En un proceso de sustitución poblacional y desnaturalización de la ciudad, en el que los malagueños se ven progresivamente expulsados al Área Metropolitana, la periferia

OPINIÓN. El templo inacabado. Por Manuel Ares
Suaviter in modo, fortiter in re


08/11/22. Opinión. El militante de Adelante Andalucía, Manuel Ares, en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com escribe sobre el modelo urbanístico de la ciudad: “Un modelo donde la arquitectura deja hasta en buen lugar el desarrollismo franquista, donde la localización de los edificios va progresivamente despersonalizando una ciudad milenaria, y donde queda cada vez más claro -por si...

...alguien albergaba alguna duda- que construir mucho no implica de ninguna de las maneras abaratar el precio de la vivienda”.

La ciudad de Paco ‘el de las Torres’

“Málaga está cambiando”. Es un mantra que oímos repetidamente los malagueños desde hace ya unos años. Una creencia de que Málaga avanza inexorablemente hacia el progreso, la prosperidad y la competición directa con grandes capitales europeas. La pregunta que corresponde, quizás, es si ese cambio está siendo positivo en términos generales, si, de ser positivo, se está produciendo en toda la ciudad -o sólo en parte de ella- y si este cambio, de ser positivo en términos macroeconómicos, realmente lo está siendo en el día a día de la ciudadanía malagueña.


Lo cierto es que es incontestable que Málaga está cambiando, hay procesos y transformaciones en curso que están cambiando la ciudad, pero este cambio no está encaminado hacia un modelo distinto del que nos ha producido tanto dolor hace menos de 14 años, sino hacia una profundización de éste a niveles no vividos hasta ahora.

Recientemente se abría un debate en Twitter en torno a las ‘torres de Martiricos’. Esas que ya se pueden ver desde prácticamente cualquier latitud de la ciudad (y que se quedan cortas respecto a la altura que tendrá -aunque esperemos que el momento no llegue- la infame torre del Puerto). Éstas no son sino un síntoma más de ese modelo en el que estamos profundizando. El problema no es construir en altura, de hecho, creo que la construcción en altura es una forma eficiente de desarrollo urbano siempre que se tenga en cuenta que 1) una ciudad de más de 3.000 años como Málaga no es Nueva York, su desarrollo histórico no es el mismo y, por consiguiente, su desarrollo urbano tampoco, el crecimiento en altura debe darse en el extrarradio de la ciudad, alejado del casco histórico y donde su impacto visual sea el menor posible y 2) para crecer en altura hay que tener los medios suficientes para hacerlo, no es de recibo que, mientras se construyen edificios de más de 100 metros tengamos un cuerpo de bomberos que tiene que autofinanciarse el material ante la desidia y abandono del Ayuntamiento (a día de hoy no existe el material necesario para evitar una catástrofe a esa altura).


Por tanto, el modelo de crecimiento en altura al que va encaminada Málaga, que pronto se verá plagada de ellos (están proyectadas otras dos torres en Martiricos, varias en los terrenos del BUM, la del Puerto, edificios de oficinas en Muelle Heredia, etc.), me parece extremadamente erróneo y, lo peor de todo, difícilmente reversible. Una vez esos edificios crezcan, no habrá forma de deshacerse de ellos (como sucede con el AC Málaga o el edificio residencial situado a la loma de Gibralfaro, o, irreversible como sucedió con la Coracha). Sucede lo mismo con los edificios cúbicos que, progresivamente, van tomando espacio en el Centro Histórico, ahí tenemos La Mundial, pero han llegado y llegarán muchos más. Unos y otros, en mayor o menor altura, son producto del modelo de ciudad al que seguimos precipitándonos. Un modelo donde la arquitectura deja hasta en buen lugar el desarrollismo franquista, donde la localización de los edificios va progresivamente despersonalizando una ciudad milenaria, y donde queda cada vez más claro -por si alguien albergaba alguna duda- que construir mucho no implica de ninguna de las maneras abaratar el precio de la vivienda. Sólo hay que echar un vistazo al mercado de la vivienda en Málaga para ver la evidencia (a no ser que se adolezca de ceguera selectiva), para ver que, aunque se construye como nunca, la vivienda no hace más que subir. Y es que la vivienda que se construye no va destinada a la ciudadanía malagueña (de hecho, las promotoras inmobiliarias ni siquiera ofertan en muchos casos la vivienda en Málaga), sino a personas de alto poder adquisitivo que vienen a Málaga. En un proceso de sustitución poblacional y desnaturalización de la ciudad, en el que los malagueños se ven progresivamente expulsados al Área Metropolitana, la periferia (los únicos lugares donde el malagueño medio puede permitirse vivir), que no deja de avanzar.

Esta es la Málaga actual y la Málaga hacia la que nos encaminamos. Este es el modelo de Paco de la Torre y el PP, un modelo suicida que se atisba pueda consolidarse -si no lo está ya- próximamente. En 2023 hay elecciones municipales, y en ellas se decidirá si realmente le importa a la ciudadanía el deterioro acelerado de sus barrios frente a un escaparate turístico cada vez más ostentoso, si realmente nos preocupa el desarrollo urbano de la ciudad y queremos un horizonte sin torres en el centro que rompan nuestro impacto visual, un Centro Histórico con edificios propios y singulares, históricos, una ciudad que priorice el ocio y el derecho a zonas verdes, equipamiento, servicios, transporte alternativo y sostenible, etc. o si somos incapaces de vertebrar una respuesta política al vorágine desarrollista. Sin ir más lejos, Málaga es candidata a la Expo 2027 con una propuesta de ciudad sostenible, y, entre otras cosas, en estas municipales también decidiremos si realmente queremos una Málaga sostenible o seguimos profundizando en la insostenibilidad. Así como si los fondos que se invertirán de ser elegida sede de la Expo 2027 irán a beneficiar al conjunto de la población a través de inversión en vías ferroviarias, servicios, inversión en barrios, etc. o si será una simple exposición más donde miles de turistas invadirán nuestras calles para engrosar los bolsillos de siempre.

Este 2023, salvo sorpresa, en Málaga (y prácticamente todas las ciudades de Andalucía) tendremos tres candidaturas a la izquierda del PSOE (que ha demostrado en ciudades como Sevilla que su modelo de ciudad poco difiere del de Paco de la Torre, llegando el alcalde de Sevilla a recitar loas al modelo malagueño, cuando no a aplicarlo salvajemente en su propia ciudad), y veremos si es la forma más efectiva de enfrentar al PP y su modelo para la ciudad. Desde luego, una cosa sí es importante, indiferentemente de cuántas papeletas haya, el respeto entre ellas debiera ser requisito indispensable si realmente es su voluntad ganar y revertir todo lo que tanto perjudica a la ciudad. Porque si la ciudadanía detecta cainismo, en vez de sana discrepancia política o estratégica, lo único que se conseguirá es desconectar al votante, y ahí ya no habrá remedio alguno. Sin contar que, de conseguir sumar una mayoría alternativa en el Ayuntamiento, ese respeto tendrá que transformarse en cooperación.

Esta, quizás, sea la última oportunidad para Málaga antes de llegar al fondo del precipicio. Es necesario aprovecharla.