Una derecha centralista seccionada en dos, cuya parte menor y radical impide que la parte mayor negocie con las derechas periféricas está condenada a no gobernar nunca

OPINIÓN. 
La mirada crítica. Por Eduardo Sánchez de Hoyos
Doctor en Historia del Arte, gestión del patrimonio cultural


20/11/23. Opinión. El doctor en Historia del Arte, Eduardo Sánchez, continúa su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con un artículo sobre el acuerdo de investidura: “Los analistas políticos y politólogos tenían claro que el acuerdo de investidura para poder formar gobierno el PSOE y Sumar ante la mayoría del arco parlamentario, incluido la derecha independentista catalana, la derecha vasca y la canaria...

...se podía producir con bastante probabilidad, siempre y cuando los actores políticos se comportaran de una manera lógica y siguiendo la teoría de juegos”.

Reflexiones sobre la investidura

En política es complicado hacer análisis a largo plazo que tengan posibilidades de cumplirse al 100%. Las múltiples variantes posibles, las razones multicausales, el cambio interno de los sujetos políticos, y los diferentes contextos que envuelven el hecho dificultan el ejercicio del opinólogo cuando éste decide hacer de profeta. Si sustituyes la opinión por un estudio más cientificista, todavía se puede complicar más la capacidad de predicción. Sin embargo, el análisis científico nos permite cuanto menos comprender lo que termina sucediendo.

Por ello, para construir mis opiniones sobre la realidad política acudo a leer y a escuchar a fuentes rigurosas, analistas y politólogos. Me gusta también escuchar las opiniones y líneas editoriales de los medios de comunicación a los que no les doy ningún grado de credibilidad por ser prácticamente panfletos al servicio de una ideología concreta, ya sea de la derecha o de la izquierda política.  Pero tienen la virtud de que fijan en parte la estrategia comunicativa de los sujetos políticos que a la postre termina siendo la línea de actuación política.

Los analistas políticos y politólogos tenían claro que el acuerdo de investidura para poder formar gobierno el PSOE y Sumar ante la mayoría del arco parlamentario, incluido la derecha independentista catalana, la derecha vasca y la canaria se podía producir con bastante probabilidad, siempre y cuando los actores políticos se comportaran de una manera lógica y siguiendo la teoría de juegos. La teoría de juegos es una rama de las matemáticas y la economía que estudia, en una decisión, cuál es la elección óptima de un individuo cuando los costes y beneficios de cada opción no están prefijados, sino que dependen de las elecciones de otros individuos. Según John Nash la teoría de juegos o teoría de decisiones interactivas cada decisión individual es el resultado de lo que se espera que los otros hagan. Pero con todo, alguien se tiene que tirar a la piscina, alguien tiene que tener claro que quiere conseguir algo y especular, contemporizar su decisión en base al movimiento del otro. La valentía del que da el paso en busca del acuerdo en base a la intuición de lo que quiere el otro puede terminar teniendo premio, siempre y cuando todo se desarrolle con la lógica del incentivo del beneficio, del todos ganan. Y finalmente hemos visto un acuerdo de investidura en el que todos ganan menos los que ya habían perdido y no podían jugar: la derecha españolista que a su vez está dividida en dos partidos (PP/Vox).


El acuerdo no era fácil, pero había probabilidades. Con lo que no contaban las partes implicadas es que la oposición, la derecha PP/VOX  y su entorno (jueces y prensa) participaran de una forma tan activa precipitando y acelerando el acuerdo. Todo empezó con el exhorto de Aznar: "El que pueda hacer, que haga, el que pueda aportar, que aporte, el que se pueda mover, que se mueva". Aznar decía esto el día 2 de noviembre, cuatro días después podíamos leer el siguiente titular, reproduzco el de El País por su claridad: <<El juez cita como imputados a Puigdemont y Rovira por Tsunami Democràtic en plena negociación de la amnistía. García-Castellón toma la decisión tras recibir un informe de la Guardia Civil sobre terrorismo y pide investigar, cuatro años después, la “vinculación” del bloqueo de El Prat con la muerte de un viajero por infarto>>. Al tiempo comenzaban las manifestaciones ultraderechistas delante de la sede del PSOE en Madrid. La primera con aviso a Delegación del gobierno y con unas 4000 personas el Lunes 6 de noviembre. Tres días después, el 9 de noviembre Puigdemont anuncia que acuerda con el PSOE la investidura. A cambio el PSOE registrará una ley de amnistía, la cual quedará a interpretación de los jueces como toda ley. La secuencia de los hechos es evidente, sin la derechona en pie de guerra el acuerdo podría ser pero no se había producido todavía, y por tanto, podría no haber llegado a término. Pocas veces veremos una oposición que plantea  los tiempos de su táctica y estrategia de comunicación, lo que se llama timing, tan mal diseñados, al punto que adelantándose a los hechos han precipitado que estos se produzcan. A no ser claro está que, ante la imposibilidad de su gobierno, quisieran fijar un hecho como la amnistía como un drama social con el que están dispuestos a estirar durante toda la legislatura. Pero incluso así hubieran ganado crédito esperando a que el acuerdo fuera público. En cualquier caso, pretenden que la malvada amnistía sea su caballo de batalla durante toda la legislatura. No han calculado que manejar mal los tiempos no solo beneficia a la izquierda, sino que también llevarán al desgaste, desánimo y radicalización a sus bases, las cuales bajo esa lógica tenderán más a Vox que al PP.

Todo ese contexto que ha creado la derecha de forma artificiosa, con un discurso insostenible como el de que vivimos bajo una dictadura, al tiempo que se manifiestan y gobiernan en la mayoría de autonomías y ayuntamientos parece condenado de antemano no solo a no prosperar sino a volverse en contra de ellos mismos. Una derecha centralista seccionada en dos, cuya parte menor y radical impide que la parte mayor negocie con las derechas periféricas está condenada a no gobernar nunca. Pues (y esto no es ningún secreto) la equivalencia de las fuerzas políticas en nuestra democracia implica que la gobernabilidad final depende de las nacionalidades históricas. Éstas que Vox niega e impide al PP negociar con las fuerzas nacionales de las mismas.

En este contexto es Vox el que gana en su competencia con el PP. Así se explica el discurso antisistema de Abascal en la investidura, su salida del congreso de todo el grupo, las acciones de Ortega Smith de cara a la galería de los suyos, etc, etc. Vox está devorando al PP. Le ha impedido gobernar, y ahora los llevan hacia posiciones residuales, antidemocráticas y contradictorias para un partido que gobierna en una gran cantidad de autonomías. Ya veremos que pasa, es muy difícil aventurarse.

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