Tenemos todo el derecho del mundo a abstenernos, pero lo tenemos porque está garantizado el derecho al voto”

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PINIÓN. La vuelta a la tortilla. Por Noemí Juaní
Profesional de la gestión

25/05/23. Opinión. Noemí Juaní, profesional de la alta gestión en empresas e instituciones, en esta colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com escribe sobre la abstención: “Cuando nos referimos a Málaga y de unas elecciones municipales son más o menos 200.000 las personas que deciden mirar para otro lado. ¿Son muchas? ¿Son pocas? Son el 46% del censo electoral. Casi la mitad...

...de los honrados con el derecho al voto. Y ahí, agazapados en una cifra porcentual parecen anónimos. Pero no hay nada menos oculto que ese sujeto que se abstiene de votar”.

Ayuno democrático

Este próximo domingo estamos llamados a las urnas para depositar nuestro voto y con este simple gesto hacemos realidad una gloriosa conquista en la lucha a favor de los derechos humanos que quedó recogida en el artículo 21 de la famosa declaración de 1948: “Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de representantes libremente escogidos”.

El derecho es a participar, pero va en el paquete que también tenemos derecho a no participar y así lo entienden un número indeterminado de personas que varía por elecciones y por convocatorias.

El mapa de la abstención en España nos lleva a la anécdota de Benizar (Murcia) que llegó al 97,1% en las últimas elecciones municipales de 2019 y que este año quiere repetir hazaña y para calentar motores ha llegado a convocar a los abstencionistas de toda España en una concentración en la plaza mayor. En el otro extremo, con un 0%, está Villaroya (La Rioja) que además, ostenta el récord de cierre de urnas más veloz (40 segundos).

Cuando nos referimos a Málaga y de unas elecciones municipales son más o menos 200.000 las personas que deciden mirar para otro lado.

¿Son muchas? ¿Son pocas? Son el 46% del censo electoral. Casi la mitad de los honrados con el derecho al voto. Y ahí, agazapados en una cifra porcentual parecen anónimos. Pero no hay nada menos oculto que ese sujeto que se abstiene de votar. Podríamos saber su nombre completo, su dirección, su edad, su sexo e, incluso, somos capaces de conocer con bastante aproximación, sus ingresos y su nivel de estudios.

Se trata de todos aquellos que no han quedado ocultos bajo la línea recta trazada con bolígrafo y regla de plástico que blande entusiasta el infortunado ciudadano que no le toca la lotería, pero sí estar todo un domingo viendo pasar convecinos junto al del quinto que es el presidente y ejerce autoridad apartando la hojita de papel que cubre la ranura en la urna (vamos, el colmo de la tecnología del siglo XXI).


Así que, al final del día, unos cuantos nombres han quedado tachados, pero otros están ahí inmaculados en todas sus letras, perfectamente legibles, petrificados en una hoja de papel.

Son los hombres y mujeres que han renunciado a un único derecho: el de ejercer el voto, aunque hay algunos que creen que eso les condena a la pérdida de otras prerrogativas: “ya no te puedes quejar”, “ya no puedes criticar”, “ya no puedes opinar”…

Sin embargo, ser capaces de identificar al abstencionista no nos lleva automáticamente a poder hablar de un único perfil por mucho que varios lo hayan intentado.

El simplismo de Wikipedia habla del no votante como acto de protesta. Pero si el acto colectivo estuviera dotado de tal grado de consciencia política, seguramente, hubiera llegado a la conclusión de que sería mucho más efectivo ejecutarlo al modo imaginario de Saramago en “Ensayo sobre la lucidez” un relato de ciencia-ficción en el que la mayoría de los electores salen a la calle lloviendo a mares y votan mayoritariamente con papeletas en blanco para estupor de los políticos.

Además, también hay lecturas totalmente opuestas a esa versión que alegan que, quien ya está contento en cómo funcionan las cosas tiene menos interés en incidir en su curso.

Otra interpretación es que hoy la política se ve como algo lejano. Sin embargo, aunque eso explicaría por qué las elecciones europeas se llevan la palma en esto de la abstención se contradice con la evidencia de que hay menos votos en las elecciones municipales, pese a que los candidatos pueden ser reconocibles por la calle y las propuestas que lanzan son palpables al levantar la persiana de casa.

Tampoco hay explicación suficiente en creer que generan mayor entusiasmo los comicios que deciden sobre gobiernos que incidirán sobre problemas concretos; porque eso habría llevado a reducir la abstención en las comunidades autónomas a medida que adquirían más competencias en esos ámbitos, cuando la realidad de los datos no lo refrenda.

Otros hablan de si los jóvenes, o los viejos, el mundo rural o el urbano, la renta per cápita, el nivel de estudios e, incluso, el estado civil pues la constatación empírica es clara: los casados votan mucho más que los solteros.

Al final, habrá que rendirse a la evidencia de que un 46% de la población es una cifra suficientemente alta para que, en su seno, se den tantas variaciones o matices como en el 54% restante que vota, y que, en ambos casos, no solo influye la capacidad racional y libre albedrío del sujeto, sino que también habrá circunstancias externas que afectarán: esto es, como de atractiva es la oferta de los partidos políticos.

Pero hay que reconocer que no es tan fácil conocer esas propuestas.

A fin de cuentas, son 15 días justitos y si uno vive en una gran ciudad, quizá tenga la fortuna de ser agraciado con un debate televisivo, pero no será así en la mayoría de los municipios. Descartemos, también la opción de formarnos una opinión acudiendo a los mítines puesto que entre musiquita y pincho de tortilla como mucho da para conocer las caras de los candidatos y opinar sobre si escogieron un buen traje de presentación.

Pero animo al abstencionista recalcitrante, a aquel que dice que todos los políticos son iguales y al que se queja de que no le hablan de lo que él ve cada día que sigan buceando un buen rato por internet y lleguen hasta los programas electorales completos.

Estoy completamente segura de que quedarían apabullados ante los cientos de páginas de proposiciones detalladas, especificadas y adaptadas a barrios, plazas y calles y, quizá recuperaría la confianza en un montón de hombres y mujeres que han puesto horas, ilusión y sobre todo, espíritu democrático en la construcción de esos proyectos.

Tenemos todo el derecho del mundo a abstenernos, pero lo tenemos porque está garantizado el derecho al voto.

Es como cuando alguien decide ayunar. La decisión es libre y voluntaria, sin duda, pero solo puede producirse en un entorno repleto de comida.

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