“Porque los aguacates son una fruta transgénero. Una transfruta, hablando en propiedad. Lo suficientemente chulos como para ser frutas y no ir de dulces por la vida”
OPINIÓN. La importancia de ser idiota
Por Luis Molero. Escribidor y mecánico mental
03/02/23. Opinión. El escritor Luis Molero continúa su colaboración semanal en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con ‘La importancia de ser idiota’, una sección en la que comparte algunos de sus relatos. Molero tiene una Newsletter, ‘Ilusionante’ (AQUÍ), en la que distribuye historias para ayudar a los demás, es gratis suscribirse. Hoy nos trae ‘Aguacate’...
Aguacate
Todo lo que sé sobre el amor lo he aprendido de los aguacates.
¿Te has dado cuenta de que comprar un aguacate es como conocer a alguien?
Por Meetic, por Tinder o en una fiesta.
A veces parece tierno y está más duro que una piedra.
Meneas la cabeza mientras lo arrojas a la bolsa de la basura, y dices “¡Qué lástima!”.
Pero no hay manera de hincarle el diente sin terminar haciéndote daño.
Otras veces, en cambio, parece en su punto, y luego ves que está pasado.
(Podrido, es el término políticamente incorrecto; es decir, el justo)
En ese caso, lo arrojas, sin ni siquiera mirarlo. Quieres borrar su imagen. Y su olor.
A veces, en gloriosas ocasiones, el aguacate y tú sois uno.
La justa medida de ternura y consistencia.
Lo abres, lo besas apasionadamente, dejas que entre en ti y tú entres en él.
O en ella.
Porque los aguacates son una fruta transgénero.
Una transfruta, hablando en propiedad.
Lo suficientemente chulos como para ser frutas y no ir de dulces por la vida.
Aunque, he de confesarte...
Que me gustan los aguacates por su sabor a piñón gigante.
Pero sobre todo...
Porque en una esquina de mi corazón hay una cocina chiquita en la que mi hija Hikari sigue teniendo 3,4, 5 años, y me ayuda a hacer guacamole.
Mírala.
Si no la ves, te presto mis ojos un instante:
Con una sonrisa orgullosa de niña grande machaca trocitos de aguacate en un suribachi y, a escondidas, se lleva a la lengua el palo de madera.
Lo niega, sí.
Pero tiene churretes verdes en la boca, en las mejillas...
Y en el diminuto delantal.
Y sigue sonriendo con unos labios pintados de verde claro.
El color del amor, si me preguntas...