“Es la aversión hacia las personas que experimentan los mayores y más intensos sentimientos de soledad, tristeza y terror, emociones intrínsecamente vinculadas a la falta de relaciones sociales estables y significativas”
OPINIÓN. La vuelta a la tortilla. Por Noemí Juaní
Profesional de la gestión
08/05/25. Opinión. Noemí Juaní, profesional de la alta gestión en empresas e instituciones, en esta colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com escribe sobre las personas sin hogar: “Aprendemos a esquivarlos por las calles y a mirar hacia otro lado cuando los vemos tumbados sobre el suelo, cambiamos a nuestros hijos de mano para evitar la cercanía, murmuramos un...
...“no llevo suelto” cada vez más creíble y sincero, afirmamos con contundencia que “muchos no quieren ir a un albergue” y ahora hemos encontrado otra fórmula mágica: decir que son solicitantes de asilo y no personas sin hogar”.
Aporofobia
Aprendemos a esquivarlos por las calles y a mirar hacia otro lado cuando los vemos tumbados sobre el suelo, cambiamos a nuestros hijos de mano para evitar la cercanía, murmuramos un “no llevo suelto” cada vez más creíble y sincero, afirmamos con contundencia que “muchos no quieren ir a un albergue” y ahora hemos encontrado otra fórmula mágica: decir que son solicitantes de asilo y no personas sin hogar.
Tal vez así se volatilicen 400 individuos en Barajas o los 50 que, al parecer, hay en el aeropuerto de Málaga.
Funciona y nos sitúa en tasas comparativas en el seno de Europa muy dignas. Estamos en 6,1 personas sintecho por cada 10.000 habitantes. Muy por debajo de Francia (49,7) o de Alemania (31,7) e incluso mejor que el de la modélica Finlandia (6,9) que puso en marcha la campaña “Housing First” y redujo la situación en más de un 77%.
Pero además de contar las personas que están durmiendo en la calle, en refugios nocturnos o en estaciones y a las que lo hacen en alojamientos de emergencia o centros de acogida temporales; en esos países suman como integrantes del mismo problema social a los que están alojados temporalmente con amigos o familiares , los que están en instituciones (hospitales, prisiones, etc.) sin vivienda donde volver al salir y a los que viven en viviendas temporales o de transición si no tienen contrato estable o control sobre la misma. Es decir, la llamada “homelessness invisible” o sinhogarismo oculto.
Como en España nos pongamos a contar a todos esos nos da un pasmo y eso es lo que queremos evitar.
Por eso, miramos para otro lado: para no recordar la vulnerabilidad humana y no pensar en la posibilidad de que “ese podría ser yo” y seguir viviendo en nuestra burbuja de normalidad.
Por eso damos pábulo, como si tuviéramos conocimientos fiables, a que son seres que no aceptan ayuda y activamos el sesgo del “mundo justo” por el que cada uno tiene lo que se merece. Si está donde está será porque fue un vago, es un adicto o tomó malas decisiones.
Por eso, apartamos a nuestros hijos no vaya a ser que empaticen con unos seres que no son como nosotros, porque no saben lo que es vivir en sociedad y respetar sus normas.
Por eso estamos embroncados en temas competenciales entre el Gobierno, la comunidad autónoma y el Ayuntamiento, en lugar de buscar vivienda permanente para 28.552 personas, o lo que es lo mismo para el 0,059 % de habitantes de nuestra patria querida; no vaya a ser que se desequilibre el orden económico.
La solución es de manual: los sacamos de la vista y les prohibimos el acceso a las instalaciones del aeropuerto. Dicen que Gil hizo algo parecido en Marbella hace unos años, Deberíamos haber sospechado cuando a VOX le ha parecido bien la medida.
De lo que hablamos es de un problema que genera Insalubridad, olores y agresividad. Al menos, eso es lo que ha denunciado la sección sindical de Comisiones Obreras de Aena en el Aeropuerto de Málaga.
Estos chicos tan coherentes: no olvidemos que un sindicato es “una asociación de trabajadores para la defensa y promoción de sus intereses”. Si no eres trabajador, ahí te den.
Tan congruente como la iniciativa del Ingreso Mínimo Vital (IMV) diseñado en España como una herramienta para prevenir el riesgo de pobreza y exclusión social y que tiene como requisitos mínimos para acceder estar empadronados, tener una cuenta bancaria y una identificación válida y actualizada (vida laboral, historial de ingresos…).
Prevenir, es estrictamente eso: anticiparse a un inconveniente; pero si la contrariedad ya se ha producido, entonces los dirigimos a los albergues.
Lo de menos es que no haya plazas suficientes o que el reglamento establezca que solo puedas pernoctar como máximo una semana cada tres meses (Centro Municipal de Acogida de Almería) o 5 días consecutivos, tras los cuales se requiere una ausencia de 3 días antes de poder regresar (Nuevo Hogar Betania en La Línea).
Es tiempo suficiente para evitar pensar en una solución estable de vivienda en un país donde esa cuestión está regulada por la oferta y la demanda de los intereses turísticos y especulativos y tiene demasiados damnificados.
Es una medida idónea para rehuir la conversación sobre si los derechos sobre el papel y las condiciones teóricas coinciden con las condiciones reales de desarrollo humano (salud, educación, participación social).
Adela Cortina, nos dice que la verdadera medida del bienestar humano no es cuánto se tiene, sino cuánto se puede hacer. Si lo aplicamos a nuestros países y creemos todavía en aquel Estado del bienestar (welfare state) tendríamos que preguntarnos cuánto están haciendo nuestras instituciones. Erradicar la pobreza no es solo una cuestión de justicia social, sino de legitimidad democrática.
Adela Cortina es la acuñadora del término aporofobia que estrictamente es el rechazo a las personas pobres o desfavorecidas, pero que podríamos redefinir como el miedo al miedo, porque es la aversión hacia las personas que experimentan los mayores y más intensos sentimientos de soledad, tristeza y terror, emociones intrínsecamente vinculadas a la falta de relaciones sociales estables y significativas. No es retórica literaria, es la conclusión que extrae un estudio científico de la Universidad de Almería. Lo digo por si a alguno le da por reducir esa realidad a la mera circunstancia de no tener donde caerse muerto.