“Este tipo de guerras de las que hablo más arriba son de las que matan poco a poco, como buen veneno, a cuentagotas, que van minando la moral, las energías, la alegría, las ganas de vivir…”

OPINIÓN. Por 
Ana Lucas
Escribir desde el corazón

08/11/23. Opinión. Ana Lucas continúa con su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con un artículo sobre las guerras: “En este caso, mi ampliación del término guerra quizá os resulte más cercana; la redacté hace ya muchos años, aunque esta vez en verso… probablemente estas nuevas acepciones de la palabra afecten mucho más de lleno a alguno de los lectores y les haga reconocer lo cerca...

...que estamos muchas veces de la batalla sin darnos cuenta”.

En pie de guerra (yII)

En mi anterior artículo, hace apenas un par de semanas, me metí de lleno en sacar a la luz las dudas y los sentimientos que provocan en el ser humano las guerras, sobre todo cuando entendemos como tal enfrentamientos armados entre varios conjuntos de personas, grupos o naciones sin llegar a conocer o entender casi nunca el verdadero detonante de la contienda; parece que cuanto más rocambolesco, lejano e indescifrable es el tema más encarnizada y despiadada es la lucha.


Como bien pensaba en aquel momento, se estaba liando gorda y gorda sigue la cosa, aunque en este segundo “capítulo” haya querido desligarme casi por completo de aquel significado y tomar otro rumbo no menos bélico; sea cual sea el contexto en el que utilicemos esa palabra no deja de sonar menos contundente.


Pero en este caso, mi ampliación del término guerra quizá os resulte más cercana; la redacté hace ya muchos años, aunque esta vez en verso… probablemente estas nuevas acepciones de la palabra afecten mucho más de lleno a alguno de los lectores y les haga reconocer lo cerca que estamos muchas veces de la batalla sin darnos cuenta.

Digo Guerra.
Piensa,
¿qué se te viene a la mente?
Balas, cañones, muertos en la cuneta…
¡No, amigo, esa definición quedó obsoleta!

Las guerras ya no se libran en campos de batalla,
sino en fríos despachos llenos de corbatas,
en el interior de cabezas supuestamente privilegiadas,
que cambiaron armas por baremos, cifras e informática.

Busquemos términos asociados y nos surgen cien mil,
nuclear, fría, química, bacteriológica y un largo sinfín,
pero nada más lejos de la realidad: la guerra, la tenemos aquí.

Levantarte cada mañana sin saber a dónde ir,
porque no tienes empleo ni medios para subsistir,
hijos y familia a tu cargo y muchas ganas de trabajar,
pero políticos y sociedad te dieron la espalda hace tiempo ya.

Levantarte cada mañana con el ojo morado,
tu marido llegó anoche bebido y con el ánimo atravesado,
maquíllate y sal a la calle, pero intentando disimularlo,
no vaya a ser que las vecinas piensen que te lo has ganado.

Levantarte cada mañana con un familiar enfermo,
sin recursos, sin ánimos y sin saber cómo atenderlo,
pero haciendo de tripas corazón y de la ignorancia tu lección,
levantas la mirada al cielo y sonríes con resignación:
vendrán tiempos mejores y traerán la solución.

En la Antigua Roma alguien dijo “a la chusma, pan y circo”,
en eso poco hemos cambiado,
si acaso circos por realities, fútbol y muchos brillos,
para tenernos entretenidos mientras vacían nuestros bolsillos.

Los tiempos sí han cambiado, las armas y los medios no son los mismos,
pero el objetivo sigue siendo fijo:
que nuestros gobernantes se lucren
con la sangre y el sudor del pueblo y el campesino.

Lo que yo entiendo por Guerra,
como habéis podido comprobar,
no está más allá de nuestras fronteras
sino mucho más cerca de nuestro propio hogar.

Seguro que muchos de vosotros reconocéis más la guerra en estas pocas estrofas que en los lejanos bombardeos en tierras extrañas por muy mortales que aquellos sean…

Este tipo de guerras de las que hablo más arriba son de las que matan poco a poco, como buen veneno, a cuentagotas, que van minando la moral, las energías, la alegría, las ganas de vivir… Guerras que te destruyen primero por dentro y que cuando empiezan a hacerse visible por fuera la mayoría de las veces ya no tienen casi ni arreglo… Como un mal cáncer de esos que escarban y excavan invisibles túneles interiores por los que se cuela la enfermedad y que tarde o temprano termina suponiendo la muerte del individuo… Aunque a veces la muerte no sea la peor salida porque bien es cierto que a algunos más que vivir les ha tocado en suerte -ironía de palabra- sobrevivir.

Estas guerras de mi artículo de hoy sí que tienen definiciones más cercanas a todos nosotros porque de alguna u otra manera probablemente tengamos ejemplos a mano casi a diario. Ese patrón de guerras con las que es prácticamente imposible luchar porque dependen de haber nacido en el barrio equivocado, en el lado del charco equivocado, en un cuerpo equivocado, en una época equivocada… Y cuando no se trata de equivocaciones o malas decisiones propias, matrimonios o trabajos incluidos, son zarpazos propios de la vida tales como enfermedades, dependencias, adicciones…

Me atrevería a decir, sin haber buscado cifras ni baremos porque estoy plenamente convencida de mi afirmación, que de éstas otras muere más gente a diario en el mundo entero que en cualquier contienda armada pasajera o localizada en un tiempo y espacios más delimitados.

Aunque el refrán sea contundente en su afirmación de “siempre que llueve escampa” para algunos el diluvio es casi parte inseparable de su ADN vital y por mucho que intente ponerse a salvo nunca consigue alcanzar la otra orilla porque probablemente no haya aprendido a nadar sino apenas a mantenerse a flote, lo justo para no ahogarse pero nunca escapar de esos otros tipos de guerras…

A diario pido al universo que siga librando a los míos de las unas y las otras para que nuestras vidas sean un poco más nuestras… un poco más vida...