. O, también, el que se calificaba como el mejor mercado de pescado de la ciudad. O, si se quiere, el del pueblo obrero que alternaba por sus espacios o tabernas, a pesar de la masificación albergada en sus grandes edificios baratos de después de los sesenta del pasado siglo XX.
No obstante, ahora Huelin recibe el exabrupto de los salvajes sin defensa de ningún tipo. El Ayuntamiento sigue más preocupado en terminar de expulsar los últimos malagueños y malagueñas del Centro Histórico para dar hostelería a ese turismo que, sin planificación alguna, arrasa la ciudad, que en atender a sus barriadas -esas que solo existen en época de contienda electoral por su elevado número de población votante-: nada nuevo pero hilarante y una muestra más de la mala gestión del Ayuntamiento para esta ciudadanía.
Sálvese quien pueda, pero muchos de los ocupantes del primer sillón consistorial (y aledaños) se han hecho de oro con la especulación, y ese trabajo no permite atender a cuestiones tan plebeyas como los habitantes de las barriadas masificadas y carentes de servicios públicos de calidad.
No es solo una cuestión de vigilancia: para nada; es una cuestión de diseño de ciudad que ha venido posponiéndose bajo la vara de mando de constructores y grandes hosteleros de ese sistema, que cohabitan con los derroches de la Casa Consistorial en alaracas circenses y festivas, o en proyectos que destruyen la identidad de la urbe tras los cuales asoman sospechosas fechorías administrativas.
Mientras tanto… parte de la ciudad se sigue hundiendo en su propio abandono, digan lo que digan los medios de comunicación afines a la alcaldía y al partido que la manda.
Puede leer AQUÍ otros artículos de Javier Cuenca.