La de cal: “Rodada con actores amateurs (Kevin Vaz, Johan Jonason o Yannick Diakité), Östlund pretende hacer una especie de estudio sociológico sobre el miedo, la inseguridad ciudadana o la delincuencia y, en menor medida, de la integración o el racismo”
La de arena: El obispo de Huelva: “Este representante de la caduca y cada vez más desvirtuada práctica del cristianismo, vuelve a apostar por una sociedad machista, homófoba, represiva y que apoya la especulación allá donde el tintineo de las monedas vaya a parar a su recaudo”
OPINIÓN. Cuestiones circenses
Por Javier Cuenca. Periodista
10/06/22. Opinión. Cultura. Javier Cuenca, periodista (principalmente de cultura) y escritor esporádico, que en la actualidad compagina tareas como crítico de cine y mantiene la web www.oxigenarte.info (AQUÍ), en su colaboración semanal con la revista EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, escribe sobre el largometraje ‘Play’ de Ruben Östlund, que es la de ‘cal’; y ‘Los «vencedores de la cruzada»’, sobre...
...las repulsivas declaraciones del obispo de Huelva, que es la de ‘arena’.
«Play» de Ruben Östlund
https://www.youtube.com/watch?v=6UsE80g0qeE
A la sombra del confinamiento concitado por el virus Covid-19, ArteKino seleccionó una peliaguda película sueca «Play», de uno de los directores en auge en ese país, Ruben Östlund (comparado por algunos con el cine social-realista europeo de realizadores como Andersson o Haneke).
Dicha cinta es la versión de este cineasta de unos sucesos de tinte racial, ocurridos en Gotemburgo cuando una pandilla de jóvenes y adolescentes inmigrantes se dedicaron a robar los móviles de niños de su edad entre la población autóctona.
Es una película a la que hay que acceder con mucha tranquilidad y prudencia ya que, a pesar de la presunta asepsia con la que está tratada la trama, la perspectiva se vuelca innegablemente del lado de las víctimas del suceso, dejando al margen a las víctimas sociales de la inmigración en los países europeos.
No obstante, es un trabajo muy recomendable, siempre que el espectador mida y controle el declinar que le produce la actitud de estos menores de piel negra que realizan hurtos a los rubios adolescentes suecos.
Rodada con actores amateurs (Kevin Vaz, Johan Jonason o Yannick Diakité), Östlund pretende hacer una especie de estudio sociológico sobre el miedo, la inseguridad ciudadana o la delincuencia y, en menor medida, de la integración o el racismo, pasando por alto los traumas y desencuentros que generan estos conflictos en el «Viejo Continente» donde grupos reaccionarios hacen de este tema caballo de batalla político.
Este drama cinematográfico, de cuidada fotografía y ritmo pausado en la narración, puede ser -como ocurriese en la Quincena de Realizadores de Cannes- un punto de partida para un extenso debate donde tienden a mezclares los propios asuntos de seguridad ciudadana con las filias y fobias que genera la inmigración; si bien Östlund (queriendo o sin querer) victimiza en de más sólo a una parte del conflicto.
En su momento, cuando el tiempo parecía del dominio de los espectadores en aquellas circunstancias de confinamiento, fue una buena ocasión para visionar este trabajo, eso sí: intentando mantener cerca la balanza de la justicia real, la que construye sociedades para su presunta defensa, pero que estigmatiza lo foráneo.
Vivimos ahora buenos tiempos para recordar cómo la «sociedad blanca» es motivo exhaustivo de informativos, tras una guerra que -como todas- no deja de ser más que una putada contra el ser humano; pero obviamos las que esa misma sociedad (o sus mandamases) han provocado en otros territorios donde el color de la piel y las circunstancias cambian. Vivimos «sumisos» al caldo de cultivo que produce la ignorancia sobre el «otro» y todos aquellos que la alimentan con miedos atávicos e irracionales.
Lo que decía: una cinta para verla con pausa y -a ser posible- con honestidad.
Los «vencedores de la cruzada»
Las fuerzas políticas represivas andan a sus anchas; especialmente las que persiguen y anatemizan el libre pensamiento. Rodeado de algunos representantes de andaluzas y andaluces en su Parlamento autonómico (presidido, por cierto, por un malagueño que estaba a su vera), el obispo de Huelva a vuelto a sacar a relucir la imagen de sociedad que el cónclave reaccionario hispano tiene (bastante alejado del que marca su «jefe» desde el Vaticano, atacado desde la curia española con una campaña anti-Papa y condenado desde la ignominia hispana por su inicial «aperturismo»).
Este representante de la caduca y cada vez más desvirtuada práctica del cristianismo (en este caso es el obispo de Huelva como podía haber sido el extremista de Alcalá de Henares y algún otro más), vuelve a apostar por una sociedad machista, homófoba, represiva y que apoya la especulación allá donde el tintineo de las monedas vaya a parar a su recaudo.
Moral de los inmorales -si a las cifras de los ensotanados pedófilos nos referimos-; lecciones de sociedad de quienes enajenan patrimonio del pueblo o pretenden cambiar los servicios sociales por el «limosneo» que ellos mismos manejan, o desvirtuar la Historia con sus cuentos de príncipes y princesas enajenados y beligerantes.
Un obispo que, rodeado de alta pléyade de peperos y miembros de ese «parto» del PP de afincados en la extrema derecha patria y colegas del nazismo internacional, aplauden con los medallones colgados de una ignorancia que se topa de lleno contra los Derechos Humanos.
Vamos, que son los que usan los púlpitos de una religión/creencia -que debe estar ubicada en el pensamiento y las decisiones privadas- para proclamarlo con sus políticos a la vera y a través de medios de comunicación públicos pidiendo el voto no ya para la derecha extrema «pepera», sino para esa especie de macarras que exhiben y predican violencia y «marcha atrás histórica» ante cualquier avance que haya tenido esta pobre sociedad de la «piel de toro» castigada con el mazo de las sotanas, las togas y las espadas de los violentos desde hace más de quinientos años.
«Siempre tuve curiosidad por saber cuáles eran las homilías previas al golpe de Estado de Franco, pero oyendo a estos obispos ya me imagino» escribía en el «muro» de un amigo alguien sobre el tema.
¿De qué ideología creemos que son el obispo de Huelva, los presidentes de las eléctricas, o las petroleras, los miembros de la CEOE, o del CGPJ, Juan Carlos I, el gobernador del Banco España, buena parte del Tribunal Constitucional (con toda la plana del Ibex35 arropando), PP y los macarras escisionados de la calle Génova de Madrid?
La RAE dice que Transición -del latín transitĭo- es la acción y efecto de pasar de un estado a otro distinto. El concepto implica un cambio en un modo de ser o estar. Por lo general se entiende como un proceso con una cierta extensión en el tiempo.
Lo que ocurre es que aquí el tiempo no se sabe muy bien cómo lo miden estas gentes, suponemos que la «eternidad» será un término que les agrade y coincide con su ideario.
Pues bien, ahora mírense debajo del refajo y vean cómo han transitado la mayor parte de las instituciones del país: jueces heredados del Tribunal de Orden Público franquista (TOP) pasando a ocupar los mismos sillones en la Audiencia Nacional (AN) y de ahí hacia arriba, con la agresiva secta ultracatólica del Opus Dei controlando el meollo del asunto.
Aquella Transición «traicionera» que permitió desarrollar las «cloacas del Estado» más de lo que ya estaban (que ya es decir), la perpetración de un grupo policial terrorista en tiempos del «hombre de pana» hasta la incursión de un PP que ha hecho un «coladero» de billetes las propias cloacas: la Transición sigue pendiente: no se ha esfumado; no se ha transitado al margen de ellos ni se les ha castigado por sus crímenes contra la humanidad.
De la separación de poderes… mejor no hablamos, vaya que se les ocurra quemar los libros de Montesquieu delante del Congreso de los Diputados ellos, tan aficionados a la quema del papel escrito, especialmente esos seguidores hitlerianos con contradictorio nombre de diccionario.
Y todo ello con la aquiescencia de los medios de comunicación que les pertenecen -en su inmensa mayoría- gracias a los grandes grupos mediáticos (con un importante dinero de la iglesia católica y las oligarquías financieras metido en ellos para «púlpito» de sus lenguaraces contertulios y voceros); no obstante, lo más rechazable es que esta vez -lo del obispo onubense- estaba retransmitido por completo por un medio público, Canal Sur, que -para más recochineo- acaba de ser condenado por vulnerar el derecho a la huelga de una de sus trabajadoras, creyendo el Consejo Profesional que la Dirección de Informativos no es políticamente independiente -a buenas horas mangas verdes-. Algo así como lo que ha pasado en la mayoría de las televisiones autonómicas y en la RTVE, cuyo Consejo de Administración Sánchez vendió por una vaga promesa de Casado (incumplida: por supuesto) de hacer algún cambio en el sector judicial.
En fin, al final lo del descerebrado y lenguaraz obispo no es más que otra gota de agua en este despropósito político que están convirtiendo de España. Una falsa democracia que solo permite votar cada cuatro años, pero que obstaculiza cualquier intervención de los votantes en su futuro. Estos individuos e individuas que, al parecer, han realizado la lectura torticera escénica del discurso de Pericles: donde se hablaba de libertades al ejército triunfador pero se excluía a niños, mujeres, extranjeros o esclavos de las ventajas de la proclamas democráticas; despropósito que se le une aquí una Ley Electoral caduca e injusta dentro de una Constitución desfasada que solo protege a los más fuetes.
Eso sí, cuidado porque la Ley Orgánica 4/2015, de 30 de marzo, conocida como Ley Mordaza, sigue vigente para desprotección de la ciudadanía y con el rechazo de la gran mayoría de instituciones europeas y mundiales que tratan sobre esos temas de los Derechos Humanos.
Pero, mientras tanto, el obispo de Huelva agrede verbalmente a grupos sociales presuntamente protegidos por otras leyes que ellos no pretenden asumir, porque para eso son los «vencedores de la cruzada».
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