“Mientras tanto, durante la lectura de este artículo, han caído un par de casas valiosas más, otra niña sigue subsistiendo en su chabola de Los Asperones, y algún recién egresado de la UMA prepara su equipaje para buscarse la vida en el extranjero”
OPINIÓN. El Blues de la señora Celie. Por Ainhoa Martín Rosas
Licenciada en Sociología y diseñadora, @aimaro6
07/11/23. Opinión. Ainhoa Martín, socióloga y diseñadora, en esta colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com escribe sobre Málaga: “Por alguna razón que se me escapa, no hemos sido capaces de oponernos a unas torres sobredimensionadas en el antiguo rastro de La Rosaleda, ni de cerrar definitivamente el debate en torno al gigantesco símbolo fálico que se pretende sembrar en el añorado morro del...
...puerto: cero reacción por parte del paciente, que ha entrado en la UVI mientras los políticos, de unos y otros partidos, juegan a las cartas con su montoncito de garbanzos bien apilado”.
La ciudad no tiene quien le cante
Se cumplen estos días 30 años del estreno de dos películas de Steven Spielberg que pareciera que estamos viviendo en directo aquí y ahora: "Jurassic Park" y "La lista de Schindler". Debo reconocer que ninguna de las dos estaría en mi ranking cinéfilo particular. Sin embargo, sí lo haría la entrañable y desgarradora "El color púrpura", que quizá no cosechó tanto éxito de taquilla como las anteriores pero, sin duda, sabe cómo triunfar en los corazones de cualquier telespectador con un mínimo de empatía a la hora de la siesta en su sofá.
"El color púrpura" es la historia de Celie, una mujer negra, pobre y fea, lo que en esta tierra despachamos con un: "encima de perra, apaleá". Lo tiene todo, la gachona, concebida por Alice Walker en la novela homónima que dio origen al film, y con quien aprendemos a lo largo de su desarrollo que nunca hay que perder la fe, por muy duras y terribles que se pongan las cosas, ya que las penalidades de la vida se superan siempre a base de empoderamiento y de levantarse una y otra vez de la arena para volver a plantar cara al partido, como lo haría una finalista de Roland Garros.
Quizás los malagueños a estas alturas no dispongamos de la moral que atesora la afición del Málaga C.F. masculino para erigirnos repetidamente contra las injusticias que nos caen una y otra vez encima: ya sea el aumento de los tributos municipales, ya sea la demolición de edificios que forman parte de nuestras entrañas culturales, o incluso el ninguneo mediático en forma de iceberg errante que debería haber acabado su existencia siendo una refrescante limonada en calle Larios...
Por alguna razón que se me escapa, no hemos sido capaces de oponernos a unas torres sobredimensionadas en el antiguo rastro de La Rosaleda, ni de cerrar definitivamente el debate en torno al gigantesco símbolo fálico que se pretende sembrar en el añorado morro del puerto: cero reacción por parte del paciente, que ha entrado en la UVI mientras los políticos, de unos y otros partidos, juegan a las cartas con su montoncito de garbanzos bien apilado. Quizás estamos todos en estado de shock y, como la señora Celie, necesitamos que una Shug cualquiera irrumpa en nuestras vidas y nos diga que somos importantes, que como ciudadanos valemos mucho, que nuestra Historia y nuestro patrimonio no pueden caer en manos volátiles a las que solo les importa el dinero, y que tenemos derecho a cantar nuestro blues, porque formamos parte indisoluble de esta vieja ciudad fenicia, llena de la más maravillosa "merde de gens".
Mientras tanto, durante la lectura de este artículo, han caído un par de casas valiosas más, otra niña sigue subsistiendo en su chabola de Los Asperones, y algún recién egresado de la UMA prepara su equipaje para buscarse la vida en el extranjero. Son todo ventajas para algunos. Cantemos todos un blues por nuestra (su) Málaga, a ver si reaccionamos: "Sister, you′ve been on my mind...".