Confieso que llevo un mes durmiendo con un tal Cervantes. Me lo llevo a la cama y nos perdemos por la Mancha en compañía de Sancho y su amo, el de la triste figura”

OPINIÓN. La importancia de ser idiota
Por Luis Molero. Escribidor y mecánico mental


13/01/23. 
Opinión. El escritor Luis Molero incia una colaboración semanal en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con ‘La importancia de ser idiota’, una sección en la que compartirá algunos de sus relatos. Molero tiene una Newsletter, ‘Ilusionante’ (AQUÍ), en la que distribuye historias para ayudar a los demás, es gratis suscribirse...

La promiscuidad y otras bellas artes

Confieso que llevo un mes durmiendo con un tal Cervantes.


Me lo llevo a la cama y nos perdemos por la Mancha en compañía de Sancho y su amo, el de la triste figura.

No hay noche que pegue ojo sin haber estado un ratito siquiera en su compañía.

Y eso es porque ahora entiendo el Quijote y lo leo al paso quedo de esta pareja que, más que tener aventuras, conversan.

Creo que eso lo dan los años.

Lo que no sé si también dan es este emputonamiento mío, porque la verdad es que además de don Miguel, me acuesto con Elia Barceló, Irene Solá y Jeanette Winterson…

Por nombrar solo unas pocas.

Y eso por placer, que por trabajo, estoy con dos libros a la vez, uno de lenguaje no verbal y otro de reiki.


Verás, es ligeramente distinto a leer. Los traduzco.

Que es como desnudarlos para volver a vestirlos con otras prendas.

Cuando iba a acostarse, mi señor padre, aprendiz de escritor (como un servidor) arrastraba el sillón haciendo ruido, se levantaba y, con ese pedazo de voz de locutor fumador que tenía, anunciaba:

“Me voy a la cama con Ortega” -–pausa y sonrisa maliciosa—. “Buenas noches”.

Que conste que no solo él se llevaba a los libros al huerto, también una mi amigalumna de ‘Escribiviendo’, me habló una vez de las novelas que le hacían el amor.

“Pues te voy a robar esa frase”, le dije, como es natural entre traficantes de palabras.

Y han pasado meses, pero he cumplido.

Que yo también hago o me hacen el amor con según que libros.

Vaya. Mi padre jamás habría dicho eso. Era un purista.

Aún recuerdo su mal disimulado irritación y su labio superior levantado en una mueca, como cada vez que algo le inspiraba desprecio o asco:

“¿Hacer el amor…? ¡Toda la vida del mundo se ha dicho joder!”.

Va por ti, maestro.