La de cal: “Los personajes de Ballús descubren ese despropósito avasallador que lo «turístico» aplica a todo cuanto se encuentra a su paso, y que está salvaguardado por el sacrosanto dogma del «mercado»”
La de arena: “De la Torre supura franquismo y ese deseo irrefrenable de que los «suyos» se hagan con todo, mientras abocan a la ciudadanía con menores recursos prácticamente a servir como esclavos en un «chabolario» que, por supuesto, él mismo construirá”
OPINIÓN. Cuestiones circenses
Por Javier Cuenca. Periodista
08/07/22. Opinión. Cultura. Javier Cuenca, periodista (principalmente de cultura) y escritor esporádico, que en la actualidad compagina tareas como crítico de cine y mantiene la web www.oxigenarte.info (AQUÍ), en su colaboración semanal con la revista EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, escribe sobre el largometraje ‘El hijo del acordeonista’, de Fernando Bernués, que es la de ‘cal’; y ‘El inefable «plumero» de...
...De la Torre’, un texto sobre el clasismo del alcalde malagueño, que es la de ‘arena’.
‘El hijo del acordeonista’ de Fernando Bernués
https://www.youtube.com/watch?v=4AUnaIHUCGM
«El hijo del acordenista», del director de cine, teatro y televisión Fernando Bernués, parte de un comprometido escenario donde la postguerra del último enfrentamiento bélico español, el surgimiento de la lucha armada vasca frente a la represión franquista, la propia militancia en el movimiento Euskadi ta Askatuta (ETA), sirven de escenario a una trama dramática clásica donde se mueven a la vez la amistad y la traición como protagonistas.
Con el texto de Bernardo Atxaga (guión de Patxo Terrería) -que ya con anterioridad Bernués había llevado siete años antes al los escenarios teatrales- se construye esta cinta de atractivo recorrido geográfico; desde Ulzama, Lesaka y Bera del Bisadoa, en Navarra, Opakua en Álava, o San Sebastián e Irún, en Gipuzkoa, a California (USA), aunque estos últimos escenarios se hayan grabado también en Euzkadi y con un más que acertado tratamiento fotográfico dirigido por Gonzalo Fernández-Berridi.
«El hijo del acordeonista», que mantiene a los personajes principales y acontecimientos de otra película de Fernando Bernués, «Obabakoak», cuenta la historia de David Imaz, vasco que tuvo que marchar de su tierra a mediados de los sesenta acusado de una traición que no había cometido, y cuida de utilizar la causalidad política solo como soporte inicial de la trama para destacar cuestiones como el desengaño de la lucha armada o la persistencia del pasado en acudir inoportunamente a la realidad.
Esta producción vasca (Abra y Tentazioa) rodada en euskera principalmente, en algunos momentos ralentiza el ritmo escénico para contar la historia reciente de Euskal Herria compartimentalizada en tres épocas de los protagonistas -de niños, con veinte años y pasados los cincuenta- envuelta entre las tradiciones vascas y la belleza de su paisaje y paisanaje; además cuenta también con la sólida interpretación de actores como Aitor Beltrán, Iñaki Rikarte, Cristian Merchán, Bingen Elortza, Joseba Apaolaza, Mireia Gabilondo, Frida Palsson, Miren Arrieta, Laia Bernués o Eneko Sagardoy.
El inefable «plumero» de De la Torre
El derecho a la libertad de expresión -que no es un privilegio- es el de equivocarse sin miedo. El acto en sí de expresar lo que en un momento determinado se piensa, sin paliativos ni circunstancias que lo determinen. Es la asunción de sus consecuencias sin ser criminalizado. Es la libertad en sí misma. Nadie puede ponerle coto ni hacer banal este acto. Se puede no coincidir pero estando de acuerdo con el derecho mismo a expresarlo.
Dicho esto (que cada cual asuma sus opiniones como pueda) la manera de expresarse de un político le hace rehén de su discurso precisamente porque es una persona pública y representa una diversidad de intereses, especialmente si representa a un partido que impuso -contra la opinión de todas las instituciones que velan o pretenden velar por los Derechos Humanos y, por lo tanto, por esa libertad de expresarse, aquí y en el mundo- creando la llamada Ley Mordaza, que no era más que otro ataque del sector más reaccionario del Partido Popular a esos derechos que recoge nuestra carta magna, y que por desidia, cobardía o vaya usted a saber que ocultos acuerdos, el PSOE sigue manteniendo.
Desde ese sentido, y asumiendo la disensión al margen del concepto policial de la referida ley, a los «populares» se les va y viene cada vez más «el plumero» y ya no se cortan en hacer discursos públicos contra todas las personas que no son de su «cuerda» (o casta o aprueban su sentir clasista).
Olvidándose de que su partido está empeñado en privatizar el Estado español, limitando los recursos de la Sanidad Pública o el acceso a la Educación de los menos pudientes, castigando además a los trabajadores con leyes que solo les puede conducir a una pobreza endémica y disfrazada de trabajo -y que tanto está costando ir desmontando-, Francisco de la Torre, ex concejal franquista de Urbanismo de la capital malagueña y ahora su primer edil, lanza a los cuatro vientos la desafortunada frase: «Como no tienen estudios, no ganan dinero y no tienen casa»; de parvulario político. Ya solo le queda hacer como su correligionaria de partido, la inefable IDA y sus asesores MAR y Aznar, y becar a los que más tienen para todo tipo de servicios.
De la Torre supura franquismo y ese deseo irrefrenable de que los «suyos» se hagan con todo, mientras abocan a la ciudadanía con menores recursos prácticamente a servir como esclavos en un «chabolario» que, por supuesto, él mismo construirá.
Como señala EL OBSERVADOR «De la Torre se alistó voluntario y juró los principios fundamentales del Movimiento Nacional, hay registros de una quincena de eventos en los que De la Torre mostró su talante franquista. Fueron entre los años 1973 y 1974». Fue entonces cuando el ahora alcalde de Málaga rindió pleitesía a Arias Navarro, también conocido como «El carnicero de Málaga» por su afición a matar, torturar y reprimir a quienes no comulgaban (literalmente) con él.
Lo dicho, el «plumero» les sale en sus discursos al menor descuido. Emiten su ideario reaccionario bajo una Libertad de Expresión que, desde luego, no la ganaron él ni los suyos, y luego promulgan leyes para hacer callar a los disidentes.
¡Ay! Ese inefable «plumero fachurrón» que desmonta tanto talante democrático de pacotilla.
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