Crónica del debut del grupo musical ‘Jau’ en la sala La Polivalente de Lagunillas, con Juanma Amador, Eduardo Retamero, Miguel Olmedo y Ángel Idígoras
OPINIÓN. Por Fernando Rivas
Editor de EL OBSERVADOR16/07/21. Opinión. ¿Cuántas cucharadas harían falta de la medicina que tomamos aquella tardenoche para curar a todo el mundo el estado de pandemia global? Por unos momentos desapareció lo malo, el bicho, el monster maligno, toda la miseria que lo envuelve y solo hubo kazoo. Hubo Jau. Y yo me alegré horrores de estar allí y no en otro sitio. Son cosas que te pasan muy pocas veces...
...en la vida, aunque en la vida uno haya pasado ya muchas pocas veces. Pero ocurre que uno es ya provectamente mayor y muy largo de miras.Desde la izquierda, Juanma Amador, Eduardo Retamero, Miguel Olmedo y Ángel Idígoras
Habrá pocos humanos o similares que estén leyendo esto que sepan lo que es un kazoo. Yo no lo sabía cuando lo vi escrito en ese comic minidazibao y superfancine de los que ya no se hacen que me dieron al entrar. No lo sabía, pero en cuanto lo escuché sonar lo supe. Era un pito de carnaval. El kazoo no es ni más ni menos que un pito de los que tocan las chirigotas, pero escrito en fino. Y es que el kazoo, incluido en muy pequeñas dosis, como ocurrió esa tardenoche, forma parte de la composición de la medicina antipandémica que los asistentes al acto compartimos en pagana comunión.
Y habrá también pocos humanos (de momento) o similares que sepan lo que es Jau. Jau son los creadores de la medicina antipandémica de cuya composición forma parte el kazoo y que esa tardenoche tomamos todos los presentes. Definirlo como un buen grupo musical es insultarlos y ennoblecerlos en la misma frase. Lo son y lo demuestran cuando tocan, pero son algo más. Mucho más. Son los creadores de algo que entrañablemente te libera, aunque sea durante un par de horas, de la puta pandemia, entendida en el sentido más amplio de la vida. Es algo difícil de explicar para los que no estuvieron allí. Supongo que alguna farmacéutica les copiará su fórmula para comercializarla luego con otro nombre por todo el mundo.
Y es que el pasado martes y 13 asistí al debut de la banda Jau. Una banda (perfecta definición de los cuatro patibularios que la forman) integrada por Eduardo Retamero, que canta y toca… los huevos a los presentes con sus canciones satíricas, además de un puñado de instrumentos: guitarra, buzuk, mandolina y… el kazoo. Miguel Olmedo, que también canta, es el guitarrista que no puede faltar en una banda de prestigio, de los de siempre, con el que estás seguro, y, además, toca… el kazoo. Juanma Amador, el silencio echo ruido por designación divina, gran percusionista de los dioses que lo toca todo (lo que le dejan, supongo)… y el kazoo. Y el aspirante a verdadero kazoo del grupo, Ángel Idígoras, un prodigio superdotado del triángulo como instrumento musical como demostró en una canción, que además canta y toca lo que haga falta: la guitarra, unos rotuladores para dibujar alguna caricatura de alguien del respetable, la pizarra con los precios para hacer algo de publi al local donde actúan, mas rotuladores… pero, y sobre todo, toca… el kazoo.
La pregunta que servidor se hacía todo el rato era: “¿Pero estos cuatros tíos qué tienen en común, aparte de todo lo que tienen en común, para hacer esto tan entrañablemente sereno y fluido?”. Y sólo al final. En la última canción. Cuando tocan ese bis surgido tan espontáneamente de la magia que ha macerado durante toda la función, ya digo, al final de todo, comprendí, me enteré, releyendo otra vez aquel comic que nos habían entregado a la entrada y que era la letra dibujada de esa última canción que interpretaban, de que lo único que podían dejar por escrito para explicar ese sello indisoluble del ejercicio fraternal que acababa de presenciar, era el kazoo. Todos tocaban el kazoo… o pito de carnaval. Es comprensible que alguien que en su curriculum destaca que toca el pito de carnaval sea alguien muy particular, y todos lo ponían.
El kazoo es el pito que tocan las chirigotas de Cádiz. Ese que se llevan a la boca y hace un prrrrrzzzzz que emociona. Ese pito, ese símbolo que representa la mezcla sagrada de transgresión, humor, irreverencia, alegría, nostalgia, amor, odio a los malos, cariño, malaleche, familia, inteligencia, ironía, amistad… y, sobre y por encima de todo, libertad, que es lo que de verdad une a este grupo que hace de todo y música. Ese pito que se meten en la boca (cada uno el suyo, claro) los de las chirigotas y algunos privilegiados que consiguen que olvidemos y aliviemos por dos horas esta joía pandemia que nos ha tocado vivir. Muchas gracias, Jau.
Ellos lo usan solo unos segundos en una sola canción, demostrando que la calidad siempre es más importante que la cantidad. Se sacan el pito (con perdón) se lo meten en su propia boca y soplan ese kazoo milagroso. Y un sonido extraño y eléctrico recorrió esa tardenoche la sala La Polivalente de Lagunillas. Es una lástima que entre ellos no haya un buen mago (es ya mucho pedir), porque lo único que eché en falta esa noche (ya) mágica fue un truco de magia… ¿o lo estuvimos presenciando todo el rato?