“Ni se te ocurra ponerme en duda ¿eh? Porque yo todo lo que he hecho es para protegerte. Pero tu eres más tonta que la madre que te parió”
OPINIÓN. La vuelta a la tortilla. Por Noemí Juaní
Profesional de la gestión
25/11/24. Opinión. Noemí Juaní, profesional de la alta gestión en empresas e instituciones, en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com escribe un cuento por el especial por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres: “Si no fuera por mí, a saber dónde estarías ahora, ¿eh? tu vida sería un desastre. Tú no sabes ni cómo se paga una factura. No sabes ni...
...lo que cuesta llenar este coche con gasolina. Pero claro, la princesa aquí se calla, porque para eso estoy yo, ¿verdad? Para hacer todo lo que tú no puedes. Y encima, ¿tengo que aguantar que me ignores?”.
La voz del silencio
Rafa le hace un gesto a su mujer imperceptible e incomprensible para muchos, pero veinte años de matrimonio son más que suficientes para garantizar que solo diez minutos después, con la excusa adecuada, conduce el coche camino de su casa y liberado de la celebración familiar.
-Tu cuñada es cada vez más insufrible – dice mientras se incorpora a la autovía – solo la puede aguantar el calzonazos de tu hermano.
Su esposa no contesta.
-No me dirás que no es una zorra. Si se la ve venir por cómo va vestida intentando poner cachondo a todo el que se le acerca.
Sigue callada y eso le exaspera.
-Y tu pareces tonta haciéndole tanto caso. ¿No te has dado que eras la única que le seguía la cuerda?
El silencio se ve interrumpido por el intermitente que indica que va a adelantar. El tráfico es denso. Domingueros inútiles que van pisando huevos.
-¿No ves que te trata como si fueras una mierda? Con esos aires de superioridad la muy… No se por qué no le has contestado cuando te ha dicho que ella se aburriría en casa todo el día. Habrá que verla en ese trabajo del que va presumiendo para ganar cuatro duros; pero como tu hermano no tiene cojones para mantener a su familia tiene que tragar con una mujercita que va poniéndoselos con el primero que se le cruza.
Se pasa la mano por el cabello, nervioso y resopla. El coche de delante le obliga a frenar, aunque en el último momento puede pasarse al carril izquierdo y adelantar. Cuando está la altura del otro conductor levanta su dedo corazón.
-¡Chúpate esa!
Ella hace un leve movimiento cogiéndose al asa de su puerta.
-¿Qué pasa? ¿Por qué te agarras? ¿No confías en mí? ¿Te crees que no sé conducir? ¿Vas a hacer como tu cuñadita que siempre es ella la que conduce? Hasta en eso tu hermano es un gilipollas. Cuando está claro que las mujeres no sabéis conducir ¡hostia! Que no lo digo yo, que lo dicen todos los que saben de esto.
Consigue que se suelte del asidero y la ve poner su mano bajo la otra, sobre el regazo.
-Ni se te ocurra ponerme en duda ¿eh? Porque yo todo lo que he hecho es para protegerte. Pero tu eres más tonta que la madre que te parió. Esa zorra te pisotea, te humilla y tú ni te enteras. Pero claro, ¿cómo vas a ver nada? Tú siempre tan inocente, tan… tan tonta, porque sí, perdóname, pero lo eres.
Su mujer sigue sin hacer un solo sonido y eso le desquicia. Siente como el calor sube por su cuello.
-¡¿Es que no tienes nada que decirme?!¡¿Nada?! Si no fuera por mí, a saber dónde estarías ahora, ¿eh? tu vida sería un desastre. Tú no sabes ni cómo se paga una factura. No sabes ni lo que cuesta llenar este coche con gasolina. Pero claro, la princesa aquí se calla, porque para eso estoy yo, ¿verdad? Para hacer todo lo que tú no puedes. Y encima, ¿tengo que aguantar que me ignores?
Ha golpeado el volante con la palma abierta mientras decía las últimas palabras sin recordar que el mes pasado se lesionó mientras jugaba a tenis.
-¡Me cago en la puta!
Respira fuerte y se muerde con fuerza el labio inferior.
-¡Es que encima te crees mejor que yo! ¡Eso es lo que más me jode! Vas por el mundo con esa cara de monja cuando soy yo el que mantiene esta familia a flote. ¡Yo! Y lo hago porque te quiero, porque si no estuviera aquí para protegerte, a saber qué te pasaría. Pero claro, tú ni lo valoras. ¡Ni siquiera me escuchas!
El sonido del motor del coche le recuerda que debe mirar el velocímetro. 150.
-Pero es la última vez ¿me oyes? ¡Se acabó lo de comer con tu familia! Los mandas a tomar por el culo. No te quiero ver más con esa bruja ¡Prohibido! ¿Entendido? ¡Prohibido! No quiero que ni siquiera la saludes.
Su silencio es una provocación.
-¡Mírame cuando te hablo! —grita, clavando los ojos en ella durante un segundo demasiado largo, antes de volver la vista a la carretera—. ¿Es que te crees mejor que yo? ¡Tú no serías nadie sin mí! ¡Nadie!
El coche vibra ligeramente mientras cambia de carril esta vez sin activar el intermitente, esquivando a un vehículo más lento. Un claxon suena detrás de ellos. Rafa baja la ventanilla y saca la mano, enseñando nuevamente el dedo corazón.
-¡Y quita esa cara de mártir! Que ya estoy harto de que me mires como si yo fuera el malo. ¿Quién te da de comer, eh? ¿Quién paga esa ropa que llevas? ¡Yo! Porque, para que lo sepas, si no fuera por mí, estarías pidiendo limosna en la calle. ¿Lo entiendes? ¡En la calle! Y no te creas que me olvido de tus tonterías con el móvil. ¡A partir de ahora no lo quiero ver más! ¡Nada de estar pegada a esa mierda hablando con tus amiguitas! ¡Si te veo con él en la mano, te lo quito y lo tiro por la ventana!
Toma una curva a una velocidad excesiva. Los faros de otros vehículos destellan en la noche, y el rugido del motor llena el silencio. Ella se aferra de nuevo al asidero.
-¡Otra vez agarrándote! ¡Que te sueltes, joder! Solo buscas sacarme de quicio. ¿Quieres que me estampe? ¿Es eso? ¡Claro! Pero que te quede claro, ¡si yo me voy, tú te vas conmigo!
De pronto, una sacudida, las ruedas chirrían en el asfalto, el sonido del metal retorciéndose llena el aire. Los airbags se despliegan.
Rafa, también se calla.
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