La de cal: “Una historia de amor personal y a los volcanes que vivieron al límite, y que, tras la erupción del volcán Nevado del Ruiz, en Armero (Colombia) -que acabó con la vida de unas 25.000 personas-, renovó el amor de la pareja por la humanidad, de la que se sentían decepcionados y que habían abandonado a favor de la naturaleza”
La de arena: “Es difícil para los andaluces y andaluzas creer que toda esa patraña que se han ido teniendo que tragar con la sacrosanta democracia les será benévola esta vez, y que ese sistema que les pide el voto y luego les quita la palabra y los medios de intervención, jugará a su favor en algún momento”
OPINIÓN. Cuestiones circenses
Por Javier Cuenca. Periodista
17/06/22. Opinión. Cultura. Javier Cuenca, periodista (principalmente de cultura) y escritor esporádico, que en la actualidad compagina tareas como crítico de cine y mantiene la web www.oxigenarte.info (AQUÍ), en su colaboración semanal con la revista EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, escribe sobre el documental ‘Fire of Love’, de Sara Dosa, que es la de ‘cal’; y ‘Que llueva buena suerte’, un texto sobre...
...las elecciones autonómicas andaluzas, que es la de ‘arena’.
«Fire of Love» de Sara Dosa
https://www.youtube.com/watch?v=OnlLDQM5Rcs&t=1s
El documental sobre la vida de la pareja de vulcanólogos Katia y Maurice Krafft, «Fire of Love», realizado por la cineasta Sara Dosa es, inicialmente una magnífica realización donde la fuerza de sus imágenes y la pura poética de su fondo narrativo invade al espectador; no en balde la cinta (realizada gracias al material acumulado por los Kraff) ha resultado ganadora en la 25 edición del Festival DOCS Barcelona, tras su fértil paso por el Festival de Sundance, donde se hizo con el premio al Mejor Montaje.
La espectacularidad fílmica y visual va arropada de una historia muy bien construida a través, como decíamos, del material que Maurice filmaba en 16mm, mientras Katia hacía fotos a pie de los cráteres. Más de 200 horas de documentación de archivo inédito y de las notas y escritos personales de ambos, que se reconstruyen con la impecable edición de Erin Casper y Jocelyne Chaput, así como de un gran guion a cargo de la propia Dosa, Casper, Chaput y Shane Bori.
La artista Miranda July es la narradora del fascinante universo de estos dos vulcanólogos inclasificables. Una historia de amor personal y a los volcanes que vivieron al límite, y que, tras la erupción del volcán Nevado del Ruiz, en Armero (Colombia) -que acabó con la vida de unas 25.000 personas-, renovó el amor de la pareja por la humanidad, de la que se sentían decepcionados y que habían abandonado a favor de la naturaleza, para empezaron a usar su trabajo para evitar nuevas tragedias.
Katia, geoquímica, y Maurice, geólogo, tenían el Etna y el Stromboli como sus referentes, viviendo una actividad personal apasionada. Durante los años 70 iniciaron una búsqueda que duraría dos décadas y los llevaría a viajar por todo el mundo para estudiar la erupción de los volcanes: Zaire, Hawaii, Indonesia, Estados Unidos o Japón.
Desde luego, el trabajo de Dosa con el material heredado y la pericia en la realización fílmica, consiguen atrapar al espectador que, en muchas ocasiones, parece estar desplazado a otro mundo: espectacular y casi inverosímil, pero que no abandona la naturaleza de los sentimientos entre ambos vulcanólogos, los propios volcanes y la humanidad se destila en la cinta.
Todo ello, y gracias a buena narración de Miranda July (directora de «Kajillionaire»), la música de Nicolas Godin -en gran parte responsables de que todo encaje y fluya- y el acierto de ir intercalando la documentación precisa para informar al espectador sobre las implicaciones de la investigación de Katia y Maurice, confluye en una película dinámica que demuestra cómo el documental es un género que tiene su cabida en la «gran pantalla» con todos los honores.
Caramel films distribuirá la película «Fire of Love», que llegará a nuestras pantallas el próximo 26 de agosto.
Que llueva buena suerte
Es difícil seguir creyendo en este Sistema (el menos malo de los sistemas, que decían quienes no tenían claro ninguna otra posibilidad de convivencia o estaban bajo las directrices de ese capital que ahora «hace aguas»).
Promesas y pechos amedallados de la «clase política» -que parece ser otra que la de los trabajadores y trabajadoras- se han paseado por los salones de las casas de la ciudadanía andaluza a través de una televisión sectaria y diseñada para el espectáculo, pidiéndoles el voto para que, hasta dentro de otro periodo electoral quizás de cuatro años (ellos juegan al póker con estas cosas), vuelvan a hacer lo mismo sin rendir cuentas de sus desmanes, tropelías y latrocinios; sin explicarles a los votantes el caótico devenir de su presente y de su incierto futuro que camina, a paso acelerado, hacia la pérdida casi total de cualquier servicio público que siguen pagando con sus impuestos -de la desaparición de aquel cacareado «Estado del Bienestar»-, pero ellos parten y reparten entre los suyos con la aquiescencia de las instituciones que deben velar por el justo criterio o, por lo menos, por la Justicia que se ha empeñado en ampararles.
Es difícil para los andaluces y andaluzas creer que toda esa patraña que se han ido teniendo que tragar con la sacrosanta democracia les será benévola esta vez, y que ese sistema que les pide el voto y luego les quita la palabra y los medios de intervención, jugará a su favor en algún momento, o seguirán siendo los parias de este juego de tahúres que mienten con descaro amparados por lo que ellos llaman «política» o «lo público» y que solo beneficia a sus allegados.
Es difícil, muy difícil, pensar que alguien pueda cambiar las reglas de este juego tramposo cuando la derecha de la extrema derecha (los voceros de los caciques de siempre) se puede permitir saltar las reglas a su favor sin que las instituciones encargadas de impedirlo muevan un dedo o, si lo hacen, sea siempre a su favor. Que sigan amenazando con más involución en una Andalucía donde los ratios de pobreza aumentan a medida que los «señoritos» se quitan el disfraz y se llevan los réditos de los impuestos que aportan trabajadoras y trabajadores con su escaso peculio, mientras privatizan para familiares y amiguetes lo que en justa medida debería ser de todos.
Es difícil dar crédito a quienes, desde lo que llaman oposición parlamentaria, aseguran que ese cambio será posible, porque la palabra «cambio» ya se la cambiaron hombres y mujeres que se suponían iban a estar a su lado, y cuyo resultado no fue más que un fiasco, una truculenta lucha de poder que en nada beneficiaba a la ciudadanía.
«Sería una necedad pretender que el pueblo no puede cometer errores políticos. Puede cometerlos, y graves. El pueblo lo sabe y paga las consecuencias; pero comparados con los errores que han sido cometidos por cualquier género de autocracia, estos otros carecen de importancia», explicaba John Calvin Coolidge. Por eso, porque se han comportado como autócratas, es difícil creer en la utilidad que les va aportar este sistema que viene prometiéndoles participación desde hace décadas pero que nunca se da la circunstancia real para ello.
Por no ser definitivamente pesimista, tal vez no sería imposible si quienes pretenden desplazar a los actuales «jugadores de ventaja» no solo cumplen con su promesa de devolver la serenidad a este pueblo, darles un bienestar que se les escapa entre los dedos como la arena -aún sin contaminar- de las playas que ocupan este territorio, y lo hacen con la suficiente gallardía y firmeza para cambiar todo lo podrido, para airear las instituciones, para dar cabida en el Parlamento andaluz a esa voz que ha sido acallada casi desde siempre.
El domingo toca, nuevamente, hacer de tripas corazón para silenciar esa voz interna que dice -porque lo sabe, porque lo está sufriendo- que esto de la democracia es un juego en el que no le reparten cartas o están marcadas de antemano. Asumir, tal vez, votar por lo menos, a quienes se han atrevido a plantearles propuestas para cambiar ese juego y, desde luego, rechazar a los que -sin programa ni vergüenza- quieren que no solo las cosas se queden como están, sino que vuelvan atrás los quinientos años de ignominias y abusos que pretenden volverles a convertir en esclavos de su osadía y de su mala sangre. Aquellos que niegan la Historia que no haya sido amparada por la Inquisición y hacen burla de una cultura que enriqueció todo el Mediterráneo.
Es difícil votar, pero habrá que echar de una vez por todas a todo aquello que la singular estratagema de la Transición dejó en su sitio para que ahora reiteren sus himnos reaccionarios; votar contra ese estar reaccionario que habita desde la derecha extrema a la extrema derecha y los adalides de la oligarquía que engañaron con su ubicación ideológica, prevaricaron y que se llenaron los bolsillos del sudor de andaluzas y andaluces.
Votar por quien libre de la ponzoña «soñando los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte…» que diría Galeano.
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