“Ya comenzaba a estar al borde de esa fina línea que separa al famoso divertido del payaso sin más. Cada vez era más exagerada e hiriente y, debido al dinero y a la fama, se estaba convirtiendo en una parodia de sí misma”
OPINIÓN. Crónicas malacitanas
Por Augusto López y Daniel Henares. Ilustración: Fgpaez
05/02/25. Opinión. El escritor y profesor de escritura, Augusto López, junto con el también escritor, Daniel Henares, continúan con su sección semanal en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, ‘Crónicas malacitanas II’ https://linktr.ee/cronicasmalacitanas, la segunda temporada del folletín cómico cósmico malaguita, que recupera el espíritu de los folletines del siglo XIX, donde los autores hacen crítica social...
..Cada capítulo trae consigo además un dibujo del ilustrador Fgpaez.
Capítulo 11
Unos días después del descubrimiento de la IA, Victoria había tenido tiempo de sobra de sondearla y estaba convencida de que aquel conjunto de código tenía mucho potencial. Atenea tenía fuentes de información muy fiables y precisas y era más cortés y educada que la mayoría de la población. Lo mejor es que la IA no necesitaba una interfaz de programación, tenía suficiente autonomía para auto repararse, depurar sus fallos y aprender. Tan solo había que ordenarle las cosas, y se podía hacer hablando, así que Victoria, sin saber nada de informática, puedo volcar información en ella y fue afilando su sentido común.
Mientras tanto Lerma seguía a lo suyo. Ya comenzaba a estar al borde de esa fina línea que separa al famoso divertido del payaso sin más. Cada vez era más exagerada e hiriente y, debido al dinero y a la fama, se estaba convirtiendo en una parodia de sí misma.
Victoria se preparó para un momento delicado, pero era necesario tomar medidas o todo se iría al garete. Tenía que conseguir que Lerma entrara en razón.
Al día siguiente Victoria fue a casa de Lerma y tras apaciguar sus quejas puso en marcha su plan.
—Tienes que descansar, llevas semanas publicando a diario. Vamos a dar un paseo y así te cuento las novedades que he pensado.
—Victoria, tengo muchas cosas que hacer y esta tarde vienen mis alfombras nuevas.
—No tardaremos tanto. Por cierto, tienes ojeras.
—¿En serio? —Lerma corrió al espejo—. Joder, es verdad.
—El aire de poniente es muy bueno para eso, ¡venga, vamos!
Así puedo camelarse a la influencer y llevarla a su barrio, una zona humilde habitada sobre todo por trabajadores y personas mayores. Allí, sirviéndose de excusas, llegaron al taller de arreglos de Rosa y, con alguna excusa adicional, Victoria las dejó solas.
Rosa era, con seguridad, la mujer más anciana del barrio. Victoria la había ayudado a veces, era la persona más humilde y tierna que la chica hubiera conocido jamás. Además, era una luchadora que había criado a muchos niños y que se había deslomado trabajando a diario. Si ella no podía conmover el corazón de Lerma, nada podría.
Un par de horas después Victoria comprobó con satisfacción que no tenía un solo mensaje de Lerma, eso significaba que las cosas iban bien. Había informado de la situación a Rosa y le había pedido que intentara hacerla entrar en razón usando toda su dulzura.
Victoria volvió a taller de arreglos de ropa «Rosa» y la escena le hizo sonreír. La anciana contaba a Lerma su vida mientras ésta la escuchaba y la ayudaba a coser los bajos de una cortina.
—Hola Victoria. —Lerma parecía más tranquila, más sosegada.
—Perdona por la tardanza.
—No te preocupes, Vic. —Llevaba dos días llamándola así, la chica intentaba no dar importancia a sus excentricidades. —Rosa es una maravilla de mujer y tú… tú eres muy lista ¿sabes?
Victoria, a la que a estas alturas no le importaba ser descubierta, sonrió.
Lerma estuvo todo el camino de vuelta hablando sobre Rosa. Empezaba a ver las cosas de una forma diferente. Aquella mujer había vivido y luchado cada día de su vida y sólo para sobrevivir, para mantenerse en el mismo sitio. No era lo que le habían contado en su casa.
Victoria la dejó reflexionar esa noche y preparó su último golpe para el día siguiente. Atenea estaba lista para ser presentada en sociedad.
La chica la había alimentado con filosofía, teoría política, sociología, psicología, etc. Le había enseñado cómo tratar con Lerma y todo lo que había podido sobre Málaga. Victoria estaba nerviosa, mucho dependía de que el día siguiente las cosas salieran como ella deseaba.
La muchacha tomó su infusión relajante, comprobó con satisfacción que Lerma seguía sin comunicarse, y esa noche se acostó temprano para coger fuerzas. El día siguiente sería crucial.