“Hay que hacer verdaderos esfuerzos de racionalidad para darse cuenta de que determinados comportamientos no deben aceptarse”
OPINIÓN. La vuelta a la tortilla. Por Noemí Juaní
Profesional de la gestión
31/10/24. Opinión. Noemí Juaní, profesional de la alta gestión en empresas e instituciones, en esta colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com escribe sobre la coherencia si eres de izquierdas: “Tengo por costumbre escuchar lo que se dice por encima de quién lo dice y, de la lectura íntegra de la carta del político, me llama la atención cuando habla de la contradicción 'entre una forma...
...de vida neoliberal y ser portavoz de una formación que defiende un mundo nuevo, más justo y humano'”.
Coherencia: ese deporte extremo en la izquierda de la izquierda
Imposible sustraerse al debate que, sobre Iñigo Errejón, sacude a la política en estos días, aunque no tengo muy claro si lo hacen sobre el personaje o la persona. Sí veo con claridad que, destapar el escándalo no solo ha aireado un caso más de abuso sobre las mujeres, sino que ha abierto la caja de Pandora de las luchas de poder internas en esa izquierda de la izquierda que nunca ha sido capaz de ponerse de acuerdo más que circunstancialmente y por escasos períodos de tiempo.
Pero no voy a hacer una reflexión sobre ese Doctor Jekyll posmoderno que ha aparecido en nuestras vidas. De él se encargará la justicia y lo hará bien. Yo confío. Espero que también lo hagan todas esas víctimas anónimas de las redes sociales.
Tampoco quiero incidir sobre qué significa ser víctima de abuso, ni en cómo es tan difícil sacar a la luz una conducta que no solo está en el ADN de los agresores sino también en el de las damnificadas y en el de todo un entorno social. Hay que hacer verdaderos esfuerzos de racionalidad para darse cuenta de que determinados comportamientos no deben aceptarse, al mismo tiempo que la trilogía de las sombras de Grey vende más de 100 millones de ejemplares en más de 50 países y ya supera los 570 millones de dólares por los derechos cinematográficos.
Y me veo incapaz de opinar sobre el enésimo desmoronamiento de un proyecto político de izquierdas. Lo más común en ese espacio, que algunos ya comparan con la cuarta dimensión, es que los matices se conviertan en vendavales destructores y se los lleven por delante.
Sin embargo, tengo por costumbre escuchar lo que se dice por encima de quién lo dice y, de la lectura íntegra de la carta del político, me llama la atención cuando habla de la contradicción “entre una forma de vida neoliberal y ser portavoz de una formación que defiende un mundo nuevo, más justo y humano”.
Ser neoliberal es creer que el éxito depende principalmente del esfuerzo y de la habilidad personal; es basar parte de tu satisfacción personal en la capacidad de adquirir productos de calidad, marcas reconocidas, y vivir experiencias de consumo exclusivas; es contratar seguros privados, elegir instituciones educativas privadas o concertadas y pagar por servicios personalizados, partiendo de que el estado no ofrece la misma calidad en estos servicios; es comulgar con un entorno de trabajo flexible que pide a las personas adaptarse constantemente y aceptar las incertidumbres económicas que comporta; es creer en la idea de que uno debe "reinventarse" constantemente; es enfocarse en tus propias metas y desarrollo personal sacrificando las actividades comunitarias.
No es lo mismo, sin duda, que ser conservador y considerar la familia el núcleo de la sociedad; basar la identidad personal en la comunidad nacional, las tradiciones culturales, la lengua y la historia; creer que las creencias religiosas son una guía moral aplicable a temas sociales como la educación y la ética familiar; requerir del respeto por la autoridad y el orden social como base de estabilidad; exigir del estado que garantice el orden y la seguridad, sin intervenir demasiado en la vida económica salvo para protegerse del impulso extranjero; enfatizar valores como el ahorro, el trabajo duro y la sencillez; o ser reticente a los cambios radicales en las costumbres, las leyes y los valores sociales.
Pero defender otro modelo de vida sería la opción de aquellos, llamémosles colectivistas, que creen que el bienestar personal solo es posible cuando existe bienestar de la comunidad; que aceptan que algunas personas necesitan más apoyo que otras para alcanzar un nivel de vida digno; que demandan una mayor inversión pública y por tanto, más impuestos para reducir las desigualdades y proteger a los sectores más vulnerables aunque uno no pertenezca a esos colectivos; que renuncian al objetivo de crecimiento económico pensando en una producción y consumo sostenibles; que creen que la calidad de vida supone dedicar tiempo a la comunidad en lugar de acumular logros materiales.
Existe una herramienta de los headhunters que, tras responder un cuestionario de casi 100 preguntas te dice a cuál, de los 16 tipos de personalidad del indicador Myers-Briggs perteneces; pero creo que no existe algo parecido para clasificarnos en el plano ideológico.
Quizás, si lo hubiera, me saldría que soy un 53% colectivista, un 42% neoliberal y un 5% conservadora. O todo lo contrario, vaya usted a saber. Pero lo que sí es cierto es que no sacaría ni un aprobadillo en el examen de coherencia interna.
Por eso sigo levantándome cada mañana preguntándome si se puede pertenecer a un sindicato y ocupar el puesto de director general de una empresa, si se puede ser feminista y bailar reguetón, si se puede ser animalista y pasear a tu perro con correa y bozal, si se puede ser pacifista y pretender acabar con los talibanes de Afganistán…
En cualquier caso, seguro que no solo me ocurre a mí, que para ser coherente con uno mismo deba hacerse cierto esfuerzo racional (¡Qué se le va a hacer! Penurias del ser humano que no puede excusarse en el instinto animal y la ley de la naturaleza).
A Errejón le ha debido pasar como a Dorian Gray así que no hay excusa porque cuando miraba su retrato veía la realidad de lo que había. Pero no nos olvidemos de que hay unos cuantos que lo resuelven al estilo Michael Corleone: aceptando con cinismo su condición y alardeando de ella.
El resto de los mortales seguiremos practicando y entrenándonos en el debate diario por ser coherentes. Es una actividad que requiere cada vez más empeño porque, paradojas de la vida, a medida que la sociedad evoluciona e intenta ser más respetuosa con el ser humano, es más difícil. El “sálvese quien pueda” nos sale instintivamente. A partir de ahí, hay que ir pensando. Así que escojan qué opción es la suya, no todas requieren el mismo nivel de esfuerzo.
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