“Se concentró en los ruidos a su alrededor y la verdad, la cosa iba cada vez a peor. Málaga iba camino de convertirse en una ciudad estresada y estresante, si no lo era ya”
OPINIÓN. Crónicas malacitanas
Por Augusto López y Daniel Henares. Ilustración: Fgpaez
18/06/25. Opinión. El escritor y profesor de escritura, Augusto López, junto con el también escritor, Daniel Henares, continúan con su sección semanal en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, ‘Crónicas malacitanas II’ https://linktr.ee/cronicasmalacitanas, la segunda temporada del folletín cómico cósmico malaguita, que recupera el espíritu de los folletines del siglo XIX, donde los autores hacen crítica social...
Cada capítulo trae consigo además un dibujo del ilustrador Fgpaez.
Capítulo 29
Victoria despertó en su cama, tenía el cuerpo entumecido pero la mente alborotada. Poco a poco empezó a recordar su psicodélica aventura. Quería creer que era un sueño, pero la notificación de Euristeo dando por bueno su trabajo y citándola para el siguiente empezó a mosquearla. Miró el móvil y la mandíbula le quedó colgando: Había pasado un mes entero.
La chica, más perdida que un malagueño en el muelle uno, se dirigió al baño. Comenzó a lavarse la cara y notó que su reflejo en el espejo sonreía, pero ella no estaba haciéndolo. Sintió una punzada de miedo y alarma. Una duda le asaltó la mente y el rostro en el espejo la contestó:
—Tranquila, no estás loca. No más que el resto de los habitantes de este mundo. Relájate.
—¿Quién eres tú? Eres igual que yo…
—Bueno, somos parecidas. Vamos a dejarlo ahí. Soy el reverso de tu yo, para que lo entiendas mejor, pertenezco a un universo alternativo. Uno mucho más divertido que este, por cierto.
—¿Esa locura que viví es tu mundo?
—Perdona bonita, aunque creo que es cuestión de apreciaciones, tengo que decir que el tuyo es más loco aún. Pero bueno, yo venía a disculparme. Hice que nos intercambiáramos, como en lo que llamáis vosotros viajes astrales, pues eso. Tenía gana de cambiar de aires y si te hubiera avisado todo habría salido mal.
—Te pondría a parir, pero sería como insultarme a mí misma, supongo. Espero que no vuelvas a hacerlo.
—No tienes que preocuparte por eso, necesitaba un tiempo de relax y este mundo tuyo me ha ofrecido el mayor aburrimiento que he vivido jamás. No volverás a verme, ni tampoco mi mundo, a no ser que te comas un tripi, en ese caso quizá sí.
—Eres muy graciosa.
—Puedes llamarme Derry.
—Ah, ¿entonces no te llamas Victoria? ¿Cómo yo?
—No, me llamo Derrota.
—La monda, vaya, eres la monda.
—Pues tú y tu mundo sois puro sopor, las dimensiones lógicas suelen ser así de aburridas, debí imaginarlo. Bueno, me despido. Siento haberte fastidiado el mes, pero mientras tú flipabas en colores hice el trabajo por ti.
—¿Limpiaste ese edificio?
—Fue más complicado, pero digamos que en esencia fue eso, sí.
—Adiós Victoria.
Derry despareció y el espejo volvió a reflejar su careto ojeroso y cansado. Victoria estaba ya blindada contra cualquier sorpresa, era inmune a los infartos, así que aceptó todo lo que había pasado con la mayor naturalidad posible y se dirigió a la oficina de Euristeo.
Antes de salir de casa palpó el suelo con el pie, por si era mermelada de aguacate o una tabla de surf con forma de boquerón, pero no. La realidad parecía haberse asentado y todo se veía normal.
Victoria cogió el bus y se dirigió a la infame ETT de la que dependía su libertad.
Una vez en su despacho saludó y notó que Euristeo la miraba de forma rara, con cierta suspicacia.
—¿Estás bien, Victoria?
—Bien es poco, detenida sin saber bien por qué, obligada a trabajar a contrarreloj por mi libertad… En fin, no estoy bien, estoy en la cima del mundo, no te jode.
Euristeo se tranquilizó.
—No sé te noté rara este último mes, no parecías tú.
—¿Es trabajo está hecho no?
—Limpio y sedoso, como siempre.
—Pues vamos a por el siguiente. Cuéntame, ¿de qué se trata esta vez?
Euristeo quedó en silencio unos segundos.
—¿Lo oyes? —preguntó.
—¿A qué te refieres? —dijo Victoria.
—A ese jaleo incesante, ese ruido insoportable que se pega a las piedras ¿no lo notas?
—He nacido en Málaga y estoy acostumbrada. Pero es molesto.
—Vamos al grano. Tu objetivo es hacer descender ocho decibelios el ruido de la ciudad. Como de costumbre tienes un mes.
—Pero es una tarea titánica, es imposible.
—Tú no eres un titán Victoria, pero vas por buen camino. Esta vez tendrás ayuda. Dado tu historial, la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Málaga te proporcionará personal y medios. Mañana a primera hora tienes una reunión con ellos en la Biblioteca Manuel Altolaguirre. Toma esta tarjeta, es un distintivo para ser reconocida, póntela antes de entrar.
Victoria salió de allí preocupada, aunque un poco aliviada por la ayuda adicional. Se concentró en los ruidos a su alrededor y la verdad, la cosa iba cada vez a peor. Málaga iba camino de convertirse en una ciudad estresada y estresante, si no lo era ya.
A su izquierda, un martillo neumático en manos de un obrero pulverizaba el suelo y los oídos de los viandantes, los coches no paraban de hacer sonar el claxon innecesariamente, ya fuera para quejarse o para saludar, el nivel de la voz de muchas personas también dejaba mucho que desear. Y cuando ya pensaba que había terminado de enumerar ruidos una cotorra rasgó el aire con su chirrido de motosierra. «La que faltaba» pensó Victoria.