Solo nos basta esperar un poquito para ver, si repetimos la historia y perdemos de un plumazo todas esas conquistas en el ámbito de los derechos humanos que los europeos habíamos alcanzado”

O
PINIÓN. La vuelta a la tortilla. Por Noemí Juaní
Profesional de la gestión

13/06/24. Opinión. Noemí Juaní, profesional de la alta gestión en empresas e instituciones, en esta colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com escribe sobre el auge de la ultraderecha en Europa: “Pese a ese retraso inicial, es tanta nuestra vocación europea que hemos sido capaces de llegar en el mismo momento que nuestros vecinos europeos a vomitarnos encima por el empacho...

...de una democracia mal digerida que no ha sabido entender sus propios fundamentos y acaba legitimando lo que se decide en las urnas aunque no sea democrático”.

Mal de muchos, consuelo de tontos

Hay estudios que demuestran que en España siempre vivimos con cierta inferioridad la comparativa con Europa. Lo dice así el Instituto Elcano una institución cuya actividad principal es “la elaboración de respuestas innovadoras, sólidas, inclusivas e informadas sobre los retos globales y su gobernanza, y sobre el papel de España en el mundo” y por eso, tan noble objetivo tenía que verse representado en el nombre de ese ilustre marino que ha pasado a la historia por ser el primero en dar la vuelta al mundo y no por haber cometido más de un desmán.

Pues bien, en el informe que tienen a bien publicar anualmente, se pone en evidencia lo que mi experiencia empírica había vislumbrado que, aunque la autopercepción tiende a valores más altos que la percepción externa, los nacidos de los Pirineos para abajo somos justamente al revés y la puntuación que nos ponemos está por debajo de la que nos ponen otros países.

Por eso, cada vez que hablo de política siempre hay alguien que dice algo parecido a que en España somos un desastre, menos demócratas y más casposos que en ningún sitio (y por ningún sitio, en realidad, se refieren a los llamados países occidentales, porque el resto de los países no son nadie).

Sin embargo, la realidad es tozuda y así hemos podido ver, tras las recientes elecciones al Parlamento Europeo que no solo ha sido “nuestro” VOX quien se ha posicionado en el tercer lugar del pódium electoral, sino que la extrema derecha en toda Europa ha inflado sus músculos en el escenario político.

Los agoreros de la política y los encuestadores oficiales ya nos lo venían anunciando, aunque quizás nos planteaban un escenario peor. Sin embargo, tampoco había que ser Einstein para ver la tendencia en la que estamos inmersos.

Solo a modo de recordatorio: Alternativa para Alemania (AfD) logró entrar por primera vez en el Bundestag en 2017 con el 12,6% de los votos y desde entonces, ha mantenido su presencia. En Italia, la Liga avanzó significativamente en 2018 y a día de hoy junto con Fratelli d’Italia y Forza Italia no solo son mayoría sino que gobiernan el país. El Partido por la Libertad (PVV) neerlandés con Geert Wilders a la cabeza ha tenido representación en el parlamento desde 2006. En Grecia con su Amanecer Dorado llevaron la ideología neo-nazi al Parlamento griego en 2012. Los Verdaderos Finlandeses (ahora Llamados Solo Finlandeses) han estado presentes en el parlamento desde 2011. También tenemos a los Demócratas Suecos (el hábito no hace al monje) que también llegaron en 2010. Y, no podemos olvidarnos Le Pen que estaba erre que erre, generando cordones sanitarios sin parar entre los franceses, hasta que su retoño ha puesto contra las cuerdas a Macron.


Todo eso confirma que somos tan europeos como el que más.

Pero, rebobinemos un poco: no hace ni 100 años que vivíamos cosas parecidas. Mientras Hitler y Mussolini enardecían a las masas, en el resto de los países europeos aparecían, con más o menos fortuna, partidos parecidos y en España tuvimos a la Falange de Primo de Rivera.

Por tanto, entonces éramos tan europeos como ahora. Sin embargo, es posible que justo fuese por aquel momento, cuando se introdujo la semilla de nuestro sentimiento de inferioridad. A fin de cuentas, se nos ocurrió declararnos neutrales (haber sido escenario de pruebas de armamento en los años previos, enviar a la División Azul, vender todo el wolframio o tungsteno que pudimos y permitir el uso de las bases; no cuenta, sobre todo porque lo hicimos en el bando equivocado) y eso provocó que no viéramos ni un penique de los casi 13.000 millones de dólares de la época que supuso el Plan Marshall. Bueno eso y el hecho de que Franco se bastaba solito para ser freno a las hordas comunistas por lo que no hacía falta sobornarlo.

Y ahí nos quedamos, durante cuarenta añitos con el pie en posición para subir el escalón, pero sin llegar a pisarlo.

Pese a ese retraso inicial, es tanta nuestra vocación europea que hemos sido capaces de llegar en el mismo momento que nuestros vecinos europeos a vomitarnos encima por el empacho de una democracia mal digerida que no ha sabido entender sus propios fundamentos y acaba legitimando lo que se decide en las urnas aunque no sea democrático.

Ahora solo nos basta esperar un poquito para ver, si repetimos la historia y perdemos de un plumazo todas esas conquistas en el ámbito de los derechos humanos que los europeos habíamos alcanzado.

Es otro logro de la democracia: acaba normalizándolo todo si responde a la soberanía popular.

Además, seguro que alguien lo explicará como si de una gesta gloriosa se tratase. Marine Le Pen dijo en el 2017 que era “el momento de liberar al pueblo francés” y quizás el 7 de julio lo consiga. Estará posiblemente apoyada por partidos que, hasta hace poco, se hacían llamar de centro derecha, moderados o conservadores. En Italia ya dieron el primer paso. En España también podemos explicarles cómo se hace.

Estamos juntos, somos europeos.

Puede leer aquí anteriores artículos de Noemí Juaní