“Durante esos días tuvo tiempo de saborear las sopas de Hans, de llegar a la conclusión de que no había nacido para ser guitarrista y de caer rendida ante los ojos y la dulzura del holandés”
OPINIÓN. Crónicas malacitanas
Por Augusto López y Daniel Henares. Ilustración: Fgpaez
07/05/25. Opinión. El escritor y profesor de escritura, Augusto López, junto con el también escritor, Daniel Henares, continúan con su sección semanal en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, ‘Crónicas malacitanas II’ https://linktr.ee/cronicasmalacitanas, la segunda temporada del folletín cómico cósmico malaguita, que recupera el espíritu de los folletines del siglo XIX, donde los autores hacen crítica social...
...Cada capítulo trae consigo además un dibujo del ilustrador Fgpaez.
Capítulo 23
El sonido de la guitarra llegaba amortiguado desde la habitación contigua, pero aun así despertó a Victoria.
—¡Basta ya! ¡Me duele la cabeza!
La guitarra cesó y el guiri rubio asomó sus rastas por la puerta.
—La pequeña Bruce Lee. —dijo, sonriendo. —¿Cómo estás?
—He estado mejor. ¿Quién eres? ¿Qué ha pasado?
—Te metiste en una buena pelea.
—¿Y Roberto?
—Tranquila, tus amigos están bien. Descansa. Te lo cuento mientras te tomas la sopa.
—Y desapareció tras la puerta sin dejarla contestar.
Hans, que así se llamaba el perroflauta, le contó como un grupo de guiris la apalearon a ella y a sus amigos, y que, si no hubiera sido por que él mismo se la llevó a hombros, quizá no lo habría contado.
Por suerte no se había roto nada, pero las contusiones eran bastante fuertes, así que Victoria se pasó las siguientes dos semanas casi sin poder moverse. Durante esos días tuvo tiempo de saborear las sopas de Hans, de llegar a la conclusión de que no había nacido para ser guitarrista y de caer rendida ante los ojos y la dulzura del holandés.
—¿Dónde vas? —Hans sostuvo a Victoria ante de que sus piernas cedieran. —No deberías comenzar a caminar tan pronto.
—Tú no lo entiendes Hans. No tengo tiempo. —Lo que el holandés interpretó como dolor en realidad era el agobio que sentía Victoria, sin ideas ni fuerzas para afrontar esta nueva tarea que la había superado.
—Está bien. Daremos un paseo por el barrio. Pero nada de acercarte al Parque.
—No importa Hans. Los que me hicieron esto ya no están. Además, —dijo mirándolo a los ojos. —Debemos afrontar nuestros miedos y resolver los problemas.
—Está bien, pero te acompañaré. Además, tengo ganas, porque llevo días sin salir y aún no he tenido tiempo de visitar la ciudad.
—¿En serio? —Victoria se sintió muy culpable, porque él la había cuidado sin pedirle nada a cambio. —Pues eso se acabó.
Pasaron un par de días visitando Málaga. Victoria llevaba a su nuevo amigo a sitios auténticos, los que aún tienen la genuina esencia malagueña, y explicándole historias y curiosidades de la ciudad de su alma.
—¡Así que abogado! Cualquiera lo diría viendo la pinta que tienes.
—He decidido pasar un año conociendo España antes de empezar a trabajar en el bufete de mi padre.
—Desde luego, seguro que se te da mejor que ser guitarrista. —Ambos estallaron a carcajadas.
—Tengo muy claro que podrías dedicarte a ser guía turística, porque no sólo conozco Málaga, he empezado a quererla. —dijo Hans mientras se metía en la boca un puñado de chanquetes con pan, como su anfitriona le había enseñado.
—Pues si has empezado a quererla, podrías ayudarme a salvarla. —Dijo Victoria con una media sonrisa
Se dirigieron al edificio de los guiris y estuvieron merodeando mientras pensaban cómo podrían darle solución al problema. De vez en cuando, Victoria echaba miradas furtivas al ático.
La agencia de viajes tenía el rótulo medio caído y los fluorescentes parpadeaban sin cesar. Dentro, a través de los cristales percudidos, se veía a un tipo con barba de una semana que se cortaba las uñas sin molestarse en recogerlas.
—Buenas tardes.
—Dites-moi…- El gabacho no se molestó en hablar español ni en levantar la mirada.
—Si, verá. Queríamos preguntarle. ¿Es usted quien gestiona los pisos en alquiler de este edificio? —Inmediatamente levantó su mirada hacia Victoria.
—Tiene usted un moratón muy feo en la cabeza. —Y sonrió socarronamente. —Debería mirar donde se mete.
—¿Los gestionan aquí, sí o no? —Victoria apoyó las manos sobre la mesa del francés mientras Hans asistía atónito al enfrentamiento.
—Este es un negocio legal, somos empresa colaboradora de FairBNB. —dijo el francés señalando un flamante cartel colgado en la pared. —Si tienen cualquier cuestión, deben hacerlo a través de la web.
—Está bien. —dijo Hans, agarrando a Victoria del brazo. —Será mejor que nos vayamos. Aquí no conseguiremos nada.
Para más inri, cuando salían de la agencia alguien tiró una botella por la ventana y fue a estrellarse junto a ellos.
Cuando Victoria miró hacia arriba, vio en el ático una figura que rápidamente se ocultó entre las sombras.
—Vamos a un bareto por aquí cerca. —El disgusto me ha dado hambre.