No son los únicos conflictos actuales, pero sí los únicos de los que se me informa a diario. Si buceo un poco por internet, se dice que hay más de cincuenta conflictos armados”

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PINIÓN. La vuelta a la tortilla. Por Noemí Juaní
Profesional de la gestión

17/10/24. Opinión. Noemí Juaní, profesional de la alta gestión en empresas e instituciones, en esta colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com escribe sobre las guerras: “Dicen que llevamos algo más de un año de guerra en Gaza, pero no sé si ser tan contundente en la afirmación porque no tengo claro si la situación anterior podía ser considerada como pacífica. La tensión permanente, las hostilidades...

...latentes, hacen difícil marcar una fecha clara de inicio. Lo mismo ocurre con la guerra en Ucrania. ¿Llevamos dos años y medio? ¿10 años?”.

Lecciones de historia

Dicen que llevamos algo más de un año de guerra en Gaza, pero no sé si ser tan contundente en la afirmación porque no tengo claro si la situación anterior podía ser considerada como pacífica. La tensión permanente, las hostilidades latentes, hacen difícil marcar una fecha clara de inicio. Lo mismo ocurre con la guerra en Ucrania. ¿Llevamos dos años y medio? ¿10 años?

No son los únicos conflictos actuales, pero sí los únicos de los que se me informa a diario. Si buceo un poco por internet, se dice que hay más de cincuenta conflictos armados que salpimientan la cruda realidad de este 2024, desperdigados por el mundo ¿los ignoramos porque no hay suficientes corresponsales contratados?

Por un momento, pienso en intentar documentarme al respecto para ser lo más precisa posible en mis afirmaciones, para poder cuantificar y hablar de este tema con propiedad, pero me invade una pereza absoluta. El detalle minucioso no cambiará nada ¿podría la exactitud mejorar el caos?

Poco después de celebrarse el supuesto aniversario, me enteré por la radio del ataque de Hezbolá sobre Israel. El periodista añadió que había matado a dos civiles judíos que, aparentemente, habían salido a pasear a su perro. Dos es un número. Lo mismo que los más de 41.000 palestinos muertos hasta ahora, pero de alguna manera, el detalle de que esas dos personas estuvieran paseando a la mascota, realizando una actividad tan cotidiana, me impactó en la cabeza. ¿Murió el animal?

Estoy acostumbrada a conocer lo que ocurre en Gaza o en Ucrania y sentir el horror y la tristeza que transmite la imagen de desolación total: edificios completamente derrumbados, cadáveres cubiertos esparcidos por las calles, hospitales abarrotados de víctimas. Esa es la imagen estandarizada de la guerra. La que siempre me han mostrado: la que aparece cuando, por ejemplo, me acerco a leer sobre las guerras mundiales o la Guerra Civil española. Imágenes pavorosas, sí; pero ya pasadas. Tuvieron un inicio claro y también, en algún momento, un final. Percibo la barbarie de lo que ocurrió, pero también sé que, de alguna manera, se cerró esa etapa, y se inició un nuevo periodo, un periodo de reconstrucción, de vida después de la muerte. ¿Habrá supervivientes en Gaza?


Por eso, aunque esté viendo las noticias de las nueve, las imágenes de devastación absoluta que aparecen por televisión también tienen un final para mí. Acaba el telediario, y luego empieza la película, o me voy a la cama a leer una novela que me transporte a otro lugar. Al día siguiente, la radio o la prensa me traerán otro pedacito de esa fatalidad, otra estadística, otro suceso que desaparecerá minutos más tarde, justo cuando atraviese la puerta de mi trabajo y me inunden los correos electrónicos, los problemas ordinarios de la vida diaria. ¿Acabaré a tiempo el informe que espera mi jefe?

Reconozco a los actores principales de esa tragedia continua. Son los soldados con sus cascos en la cabeza, el personal sanitario que no para, las organizaciones humanitarias que tratan de poner parches a lo que parece irreparable. Pero no me siento identificada con ninguno de ellos ¿toca ahora reconocer que no tengo lo que hay que tener para estar en esas posiciones?

Sin embargo, hay más personajes en este drama. Son un número indeterminado de personas que, sin tener una función principal en esa guerra, se levantan cada mañana y mantienen su propósito de vida. Aparecen solo de vez en cuando. Una imagen de unos ucranianos que se han refugiado en el metro y desde allí miran su móvil. Unos niños jugando a futbol. Un anciano que duerme en su cama… Y entonces sí me horrorizo viendo que yo podría ser uno de ellos ¿Sufrirá de insomnio?

Quizás son camareros, abogados, fruteros, electricistas o profesores. Quizás siguen llegando a sus puestos de trabajo, aunque el camión con el reparto no haya llegado, aunque los juzgados estén cerrados, o la reparación de la instalación eléctrica no tenga sentido porque han cortado la corriente hace semanas. Pero la vida sigue, o eso parece, y hay que intentarlo. Así que, en lugar de servir café, esa mañana, el camarero tal vez consiga vender el coche que sigue aparcado en la puerta, intacto pese a la bomba que cayó la semana anterior a solo trescientos metros más allá. Encontrará a un comprador que, cuando llegue a casa esa noche, le explicará ufano a su pareja que ha conseguido una ganga ¿tendrá capacidad de guardar el vehículo en sitio seguro?

Tal vez sea la esperanza lo que les impulsa a seguir y por eso me viene a la mente un libro que leí en el que el autor renegaba del valor de esa capacidad humana. Su razonamiento me resulta un tanto absurdo. El ensayista basaba su afirmación en que la ilusión por un futuro mejor impide disfrutar del presente ¿No es ilógica esta lógica?

Me sacude de nuevo la imagen de una apabullante realidad. No estoy únicamente ante un suceso que ocupa un capítulo del libro de historia, ni es solo un drama que será llevado al cine con una última secuencia en la que aparezca el The end en grandes letras. ¿Saldrá el tema en los exámenes de historia de la selectividad del año que viene?

En cualquier caso, ninguno de estos anónimos supervivientes ha podido escuchar lo de que “Cautivo y desarmado el ejército enemigo, han alcanzado las tropas amigas sus últimos objetivos militares” así que no pueden anotar la fecha en el calendario y cerrar el capítulo. Y por eso mañana volverán a sacar al perro a pasear.

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