“La complejidad de la democracia supone entenderse y encontrar políticas comunes a realizar en esa gran diversidad. Por eso aplaudo a todo aquel que es capaz de elevarse de su visión monoteísta para hacerlo posible”
OPINIÓN. La vuelta a la tortilla. Por Noemí Juaní
Profesional de la gestión
09/11/23. Opinión. Noemí Juaní, profesional de la alta gestión en empresas e instituciones, en esta colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com escribe sobre política: “En política, una ciencia que no está suficientemente valorada porque no siempre quien se gana la vida con ella muestra la actitud que se espera de un verdadero profesional, no es posible emprender verdaderas acciones transformadoras...
...de la realidad si no se percibe esa diversidad y lo mismo ocurre si se es incapaz de apreciar que las circunstancias cambian o que la realidad se mueve”.
La conjura de los necios
“Dicen que la vida se puede recorrer por dos caminos: el bueno y el malo. Yo no creo eso. Yo más bien creo que son tres: el bueno, el malo y el que te dejan recorrer”.
La frase no es mía, es de Ignatius Reilly el personaje excéntrico y odioso de John Kennedy Toole en La conjura de los necios; pero resume bien las posibilidades de la acción política.
Según la RAE, a la que procuro acudir para la mayor o mejor precisión de mi lenguaje, la política es una actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos, pero también lo es de los ciudadanos cuando intervienen con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo.
La descripción es sintética y exacta cuidándose, el lingüista, de desarrollarla en sus acepciones con matices. Al individuo le concede que la simple emisión de parecer tenga la consideración de actividad política; pero sería razonable esperar de los políticos de profesión que sus peroratas se desplegasen en paralelo a la asunción de responsabilidades de acción. Lamentablemente, todos sabemos que muchos alegatos, sobre todo los grandilocuentes, vociferados en mítines o tuiteados en redes, pueden no ser más que diatribas o amonestaciones cuyas pretensiones, más que asumir el papel de sujetos responsables, se centran en intimidar para impedir que otros actúen o jalear para que otros hagan lo que está mal. ¿Recuerdan a Donald Trump instando a las masas a "luchar como demonios" porque si no "ya no van a tener país" y a caminar hacia el Capitolio? Pues en el remake español se nos insta a no dejar "pasar ni una” ante una España que se rompe y se nos invita a pasear ante la sede de algún partido político.
Pero no siempre los discursos son soflamas incendiarias e irresponsables, a veces son solo absolutamente incoherentes o absurdos.
Durante el último periodo preelectoral, hasta el mismísimo señor Abascal habló de llevar a cabo “una intervención sostenida y duradera y utilizar todos los resortes del Estado para convencer a la población en Cataluña y restaurar la concordia”. Hasta aquí, estas palabras pueden parecer amables y bienintencionadas, pero el discurso continuó argumentando que el error estaba en las acciones de gobierno acontecidas “durante 40 años” ergo para recuperar la concordia tal y como la entiende Santiago Abascal, debemos retrotraernos a la época preconstitucional.
Lo decía, también, al mismo tiempo que declaraba que, si ellos gobernaban junto con el PP, las tensiones volverían a Cataluña y, a la vista de lo que está ocurriendo estos días, quizás el señor Abascal se calló que, si ellos no gobernaban, las tensiones se producirían en cualquier calle de España. De eso ya se están ocupando.
Y es que, al parecer, en el particular diccionario de español de este dirigente “convencer” es sinónimo de “imponer” y ejercer de oposición política es arengar a las masas y pedir a las fuerzas y cuerpos de seguridad que no obedezcan leyes.
Durante los últimos días también Feijoo recordando que "no se confunda a los independentistas con Catalunya" ha hablado de defender a los compatriotas catalanes y esta vez soy yo la que se echa a temblar, porque como soy catalana y no independentista supuestamente tengo que ser defendida por un señor que cree que se está produciendo “el intento del vaciado del estado” comparando los acuerdos entre partidos políticos con representación legítimamente alcanzada tras unas elecciones, con el 23F.
En lo único que sí estoy de acuerdo con él es que no hay dos Españas, como tampoco había dos Cataluñas durante los días más duros del “procés” por mucho que algunos se empeñasen en querer posicionarme en uno u otro bando. Lástima que para algunos el rechazo a cierta duplicidad está basado en que solo son capaces de entender la unanimidad, aunque tenga que ser impuesta a golpes; actitud tan lamentable como la de aquellos que pretenden imponer la unilateralidad.
Salirse de la dicotomía, de los blancos y negros, y entender la gradación que permite la humanidad cromática, es un ejercicio que exige cierta complejidad; pero a poco que se le ponga esfuerzo se consigue.
En política, una ciencia que no está suficientemente valorada porque no siempre quien se gana la vida con ella muestra la actitud que se espera de un verdadero profesional, no es posible emprender verdaderas acciones transformadoras de la realidad si no se percibe esa diversidad y lo mismo ocurre si se es incapaz de apreciar que las circunstancias cambian o que la realidad se mueve. Pero es que hay políticos que no pretenden cambiar nada, así que a sus acciones les falta verdadera voluntad política.
Quien aspira a regir los asuntos públicos no tiene una empresa fácil entre sus manos porque no es tan simple como imponer su punto de vista. Le guste más o le guste menos, debe ser capaz de entenderse con esa diversidad y esa multiplicidad.
Durante el periodo electoral se dirige a sus electores y hace sus propuestas en coherencia con quienes se alinean con su mismo pensamiento. Pero cuando asume la responsabilidad de gobernar tiene que hacerlo para todos, incluso para quienes no lo han votado y por eso tiene que ser capaz de escuchar tanto como de convencer. Eso es lo que significa gobernar.
Aunque los gritos nos confunden y pretenden hacernos creer que nuestro destino ha quedado reducido a la voluntad de un señor de Bruselas, la realidad es que hay más de siete millones y medio de votos tras una diversidad de partidos minoritarios.
La complejidad de la democracia supone entenderse y encontrar políticas comunes a realizar en esa gran diversidad. Por eso aplaudo a todo aquel que es capaz de elevarse de su visión monoteísta para hacerlo posible. Es un ejercicio de responsabilidad que asume no solo quien pretende representar a un país sino todos los líderes que representando a sus propios electores también hacen concesiones y renuncias para dar pasos hacia adelante.
Sé perfectamente que mis palabras no van a ser escuchadas por ninguno de los políticos que están llamados a hacer ese ejercicio de responsabilidad, ni aquí ni mucho menos fuera de nuestro país, pero eso no me disuade de permitirme recordar que, si somos capaces de superar este fin del mundo particular en el que vivimos y recorrer alguna senda, por estrecha y pedregosa que sea, quizás podamos encaminarnos a abordar problemas que sí preocupan a los ciudadanos con alarmante unanimidad. No sé, ¿la inflación? ¿la crisis energética? ¿la sequía? hasta los conflictos bélicos a unos cuantos kilómetros de aquí…
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