“Estamos en una era en la que en todos los campos y disciplinas hay “cuñados” (entiéndase por el término a profanos, avispados y prepotentes), que cuanto más incultos y cazurros más saben de leyes, de medicina, de mecánica y de todo en general…”

OPINIÓN. Por 
Ana Lucas
Escribir desde el corazón

21/05/24. Opinión. Ana Lucas en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com escribe sobre los cambios para mal en la sociedad: “La impresión que observo en la sociedad en general, y sobre todo en mis coetáneos, es que vamos a peor, que involucionamos, que el ser humano terminará autodestruyéndose -por gilipollas, apostillan algunos- como en las películas apocalípticas que tanto gustan devorar y...

...que temo que sean más proféticas de lo razonablemente asumible”.

Cualquier tiempo pasado fue mejor...

… glosaba Jorge Manrique allá por el siglo XV, ahí es nada, en sus famosas coplas por la muerte de su padre. Un canto que sigue resonando en los oídos de aquellos que, pareciera también que fuera por el mismo siglo, tuvimos la fortuna de estudiar algo de literatura y cultura general, esa que hoy en día parece que no sirve para nada y que ni siquiera se contempla transmitir a las nuevas generaciones…


Porque precisamente de eso va mi colaboración de hoy, de las quejas y lamentos que se me vienen a diario a la mente -y a la boca- con respecto a un pasado no tan lejano pero que, en algunos casos, suena casi a prehistoria. Porque, aunque algunos no lo crean, hubo un tiempo en que…

… los profesores podían llamar la atención o incluso castigar a un alumno sin temor a que éste le faltase al respeto o le insultara y a que, poco más tarde, llegaran los padres a pedirle explicaciones de forma no siempre constructiva ni pacífica -porque además todos sabemos bien que los hijos modélicos de hoy en día no dan lata en clase-.

… los médicos de cabecera o los sanitarios en general podían dar un diagnóstico, denegar una petición de medicación o baja, o realizar cualquier comentario profesional sin miedo a que el paciente le fuera a levantar la voz o incluso la mano cuando sus criterios no coincidían en algún punto.

… los niños jugaban al aire libre, al balón, a la comba, se divertían en grupo y, cómo no, también se peleaban arreglándolo más pronto que tarde porque el rencor de entonces era efímero, no como el de ahora que parece que se enquista y se convierte en odio incendiario y destructivo… Hoy en día todo son pantallas, videojuegos, móviles, cada día más encerrados y solitarios, eso sí, más competitivos, violentos, alejados de la realidad, más introvertidos y menos sociables…


… la mayoría de los políticos vivían por y para el pueblo, querían ayudar, creían que su papel podía ser decisivo a la hora de mejorar el presente y conseguir algo para el futuro, se apuntaban a esa difícil labor con cualquier fin lícito más o menos utópico o factible pero, a mi humilde entender, no con el único y codicioso objetivo de llenarse los bolsillos mientras ejercen y luego asegurarse una retirada que les resuelva el porvenir para los restos.

… la gente compraba su vivienda con una hipoteca asumible y asequible en importe y años de amortización, trabajaba por sueldos si no todo lo dignos que pudieran parecer en su momento (el paso de los años ha demostrado que no eran tan malos) que al menos les daban para cubrir necesidades básicas e independencia… Hoy en día los salarios son irrisorios si no en cuantía como tal, que también, sí en la pérdida de poder adquisitivo que han supuesto por el alto incremento de los costes de la vida… Pocos son, porcentualmente hablando, los que consiguen una relativa autonomía y posibilidades de emancipación de la familia, aunque quieran incluso trabajar el doble.

Estamos en una era en la que en todos los campos y disciplinas hay “cuñados” (entiéndase por el término a profanos, avispados y prepotentes), que cuanto más incultos y cazurros más saben de leyes, de medicina, de mecánica y de todo en general… los profesionales que se ganan sus títulos a base de años de estudios y/o experiencia se ven pateados y vilipendiados por los “listos” de turno que se creen con el derecho y, lo que es peor, lo ejercen, de faltarles al respeto y cuestionar sus trabajos.

Vivimos en una época de impunidad total ante delitos de cualquier índole, contra la libertad o la vida, la integridad física, económicos, sexuales, y también de extrema violencia a cualquier nivel, todo autorizado y amparado por los partidos políticos y las leyes…

Vivimos en una época donde la medicina ha avanzado mucho pero en la que cada vez hay más enfermedades y enfermos; los trastornos mentales proliferan como hongos en una buena charca de mierda calentita. Si a principio del siglo XX Aldous Huxley decía “la medicina ha avanzado tanto que ya no queda nadie que esté sano” ¡¿Qué no diría ahora¡?

La impresión que observo en la sociedad en general, y sobre todo en mis coetáneos, es que vamos a peor, que involucionamos, que el ser humano terminará autodestruyéndose -por gilipollas, apostillan algunos- como en las películas apocalípticas que tanto gustan devorar y que temo que sean más proféticas de lo razonablemente asumible.

Sin embargo, cuando el corazón intenta poner algo de su parte para no ver las cosas tan tétricamente oscuras, la razón me transporta de nuevo a las famosas coplas de Jorge porque aquellas no decían exactamente “cualquier tiempo pasado fue mejor”, que es lo que se nos ha quedado a todos en la memoria, sino “a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor”… y probablemente en esas tres simples palabras estriba una diferencia fundamental tan notoria y obvia como volátil… puede que los tiempos pasados no fueran mejores sino que los que no sabemos ver lo bueno que nos ha tocado -porque siempre hay mucho bueno- somos nosotros, los seres humanos, que somos quejicas, pesimistas y tendemos al drama por naturaleza… quizá el problema y el error esté en querer comparar -y de ahí la expresión, las comparaciones son odiosas-…

Siendo así, la solución sería sólo cuestión de poner en práctica eso que las nuevas generaciones tan bien saben hacer: “dejar fluir”… eso de, “lo que tenga que ser será”, como si las cosas no tuvieran una raíz, un detonante, un pasado, como si nacieran por generación espontánea y nada en esta vida tuviera “pres” ni “posts” sino sólo “ahoras”…

Probablemente lo más fácil y cómodo -y mentalmente obvio para mantener algo de cordura- sea dejarse llevar, aceptar las cosas como nos vienen, no ver la vida como un logaritmo neperiano sino como una simple suma de factores y no querer adelantar acontecimientos…

Y mientras acabo ésta, de nuevo, extensa disertación, me voy a preparar las maletas para las merecidísimas vacaciones que eso sí que no se perdona ;-)… Me aplico una expresión de mi propia cosecha que os comparto para que la hagáis vuestra también: antes de la pandemia, procuraba exprimir a tope cada minuto (a mi manera pero seguro que cada cual tiene la suya) y cuando alguien me decía que era una disfrutona/vividora yo contestaba “para cuando no se pueda” (poco me imaginaba yo que el tiempo no tardaría en darme la razón)… Después de la pandemia, cuando empecé a retomar el ritmo y, porqué no, también el tiempo perdido, amplié un poco mi sentencia a “para cuando no se pueda… y para cuando no se pudo”…

Así debería ser y así animo a todos a que lo intenten para que no tengamos que afirmar eso de “cualquier tiempo pasado fue mejor” y que lo mejor siempre sea el ahora y lo que vendrá.