“Nunca es demasiado tarde para nada mientras haya ganas e ilusión por intentarlo… Nunca es demasiado tarde para nada mientras estamos vivos… Después, ya sabes, es tarde…”
OPINIÓN. Por Ana Lucas
Escribir desde el corazón
10/01/24. Opinión. Ana Lucas continúa con su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con un artículo sobre propósitos de años nuevo: “Atrás hemos dejado un año de muchas guerras, bélicas y de otras índoles; de mucha política nacional e internacional, cada vez más aburrida, manoseada, degradada y corrupta; de persistente sequía hídrica, que a fecha de hoy a este lado de nuestra frontera...
...asusta más que las contiendas armadas; de infinidad de desastres naturales, terremotos e incendios que han arrasado tierras y vidas como si fueran simples montajes cinematográficos”.
¿Un año por delante?
Hace apenas unos días que hemos inaugurado el 2024.
Atrás hemos dejado un año de muchas guerras, bélicas y de otras índoles; de mucha política nacional e internacional, cada vez más aburrida, manoseada, degradada y corrupta; de persistente sequía hídrica, que a fecha de hoy a este lado de nuestra frontera asusta más que las contiendas armadas; de infinidad de desastres naturales, terremotos e incendios que han arrasado tierras y vidas como si fueran simples montajes cinematográficos; polémicos besos que han dado la vuelta al mundo tanto o más que el del propio Judas y con un similar desenlace, prendimiento y crucifixión…
Pero noticias y resúmenes aparte, lo que es innegable es que casi todos a estas alturas del calendario decidimos poner el cuentakilómetros a cero y empezar el nuevo año con infinidad de metas y planes, unos más asequibles y otros meras utopías vitales que nos ponemos no sé bien si con el ánimo de espolearnos a nosotros mismos o con el único objetivo de, llegado el momento, poder justificar la no consecución de los mismos por su ya de inicio inherente disposición al fracaso.
Nos apuntamos a clases de idiomas, prometemos dejar de fumar, de beber, de meternos en la vida de los demás ;-) o a la inversa, de dejar que los demás se metan en la nuestra… ser padres, adoptar mascotas (o cuidar mejor de las que ya tenemos), cambiar de corte o de color de pelo, de vivienda, de pareja, de religión… ¡¡vete tú a saber la cantidad de cosas que se nos ocurren tomando como punto de partida el inicio del año, de esos próximos 12 meses -365 días- ¡éste es bisiesto así que serán 356… jajaja… ¡no es un error ni que me haya vuelto loca, es que ya nos hemos comido unos cuantos!
Eso sí, somos bastante permisivos y benevolentes con nosotros mismos y nos damos una semanita de margen para hacernos a la idea y coger fuerzas y posponemos todo hasta el primer lunes hábil después del día de Reyes, principalmente la dieta y el gimnasio ;-) -que hacen su abril en plena cuesta de enero-.
Pero hay un dicho muy cierto -como todos los refranes populares- que en este caso se hace más realidad si cabe porque se nos olvida contar con ella en esta ecuación con más corazón que cabeza que nos montamos en estos días: “el hombre propone y Dios dispone”.
Es la única realidad vital que todos tenemos asegurada en el mismo momento del nacimiento, intrínseca en el propio hecho de nacer, pero con la que se nos olvida siempre contar y en la que todos evitamos pensar y mucho menos ponerle fecha: este año algunos de nosotros se quedarán en el camino -iba a utilizar “nos quedaremos” pero me ha dado hasta aprensión, y eso que no soy especialmente supersticiosa- (debe ser cosa de la edad)…
A esos que se irán les sobrevivirán todos los planes de estos días, los deseos y anhelos de un buen año, en algunos casos incluso viajes y vacaciones organizados, billetes comprados, hipotecas recién firmadas, hijos en camino… da pavor sólo pensarlo, pero es tan cierto como que estamos hoy aquí y mañana tal vez no…
Por eso es tan importante darle a las cosas el valor y la importancia del momento, de lo que representan hoy, aquí y ahora… No dar más vueltas que las justas y necesarias a lo que no está en nuestras manos, no dejar que los juicios de valores -sin valor- de los que no están en nuestra piel nos hagan replantearnos nuestras decisiones o nuestros objetivos… Aprender cada día un poquito nuevo y desaprender lo viejo que no nos haya dado buen resultado… Abrirnos a nuevas experiencias a pesar del qué, del cuándo y del cómo -e incluso del con quién- … Nunca es demasiado tarde para nada mientras haya ganas e ilusión por intentarlo… Nunca es demasiado tarde para nada mientras estamos vivos… Después, ya sabes, es tarde…
Y justo hoy, a punto de cumplirse dos años del fallecimiento de una gran amiga de la familia, he querido utilizar para esta colaboración una entrada que le dediqué a ella en mi blog por aquel entonces. Mi intención no es otra, aunque la “frasesita” suene a perogrullada, que recordarnos a todos lo importante que es vivir mientras estamos vivos, lo cual suele ser bastante más fácil de decir/escribir que de llevar a cabo.
“La muerta no espera:
Un día sales de tu casa pensando que vas a volver y ya no vuelves…
y todo se queda por hacer…
y todo se queda por decir…
y la vida se queda por vivir: nada de lo que parecía importar te llevas contigo…
Lo material no vale nada… lo sabías, te lo decías a ti mismo pero no llegaste a asimilarlo nunca por mucho que creyeras creerlo y quisieras hacérselo creer a los demás…
Las prisas no sirvieron para nada… correr detrás del tiempo, detrás de las cosas pendientes, detrás de las normas no escritas que marcan esta sociedad cada vez más inhumana, despótica y obcecada en vivir sin vivir no sirvieron para nada…
Las tazas sin lavar y la cama sin hacer ya no importan, ni importarán nunca más, ni en realidad nunca debieron importar… la ropa se queda colgada en los armarios vieja y ajada o nueva y sin desembalar, ya que más da… aquellos zapatos que guardaste para estrenar en una ocasión especial se han quedado sin usar; y aquellas zapatillas gastadas que pensaste tirar tantas veces acabarán en la basura arrojadas por otras manos que nunca sabrán el valor que tuvieron, el amor que les profesaste, la comodidad con las que te hicieron caminar por la vida.
Y se quedan montones de libros sin leer, montones de viajes por hacer, montones de sueños sin cumplir por falta de tiempo o precisamente por todo lo contrario, porque te pensaste que te sobraba tiempo para realizarlos.
Y se quedan infinidad de besos sin repartir, de palabras de aliento sin haberse llegado a decir, de caricias paradas en nuestras manos por timidez, prudencia o miedo a que no fuera el momento o que no fueran recibidas con la misma emoción y devoción con que las pensabas compartir; llamadas sin hacer, cartas sin escribir, amor sin repartir; el amor sin repartir es lo que más pesa en el viaje de los que se van y en las maletas de los que se quedan…
Dejamos los cajones llenos de recuerdos que para nosotros lo eran todo y para los que los abran no supondrán nada porque los objetos tienen valor para quienes los han vivido, sentido, acumulado, porque son la extensión de nosotros mismos pero pierden su esencia y se marchitan cuando no estamos para explicar lo que han significado…
Dejamos la vida de los demás patas arriba porque tampoco contaban con que nos fuéramos así, sin avisar, sin haber dicho ni ay, sin haber dado tiempo a conversar, sin haber notado siquiera que te vas… Dejamos la vida de los demás con el vacío inmenso de haber perdido aquello que nunca pensaron perder, porque fuera cual fuera tu papel siempre parece el timón de sus vidas, la brújula que les marcaba el rumbo sin saber siquiera que la labor que al nacer desempeñamos está intrínsecamente ligada a la vida de los que te rodean: somos eslabones de una misma cadena unidos unos a otros sin llegar a entender hasta el mismo momento de la muerte que cuando uno se abre y se suelta la cadena se queda coja, colgando de sus propios miedos, de sus propias ausencias, balanceándose en el vacío de una nueva realidad que asusta, que atormenta y que nunca volverá a ser la misma…
Un día sales de tu casa pensando que vas a volver y ya no vuelves… Y dicen que los que se van son los que pierden, pero los que se quedan sin ti nunca volverán tampoco a ser los mismos…”.
¡Por un 2024, benévolo, generoso y lleno de vida!