“Jugar con las palabras es uno de los pasatiempos más enriquecedores y sorprendentes y, por lo menos en mi caso, una buena forma de matar el tiempo sin tener que encender la cada vez más mentecata caja tonta”
OPINIÓN. Por Ana Lucas
Escribir desde el corazón
05/12/23. Opinión. Ana Lucas continúa con su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con un artículo sobre juegos en los que se utilizan palabras: “Hemos pasado de los tableros de cartón y jugar en la mesa del salón con hermanos, tíos, padres o abuelos, a los que engatusábamos con las típicas artimañas infantiles de picarlos con el «seguro que me ganas», a utilizar móviles, tablets u ordenadores y...
...no saber ni con quién estamos enfrentándonos. En ese aspecto hemos perdido mucho, muchísimo, pero es que la vida de hoy en día es bastante más solitaria”.
Jugar con las palabras
La primera hostia que me di cuando llegué de Francia en mi adolescencia fue con una «amoto»… ¡Tranquilos, ni fue con un ciclomotor, ni la palabra es una errata!
Los hijos de emigrantes retornados hablábamos un español basado principalmente en lo que habíamos oído en casa. Si partimos de la base que quienes salían de España en los años 60, al contrario de los que lo hacen ahora, se iban sin ningún tipo de preparación ni conocimientos académicos, lo que nosotros podíamos aprender de ellos eran sus propios «horrores»… Eso, unido a que recibíamos pocas clases de castellano en el país de destino, formaba una mezcla explosiva que poco tardaba en estallarnos en las narices en cuanto poníamos los pies en nuestra querida piel de toro.
Recordar mis primeros meses en EGB es pasar de la «amoto» de antes al «me se ha caído» (aún recuerdo como un eco lejano el machaque del profe con lo de la semana antes que el mes) cuando fuera no dejaba de «lloviznear» «de mientras» mis compañeros se partían de la risa.
Está de más decir que mis mejores aliados para realizar un salto cualitativo y cuantitativo en mi vocabulario y ortografía fueron los libros. En pocos meses me subí en una moto muy diferente que hasta hoy en día no me ha dado más que alegrías y, aún a estas alturas, muchas horas de auténtico placer y grandes sorpresas.
Mis pasatiempos preferidos siempre han estado unidos a los juegos de letras y, en menor medida -aunque no demasiado cuantificable-, también los de cifras. De ese honroso vicio tuvo gran parte de culpa el juego televisivo “Des chiffres et des lettres” que se estrenó en Francia en Septiembre de 1965 y que aún a fecha de hoy se sigue emitiendo en el país galo -casi 60 años para un programa cultural no está absolutamente nada mal-. Quizá a este lado de la frontera hubiéramos casi podido igualarlo si los diferentes colores, gustos y versiones del Sálvame (de luxe, limón, naranja, etc.) se hubieran mantenido un poquitín más en antena… “Salvando” distancias y contenidos por supuesto… aunque lógicamente esa comparativa medio en serio medio en broma habla sin querer hablar del tipo de público de cada nación (tema para otra entrada, no me lío, tranquilos)…
Cuando nos mudamos de Francia mis padres no me dejaron traer más que una o dos cajas de juegos y juguetes ya que no había sitio para más. Fue duro elegir entre toda una infancia de recuerdos pero os puedo asegurar sin faltar ni un ápice a la verdad que lo primero que metí dentro fueron mis libros de «El Club de los Cinco» (en francés, por supuesto) y mi juego de Scrabble que aún hoy conservo, más por sentimentalismo que por otra cosa, ya que en ningún momento pudimos utilizarlo aquí al no disponer de la letra Ñ, entre otras.
¡Por Dios, parezco una vieja abuelita hablando del pasado cuando lo que pretendía era todo lo contrario!
Estos juegos de letras se han ido modernizando, por supuesto. Hemos pasado de los tableros de cartón y jugar en la mesa del salón con hermanos, tíos, padres o abuelos, a los que engatusábamos con las típicas artimañas infantiles de picarlos con el «seguro que me ganas», a utilizar móviles, tablets u ordenadores y no saber ni con quién estamos enfrentándonos. En ese aspecto hemos perdido mucho, muchísimo, pero es que la vida de hoy en día es bastante más solitaria (tema también para otra colaboración).
En otras facetas del juego hemos ganado calidad y fiabilidad. Antiguamente te pasabas media partida rebuscando en el diccionario que te habías traído de la pesada mochila de tu dormitorio, el que casi todos teníamos en casa, Sopena o Vox, o, si me apuras, directamente en la enciclopedia Espasa del salón que tus padres aún estaban pagando a plazos y que tantos trabajos escolares nos ayudó a preparar. Había que comprobar que la palabreja que había puesto el abuelo no era un invento del listillo aventajado de la vida y, aún cuando no apareciera en ninguno de ellos, al final había que acabar dándola por buena si queríamos terminar la partida en paz. Eso ya no ocurre, por supuesto. Los abuelos ya no pueden hacer trampas porque los juegos electrónicos u online tienen sus propios correctores que te indican inmediatamente si la palabra existe. Eso sí, dependiendo del juego, si pones una palabra incorrecta pierdes o no el turno y/o los puntos.
Haciendo un inciso, para quien le interese el tema, estos programas se guían por el juez linguístico del FISE -Federación Internacional de Scrabble en Español- (https://fisescrabble.org/) que es el organismo que regula las palabras de todos los países hispano parlantes que se dan por buenas en estos juegos.
Pues como iba diciendo, yo fui una de las que tuvo que abandonar el anticuado tablero y pasarme a las nuevas tecnologías para poder seguir jugando con las palabras. Hoy en día intento casi a diario echar un vistazo a algunas de las partidas que tengo abiertas en el apalabrados del móvil o empiezo una nueva en el cruzaletras (https://opqa.com/juegos/cruzaletras/0) por ordenador. Por supuesto hay infinidad de variantes y muchas más opciones pero a mí en concreto son las dos que más me gustan.
Y aquí me doy de nuevo de bruces con mi antigua amoto de la que me he caído más de una vez por puro desconocimiento. Dicho palabro en concreto no existe, no está reconocido y es una simple errata horrorosa usada sólo a modo de ejemplo pero que aquí en Andalucía, todo sea dicho, aún se oye a algunos abuelos de pueblo (y a los no tan abuelos o tan pueblos).
Lo que sí existe, y a ello venía mi colaboración de hoy, son un montón de palabras que empiezan por A (https://conceptodefinicion.de/letra/a/) y que podemos utilizar en estos juegos para ampliar las que ya están en el tablero. Algunas son muy obvias y fáciles y se nos suelen ocurrir a todos, pero aún así, haré una pequeña lista para refrescar las memorias.
Podemos poner la A delante de:
bandera, boca, bollo, bomba, burro, cabo, cato, cobarde, codo, coló, copa, copla, cosa, cuna, cuño, dentro, fama, fuera, hora, lento, lío, lobo, loca, loe, mago, miga, nudo, nulo, paño, parto, pelo, pila, placa, plano, plomo, poda, punto, puro, tomo, tonta, tópico, trapo, zar…
Pero en algunas ocasiones nuestro contrincante nos sorprende colocando en el panel un término que pensamos que no le darán por válido porque no nos suena de nada y sin embargo también existe. Yo he ido aprendiendo a base de muchas partidas y hoy intentaré acordarme de algunas de estas otras palabras que os puedan ser de utilidad.
También podemos poner la A delante de:
balo, baliza, bañar, bocina, cal, cepa, coca, coche, cola, choca, chula, franco, fuma, hilar, lago, lar, lazo, loma, lomo, luce, luna, mano, mol, mola, mono, mover, mulo, muro, ojo, paliza, para, paro, percha, pito, polo, puño, saco, silla, tal, tapo, tipo…
Para la mayoría de nosotros esta última lista es algo más compleja de descifrar. De hecho yo las suelo usar para los juegos pero en la mayoría de los casos, aunque miré su significado cuando las usé la primera vez, sería incapaz de recordar qué quieren decir ni utilizarlas por supuesto en una frase. Es una pena pero es la verdad… muchas veces somos simples loros repitiendo sonidos sin llegar a conocer su contenido.
Lástima de todos modos que no hubiera tenido esta práctica y experiencia cuando allá por el año 1992 tuve la oportunidad de participar en el “Cifras y Letras” nacional en una Barcelona preolímpica maravillosamente engalanada, igual el resultado hubiera sido otro, o igual no… Lo que sí parece claro es que jugar con las palabras es uno de los pasatiempos más enriquecedores y sorprendentes y, por lo menos en mi caso, una buena forma de matar el tiempo sin tener que encender la cada vez más mentecata caja tonta.
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