“‘Síndrome de Calimero’ (…) aquellas personas que constantemente expresan su descontento por cómo les va la vida y que hace que no puedan disfrutar de la parte positiva de todos los estímulos que reciben”

OPINIÓN. Por Ana Lucas
Escribir desde el corazón

14/01/25. 
Opinión. Ana Lucas en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com escribe un artículo sobre las fiestas navideñas: “Esa falta de coraje para poner freno a ciertas actitudes y requerimientos que no nos apetecen un pimiento unido a nuestra idiosincrática costumbre de criticarlo y quejarnos por todo convierten a menudo el mes de Diciembre -y primeros días de enero-, a mi humilde modo de...

...ver las cosas, en un viacrucis lleno de grandes pozos de torturas morales y a menudo casi podríamos decir que físicas”.

Feliz año nuevo, Calimero...

Aunque no me queda muy claro hasta cuándo es psicológica y políticamente correcto expresar “feliz año”, empiezo igualmente mis colaboraciones para este 2025 casi de la misma forma que despedí el anterior, felicitando y deseando a los lectores todo lo mejor para los próximos 11 meses y pico, sobre todo y por encima de cualquier otra cosa, Salud… y ya puestos, por querer parodiar a nuestro querido editor, Alegría… un poquito mucho de ambas cosas no estaría nada mal y parecería casi suficiente, sobre todo a ciertas edades, para ser razonablemente felices.


Y a todo esto, ahora que no nos oye -lee- nadie… ¡¿Cómo estáis después de las fiestas -aparte de más gordos, claro está-!? ;-) ¡¿Bien, Regulinchi, mal tirando a jodidamente jodidos!?

Porque o el punto de mira de mi intuición y poder de observación se han visto seriamente dañados en los últimos años o me ha querido parecer que la gente de un tiempo para acá está un poco hastiada, por decirlo finamente, de las fiestas navideñas o, si no de las mismas como tal, de lo que exigen a todos los niveles. Y, si me permiten ir algo más lejos en mis afirmaciones, uno de los principales motivos para este hartazgo es ese famoso defecto que ya he comentado en entradas anteriores de no saber decir que no ni poner límites a las cosas… esa falta de coraje para poner freno a ciertas actitudes y requerimientos que no nos apetecen un pimiento unido a nuestra idiosincrática costumbre de criticarlo y quejarnos por todo convierten a menudo el mes de Diciembre -y primeros días de enero-, a mi humilde modo de ver las cosas, en un viacrucis lleno de grandes pozos de torturas morales y a menudo casi podríamos decir que físicas.

Echando la vista y la memoria atrás, porque algunos de los ejemplos que voy a rescatar para avalar mis afirmaciones hace años que no los llevo a cabo, se me ocurren unos cuantos puntos calientes que poder aportar a tal efecto:

1/ Decoraciones de los hogares: desde casi el mismo puente de la Inmaculada -algunos incluso antes- se montan árboles de Navidad, luces de colores por doquier, belenes -y no sólo en la acepción del nacimiento como tal-, y un sinfín de detalles cada vez menos originales y más importados de otras latitudes -cuanto más “brillibrilli” mejor- despotricando desde el primer momento por el gran trabajo que supone, además del desembolso económico, y sobre lo mucho que nos va a fastidiar luego tener que quitarlo todo … Una vez desarmados caemos también en la sempiterna duda de si guardarlos para el año próximo o tirarlo casi todo a la basura y empezar otra vez de cero ya que algunos elementos se han vuelto casi inservibles -luces y guirnaldas enredadas- si es que algunos aún sobreviven ya que con la puñetera moda de comprarlo todo en los bazares chinos gran parte de ellos dejaron de realizar su función mucho antes de su supuesta vida útil…
Pero es que además hemos pasado de apenas decorar los salones de nuestras casas como hacíamos antaño a poner de todo en casi todas las estancias -entradas, escaleras, pasillos-, “embellecer” jardines -o terrazas en su defecto-, ventanas varias, y como además se nos va la pinza a base de bien pues he llegado a ver hasta coches con cuernos de reno en las ventanillas traseras que, la verdad, me han hecho tener pensamientos poco objetivos y cristianos sobre los “colocadores” de tales adminículos… (corramos un tupido velo sobre el alcance de estos puntos suspensivos).

2/ Compras de regalos (“Papa Noël y/o los Reyes Magos): De regreso al citado puente de la Inmaculada, aprovechando los días festivos en que las grandes superficies ya empiezan a abrir todas, muchos utilizan el mismo como pistoletazo de salida para hacerse con los regalos de gran parte de la familia y amigos y sobre todo de los más pequeños de las casas. Y ahí nos encontramos de nuevo con una de las grandes incongruencias de los últimos años: compramos para los Reyes Magos, que es lo que se celebra en los países latinos peeeeeroooo no puede faltar un detallito/azo también por Papa Noël, ese barrigón barbudo todo vestido de rojo que hemos adoptado como las calabazas de Halloween por la simple regla de tres de que se lleva, está de moda y yo no me quiero quedar atrás aunque no sepa ni lo que representa -y mucho menos explicárselo a los peques-. Pues eso, doble gasto, doble dolor de cabeza, doble de todo… Y como no, quejándonos desde el minuto cero por la paliza que le estamos metiendo a las tarjetas de crédito y la preocupación de saber cómo llegaremos a final de la temible cuesta de enero con tanto despilfarro.

3/ Comidas, de empresas y familiares: Pufff… De mal en peor los puntitos de esta entrada… éste tercero tiene miga -y no precisamente la del pan-… ¡¿A cuántas comidas tenemos que asistir en Diciembre de las cuales nos gustaría borrarnos antes de habernos siquiera apuntado!?
Las de las empresas, que juntan a compañeros que no se hablan ni se soportan en todo el año casi como si fuera una reunión de obligada asistencia, pero es que encima algunos tienen la genial idea de ir allí a hacer el tonto y emborracharse como si de una competición se tratara o, como he oído más de una vez, para cobrarles a los jefes parte de lo que se les roba en las nóminas del año: “como me pagan una mierda al menos les hago el gasto”...
Pero es que las diferencias con las comidas familiares son casi inapreciables: emparejan en las mesas a cuñados y primos que no se ven nunca y que tampoco se aguantan y ahí también se hace el lelo vete tú a saber con qué objetivo si no es otro que volver a estar en boca de todos el resto del año: “te acuerdas la “péa” que se cogió tu hermano, el culo de vaca que le hacía el vestido a tu prima, la cara de besugo que tenía el nuevo novio de tu tía”…
Pero es que además criticamos lo que se come, lo que se bebe, lo que falta y lo que sobra, los que están y los que no han ido, la decoración... a sabiendas de que encima nosotros vamos postergando la hora de hacer celebraciones en casa con la manida excusa de que es pequeña y además le pilla lejos casi a a todo el mundo -y en fiestas siempre hay controles de alcoholemia-… ;-)
Saber dónde y con quién se cena en las dos noches más críticas del año, la buena (¿?) y la vieja se convierte en una de las pesadillas más recurrentes y que empiezan en el mismo momento de levantarte de tu última cena.

4/ Compra de loterías varias: Madre mía, nos salimos de Guatemala para meternos en “guatepeor”… Este tema sí que causa controversia entre defensores y detractores: los que no compran nunca porque dicen que no toca lo tienen claro y pocas veces he oído yo que intenten convencer a los que sí compran de que no lo hagan… sin embargo a la inversa sí que pasa, y mucho: “no seas tonto, no vaya a ser que nos toque a nosotros y a tí no”… Pero es que los que sí juegan lo hacen quejándose del tema: ¡Qué cara está la lotería, qué cantidad de papeletas me han endiñado, qué cantidad de números que llevo y verás como no tengo ni la devuelta, el año que viene no compro ni uno, digo que no desde el primer momento y me ahorro el gasto”… ¡¡Ay, amigo, y que lo digas!! Pero es que luego te acuerdas de los reportajes del telediario con la gente abriendo botellas de champán a la puerta de una administración y te vuelves a convencer de que “a veces sí que toca”…
A ver qué diablillo de tu subconsciente gana el próximo año, si el bueno con carita de ángel o el malo con el tridente, mientras tanto éste ha vuelto a ser nefasto y no has cubierto ni lo jugado.

5/ En qué cadena ver las campanadas: Tachán… si peliaguados y atravesados eran los puntos anteriores, no me digáis que éste no parece ser más camorrista si cabe…
En primer lugar habría que ver si el sujeto es partidario o no de la tradición de las uvas, el reloj de la puerta del sol y toda la parafernalia que rodea el asunto, porque por lo que estoy oyendo cada vez hay más gente que tilda el tema de aburrido y anticuado y pasa de entrar en ese juego… Y luego ya determinar a qué cadena nos “enchufamos” para seguir el “atontecimiento” (el entrecomillado convierte la supuesta errata en una “gracia” de la autora)… Me consta que en algunas familias hay piques y enfados e incluso votaciones para “decidir” dónde seguir el evento.
En la última década por supuesto el atuendo de “la Pedroche” acaparaba todas las preferencias pero parece que este año a la mamarrachada (por no dejarlo simplemente en guarrada) de la leche materna convertida en vestido de cuarenta kilos -con otros tantos pechos- le ha salido una competencia directa con los presentadores de la televisión pública en su primera cadena. Una vez desterrados Ramón García y Ana Obregón -todavía no tengo muy claro que no regresen como el ave Fénix- este año se apostó por una pareja sobre la que no voy a verter ningún “descalificativo” porque parece que ya lo hicieron ellos solitos en los minutos que les dieron, o eso me ha querido parecer que he leído/visto por ahí…
Lo malo es que en el caso del pique entre las audiencias de Broncano/Lalachús contra Pedroche/Chiquote los que perdemos somos los españoles que hemos tenido que pagar a los primeros; al menos las payasadas de los segundos las sufragan otros.

Y esta lista de cinco puntos podría convertirse en un quijotesco tocho de cientos de páginas a tenor de la cantidad de ejemplos que me sigo dejando en el tintero pero no tiene mucho sentido hurgar en la herida o hacer leña del árbol caído y creo que con esto se ha entendido perfectamente lo que quería dar a entender.

Por cierto, una última aclaración antes de dar por cerrada esta como mínimo extraña felicitación de año nuevo, en concreto sobre por qué he utilizado el nombre de Calimero en el título de esta entrada.


Supongo que casi todos los que me leen se acordarán de aquel pollito negro con medio caparazón blanco a modo de sombrero que se caracterizó por su personalidad inconformista y su constante sensación de incomprensión. Pues bien, su comportamiento aplicado a la vida real ha dado lugar al llamado “síndrome de Calimero” haciendo referencia a aquellas personas que constantemente expresan su descontento por cómo les va la vida y que hace que no puedan disfrutar de la parte positiva de todos los estímulos que reciben. Así pues como todos, sin excepción alguna, hemos puesto pegas a las Navidades y sus efectos colaterales me ha parecido anecdótico utilizar esta analogía para poner algo de humor al 2025...