“Los Júas habitualmente tenían un componente irónico o de protesta, el mismo tono que tienen hoy en día las fallas de Valencia, pero con un nivel de preparación infinitamente más básico y popular”
OPINIÓN. El Blues de la señora Celie. Por Ainhoa Martín Rosas
Licenciada en Sociología y diseñadora, @aimaro6
25/06/24. Opinión. Ainhoa Martín, socióloga y diseñadora, en esta colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com escribe sobre la noche de San Juan: “Por desgracia, esas celebraciones que antaño se hacían con encanto, últimamente recuerdan mucho más a una bacanal desenfrenada, con cuyo resultado amanecemos inmortalizado en todas las redes sociales y la prensa local: La cantidad de basura...
...que generan roza ya lo obsceno y nos debería hacer reflexionar acerca de para qué sirven las tradiciones y por qué decidimos mantenerlas”.
Noche de Júas
Llevamos ya unas jornadas con noches un pelín más cortas. Esto es así porque el solsticio de verano no coincide con su celebración oficial por estos lares, la noche de San Juan. La palabra solsticio significa “sol quieto” y sucede cuando el Sol se encuentra más cerca o más lejos de uno de los hemisferios terrestres, aumentando la duración del día en una parte del planeta (en este caso, en nuestra vieja ciudad mediterránea). En la antigüedad se celebraba una fiesta pagana en la orilla del mar encendiendo hogueras para quemar lo malo y purificar el espíritu.
Hay algo hipnótico en mirar el fuego, detenerse ante una imagen bella de por sí, y contemplarla sin más preocupación que bailar, comerse unas sardinas o unos choricillos asados, y correr a mojarse los pies y la cara en el agua (sumergirse completamente en el caso de las personas más entregadas a la tradición). Para algunos es, además, el momento ideal de quemar los apuntes de la PEvAU.
Por desgracia, esas celebraciones que antaño se hacían con encanto, últimamente recuerdan mucho más a una bacanal desenfrenada, con cuyo resultado amanecemos inmortalizado en todas las redes sociales y la prensa local: La cantidad de basura que generan roza ya lo obsceno y nos debería hacer reflexionar acerca de para qué sirven las tradiciones y por qué decidimos mantenerlas. Pido, por aquí, un poco de reflexión a quien se sienta responsable de este desaguisado, hace falta un mea culpa colectivo en este tema, porque celebrar no es desbarrar (o no debería serlo).
Una vez, hace muchos años, me invitaron a una celebración de San Juan en la playa de Guadalmar “al estilo primigenio”. Y, aunque, por supuesto, hubo fuego, también hubo canciones, y una guitarra, y silencio, y reflexión, y una cierta paz festiva entre todos los que allí nos encontrábamos. Y observamos las estrellas, y pedimos deseos. Y nos bañamos. Y cuando nos fuimos, la playa se quedó tal cual estaba antes de que llegáramos, más o menos unas treinta personas, en un tiempo en que allí no había ni una triste papelera.
De la “Noche de los Júas” de cuando yo era pequeña recuerdo, precisamente, eso: los Júas. Por aquel entonces no eran simplemente montones de madera y muebles viejos apilados, ya que en cada hoguera precisamente debía haber un júa. Y los Júas habitualmente tenían un componente irónico o de protesta, el mismo tono que tienen hoy en día las fallas de Valencia, pero con un nivel de preparación infinitamente más básico y popular: sin profesionales, sin dinero, por amor al arte y con mucha guasa. Utilizando materiales de deshecho o de los que normalmente se encuentran por cualquier casa: ropa vieja, cartones, periódicos, papel higiénico…Y era genial descubrir que, en cada esquina de cada barrio, alguien había puesto su cariño y su tiempo libre al servicio de la diversión popular, simplemente para hacernos felices a todos, y para mantener viva la llama de la Historia de “la muy noble”.
De aquellos Júas cada vez queda menos. Aquí no hay San Juan que se precie sin sus altavoces y su reggaeton que te crió. Sin sus plásticos y contaminantes diversos ardiendo, ni sin sus ancestrales farolillos chinos muy de aquí, de toda la vida. Porque ya no podemos evitar que todo esté en consonancia con este Capitalismo que ya ahoga y hastía, y necesitamos cosas nuevas, consumir nuevas fiestas y devorar las antiguas tradiciones de otros “porque está tó guapo, canía”, y es lo que hay.
A lo mejor, para no desentonar, el equipo municipal ha decidido este año mimetizarse en el ambiente, y “quemar un Júa representando a unas garrafas gigantes de aceite”, para protestar por la subida del precio del mismo, que parece que a nuestros ediles, de repente, les preocupa mucho. Y digo yo, si no hubiera sido mejor, en este caso, quemar unos apartamentos turísticos de cartón, con sus llaveritos electrónicos en la puerta, con sus extranjeros haciendo cola en la caja del súper de tu barrio, o con sus bicis de alquiler circulando por el maravilloso carril 30 de turno, o mejor aún, yendo en dirección prohibida o por la acera (cosa que tú no puedes hacer), provocando situaciones peligrosas en el tráfico, ajenos a ese vacío existencial de carriles bici y de tradiciones, y dispuestos a darlo todo en el próximo gastrobar gourmet o cogiendo borracheras antológicas.
Claro que también, podrían haber hecho un Júa municipal con muñecos alusivos a ellos mismos, estilo “guiñoles de Canal Plus”, devorados por el fuego purificador, a manos de una ciudadanía que ya está bastante harta de ser desarticulada y, encima, tener que pagar la recogida de basura de la resaca sanjuanera. Tengan cuidado sus mercedes, no vaya a ser que San Juan evolucione de nuevo y pase del 23 al 29, porque si ya cambió de fecha una vez…