Profesor de Geografía de la Universidad de Málaga
06/10/09. Opinión. La desaparición de la revista Archipiélago da pie al colaborador de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com Alfredo Rubio a una reflexión sobre el inagotable universo de los libros. “Somos, supongo o tengo la impresión, un grupo a la búsqueda de lectores que...
OPINIÓN. Aviso para caminantes. Por Alfredo Rubio
Profesor
de Geografía de la Universidad de Málaga
06/10/09. Opinión. La
desaparición de la revista Archipiélago da
pie al colaborador de EL OBSERVADOR /
www.revistaelobservador.com
Alfredo Rubio a una reflexión
sobre el inagotable universo de los libros. “Somos, supongo o tengo la
impresión, un grupo a la búsqueda de lectores que no tienen prisa”, advierte
Rubio en este recorrido por sus lecturas y su biblioteca, que es lo mismo que
decir, en este recorrido por su sensibilidad, su espíritu y su inquieta alma
curiosa.
Qué nos deparará
el futuro: sobre revistas, libros, libreros, editoriales y editores
CUANDO algo deja de llegar surge un hueco. No hablo de una persona. Me refiero a la revista que ha originado este artículo: Archipiélago. Casi llegó a los veinte años pero en 2008, con su número 83-84 dejó de publicarse. Estado crítico. El hueco sigue ahí. Mi biblioteca ha quedado literalmente interrumpida. Un hueco es también un lugar del vértigo. Archipiélago había venido siendo desde su aparición probablemente la revista crítica más importante en castellano. Al desaparecer sus números podían comprarse a precio de saldo. Desapareció casi en el silencio, sin apenas resonancia alguna en los medios de comunicación (E. Vila Matas: el País, 05.04.09) y, tal vez, tampoco entre muchos de los intelectuales críticos que habían escrito en sus páginas. La esperaba cada dos meses. Archipiélago: aquello unido por lo que (nos) separa. En sus páginas la diversidad y la promiscuidad de las ideas y de las posiciones. Reivindicación del pensamiento. En el último número un lacónico y desanimado editorial se despedía. Las razones objetivas: los descensos de lectores, ventas, suscriptores y publicidad. Se impone el mercado. Fue fundada por el poeta soriano J. A. González Sainz, al que acompañaban I. Lizcano, R. Ibañez y E. Andrés. En esta primera época el contenido político superaba a los culturales. Le siguió una segunda, con nuevas incorporaciones, más matizada y, finalmente, una última, en la que fue dirigida por A. Fernández-Savater y J. Rodríguez, con salida de J. A. González Sainz. Entonces la revista pareció dar un giro que ha sido descrito como de aportación de instrumental teórico a los nuevos movimientos y redes sociales en sus oposiciones al último capitalismo y ante los problemas de precarización generalizada de la vida y de privatización acelerada de los bienes comunes. Parecía estar en la búsqueda de un lenguaje para una redefinición del mundo.
SIEMPRE he creído que la calidad y el rigor tienen que ser la seña de identidad de una revista, ambos como atmósfera de la diversidad. Por eso, y he leído y leo revistas de orientaciones muy diversas con la única condición de que no pretendan ser el órgano de expresión de una orientación ideológica concreta manifestada de forma cerrada. Por ejemplo, la Revista de Occidente, que leo desde casi que tengo uso de razón.
LO que más me interesa son las diferencias en las elecciones temáticas y los ángulos de abordaje. Archipiélago fue vehículo para poner a la vista temas fundamentales, a veces urgentes, con números monográficos memorables: sobre la enfermedad, el tiempo (pensar el tiempo), la crisis de las ciudades, el plan hidrológico, el procomún, el turismo. Ciertos autores fueron tratados con monográficos que forman parte de los mejores depósitos culturales españoles, con números dedicados a M. Heidegger, Nietzsche, G. Deleuze, J. Bergamín, D. Weil, R. Sánchez Ferlosio, M. Blanchot, María Zambrano y J. Derridá.
PERO, y acaso haya sido su contribución más decisiva, por sus páginas han pasado escritores, filósofos, economistas, geógrafos, arquitectos que, en ocasiones, han sido recepcionados precisamente por sus apariciones en la revista: P. Virilio, P, Virno, G. Agamben, R, Exposito, T. Negri, D. Harvey, S. López Petit, J. M. Naredo, F. Alvarez-Uría, J. Martínez Allier, I. Llorens y un largo etcétera.
EN cada número era posible el hallazgo (las conexiones con la obra de autores desconocidos), la resonancia nueva y la apertura. Por eso su desaparición es ahora una ausencia. Irreparable. Como si en nuestro paisaje faltara nuestra femenina y malagueña Farola, que nos ayuda a orientarnos en la navegación urbana. Esa falta no tiene compensación. ¿Quién escribirá ahora sobre la falta que les hace a las pirámides que las visitemos? ¿Quién dirá que la vida se conquista contra la vida? ¿Quién nos hablará de nuestro olvidado poder instituyente?
2. Desaparición
AL faltar comencé a pensar sobre la forma de rellenar el hueco dejado. De ahí que me diera a la reflexión sobre libros, librerías, libreros, editoriales dando lugar a este artículo. Una de las sorpresas de estas colaboraciones que acompañan a EL OBSERVADOR es que, frente a la inmediatez y el tiempo acelerado de los medios de comunicación, vienen permitiendo la extensión, el artículo largo, desautorizado como imposible, como aseguran los más interesados en mantener la aceleración acelerada. Somos, supongo o tengo la impresión, un grupo a la búsqueda de lectores que no tienen prisa.
EN Berlín está ese extraño hueco que recuerda la noche del 10 de mayo de 1933 en que los nazis quemaron unos 20.000 libros en la entonces Opernplatz (hoy Bebelplatz). Lo más sorprendente de este episodio es que fue dirigido por el bibliotecario W. Hermann y en él participaron activamente profesores y alumnos de la cercana Universidad Humbolt. En el lugar donde se produjo la quema el escultor M. Ullman ha excavado literalmente un hueco donde se aloja la estructura de una estructura (biblioteca) blanca y sin libros, como si estuviera a la espera o quisiera hacernos pensar en un mundo sin libros como un vacío.
SIRVA aquel episodio como recordatorio del peligro que han representado siempre los libros. Ha sido peligroso escribirlos, componerlos, editarlos, distribuirlos, venderlos y leerlos. No recuerdo ningún totalitarismo que no los haya prohibido, quemado y, por supuesto, maltratado o asesinado a autores, editores, libreros y lectores. Sin embargo, ninguno de estos totalitarismos ha dejado de escribir su propio libro, donde reposa la verdad, la explicación última; donde desaparecen las preguntas. También suele contener todas las respuestas. Son esos libros que, una vez leídos, dejan definitivamente tranquilos a sus lectores. Alguno argumentará, y es cierto, que hay libros no problemáticos, saludados por todos. Claro es, pero son escasos si relevantes e irrelevantes la mayoría, de modo que podríamos pasar perfectamente sin ellos.
EL libro moderno es subsidiario de un acoplamiento de tecnologías. Ese libro que nos lleva alimentando desde hace generaciones parece estar en crisis. En una encrucijada de dudas ante las nuevas aplicaciones tecnológicas. Hace muchos años que el libro se separó de la imprenta clásica y, además, ahora forma parte de las llamadas industrias culturales. Ante el libro electrónico (e-book) todo son dudas. Pero hay algo más: ¿Qué sucederá con los libros que no interesan, con las revistas de pensamiento? ¿Qué ocurrirá con todo aquello que no tenga mercado o que sea filtrado por los mecanismos habituales? Archipiélago desapareció sin pedir subvenciones, al menos que yo sepa. Por el contrario, J. L. Cebrián, como se sabe alto cargo de Prisa, le faltó el tiempo hace pocos meses, antes del episodio de la TDT de pago, para solicitar subvenciones destinadas a la prensa ante el descenso de los ingresos por publicidad. Dicho de otro modo, que los ciudadanos debemos pagar los errores derivados de la expansión megalomaniaca del grupo que pasa por ser el más progresista entre los grupos mediáticos españoles. Nuevamente, los defensores a ultranza del mercado abandonaron sus concepciones y valores para reclamar subvenciones públicas. ¿Hundió el mercado a Archipiélago? ¿Qué relación existe entre industrias culturales, mercado e interés general? ¿Son de interés general este tipo de revistas?
3. No existe la rosa única
MIS respuestas posibles acerca del futuro del libro carecen de objetividad. Muchas generaciones nos hemos formado -y mucho más- con ellos. Desde el principio han sido un lugar problemático. Antes y después de la Universidad. El libro es un problema, aunque sólo ocasionalmente se dice: la lectura exige esfuerzos muy notables pues, en general, la accesibilidad a sus contenidos no es fácil. Han podido ser, y lo han sido, lugares de descubrimientos continuos, de giros bruscos, de reinterpretaciones de la propia vida, de cambios radicales. En ellos hemos descubierto poéticas, estratos, pliegues de la realidad y de la vida. Nos han arrojado a aventuras viajeras, llenas de exotismo y peligros; a otras más modernas y rebeldes cuando encerraban un viaje existencial, o nos han conducido al conocimiento de pueblos ignotos con los escritos de los antropólogos. Han desmitificado asuntos: no existe la rosa única. Nos han proporcionado ensoñaciones, fantasías, utopías, ucronías o conocimiento científico y técnico. Nos han enseñado ciudades (subjetivas) de modo que, finalmente, comprendes que una ciudad no llega a ser hasta que no ha dispuesto de un novelista que la convierte en un escenario o de un poeta capaz de fijar su atmósfera.
ALGUNOS nos han acompañado toda la vida: ‘La Isla del Tesoro’, ‘El Viaje al Centro de la Tierra’, ‘Los Viajes de Gulliver’, ‘El Quijote’, ‘El Principito’ y tantos otros. Son compañeros inseparables que más que dormir en las estanterías están bien despiertos esperando que por alguna razón volvamos a ellos. Anhelantes. Son como guías, celebraciones y fiestas. Sabemos que no nos pueden fallar: en apariencia mudos, con un movimiento nuestro vuelven a activarse. Ninguno es viejo, sólo envejecemos nosotros a su lado.
PARADÓJICAMENTE cada lectura es una nueva lectura, que demuestra nuestro cambio y con ello nuestras nuevas preguntas. Con ellos establecemos diálogos íntimos y secretos. El libro siempre inacabado, infinito sujeto de interpretaciones también inacabables.
SE acumulan, forman un mundo de volúmenes, colores, texturas, alturas, recuerdos y hasta nos dan seguridad. Generalmente los acompañamos de fotografías, pequeños objetos conseguidos en nuestros viajes o que nos han regalado formando una amalgama misteriosa. Se enganchan entre ellos. Han sido siempre nuestra memoria exenta.
POR alguna razón con algo de misterio muchos lectores ascienden otro escalón en sus relaciones con los libros. Estos son siempre algo más que sus contenidos. Hablamos entonces del libro como objeto y sus cualidades. Viejos libros entelados, encuadernados en piel o en pasta española. Libros nuevos con texturas prodigiosas y maquetas apabullantes. Hojas, numeraciones, tipografías, gráficos, fotografías. Portadas y contraportadas perfectas, con pequeños detalles. ¿Cuántas veces nos hemos comprado un libro por la sugerencia de un título, por la belleza de su portada o por su tipografía o su maqueta esperando una correspondencia con el contenido? Sucede con los libros de arquitectura y de arquitectos, estupendos maquetistas, como si la maquetación fuera otro modo de construir un edificio. Hay libros voluminosos, para los que nunca encuentras una ubicación adecuada y pequeños libros primorosos, como los del editor mallorquín J. J. de Olañeta, que, además, ha publicado la mejor colección sobre los “pieles rojas” que existe en lengua castellana. Los de la editorial Periferia o las pequeñas joyas de la colección de ensayo de la editorial Siruela. Incluso microlibros, como una edición del ‘Principito’ que me regaló hace unos meses una amiga cubana.
COMO objeto tienen su propia lógica que nos subyuga o seduce. Es cierto que la mayoría de las operaciones que hacemos con ellos son también posibles con los libros electrónicos e incluso muchas operaciones que antes eran difíciles y tediosas quedan ahora facilitadas y ganan en calidad con las ediciones digitales y los e-books: subrayar, escoger una cita larga y significativa. Sin embargo, su seducción sigue y la mayoría de los escritores cuando se refieren a los dilemas que plantean los electrónicos eligen el libro y lo hacen alabando sus texturas, el placer físico del pasar las hojas y notar su textura en la yema de los dedos, pero estas razones no son claras ni precisas aunque también sean las mías. Son los atributos de la materialidad de los libros los que parece que han quedado firmemente arraigados en nosotros. Para algunos esa prevalencia de los atributos sobre los contenidos es irracional. Con todo, entre el libro objeto material y el libro digital existe una gran distancia (infranqueable, como si el electrónico fuera cosa distinta). Probablemente sea una cuestión de costumbre, probablemente sea mucho más.
4. Traficantes de sueños
QUE el libro forme parte de las industrias culturales, lo que no deja de ser una forma suave de referirse a su carácter de mercancía, no es tampoco nada nuevo. Los libros han sido siempre objeto de mercadeo y, por tanto, un artículo de lujo al alcance de sólo unos pocos. Inaccesible por razones económicas y por causas puramente técnicas. La mayoría no sabía leer. Los que escribían y leían formaban una comunidad que detentaba poderes especiales y hasta mágicos.
SIN embargo, como tantos otros, el mundo del libro ha acentuado esta condición mercantil y aparentemente ha sacado del mapa a muchas pequeñas editoriales que han desaparecido o han sido adquiridas por alguno de los grandes grupos multimedia, escindiendo el mundo editorial en dos grandes grupos: aquellas editoriales que se dedican casi en exclusividad a la publicación de libros destinados a grandes masas de consumidores-lectores, donde el libro es una mercancía más, tratada como tal y sujeta al ciclo de producto, bien apoyada con técnicas de márketing específicas y con una adecuada presencia en los suplementos culturales de los distintos grupos que las poseen. Algunos de ellos han perdido su carácter inicial: eran prescriptores donde antes cabían todas las opciones, ahora sólo los libros que editan las editoriales de su grupo y sus autores (también devenidos productos), hasta llegar a la situación actual, donde ya apenas podemos encontrar algo que merezca la pena. Curiosamente el cultural dominical del conservador ABC parece más capaz que ninguno de cumplir ciertas exigencias de calidad y objetividad.
EN el otro grupo, medianas y pequeñas editoriales. Dos ejemplos magníficos: Anagrama (www.anagrama-ed.es), que nos ha permitido conocer en castellano multitud de autores decisivos o que, con su premio de ensayo, ha canalizado ese género fundamental en castellano. A su lado, la editorial Pre-Textos de Valencia (www.pre-textos.com). Nacida en 1976 ha publicado más de ochocientos libros y dispone de catorce colecciones (de narrativa, poesía, ensayo, arquitectura, entre otras). Siempre he pensado que nuestra ciudad no estará realmente en un primer plano hasta que cuente con una editorial como Pre-Textos. Con independencia de sus excepcionales colecciones de poesía, las de ensayos son de las mejores en lengua castellana. Traducciones de alta calidad, maquetación equilibrada y casi minimalista, buen papel, tipografía bien seleccionada e impresores cuidadosos. Roza la excelencia.
ENTRE el listado de obras y autores editados por Pre-Textos quisiera destacar su edición de “Sociedad del Espectáculo” (G. Debord), uno de los libros decisivos del siglo XX, con la mejor traducción castellana hasta el momento. También algunos del filósofo alemán P. Sloterdijk, entre otros su ‘El desprecio de las masas’ (2002) y la mayoría de los más importantes ensayos de G. Agamben hasta llegar al hermético y enigmático ‘El Reino y la Gloria. Por una genealogía teológica de la economía y del gobierno’ (2008). Sin estos ensayos del filósofo italiano es difícil comprender la evolución última del pensamiento europeo. También se ha editado, aunque no siempre sean sus obras principales, autores como J. Amery, J. Baudrillard, M. Foucault, M. Blanchot, F. Chatelet, G. Derridá, I. Levinas, y M. Onfray. Creo que la publicación de algunos títulos de Deleuze y Guattarí constituyen uno de los vértices de esta editorial: desde las ‘Tres Ecologías’ de Guattari, a ‘Mil Mesetas’, escrito entre ambos.
PRE-TEXTOS es una de esas editoriales a las que se debe estar agradecido por razones varias: su trabajo preciso y precioso para encajarnos en el pensamiento contemporáneo; su impulso a la filosofía en castellano, que vive un período histórico de auge y calidad, editando a filósofos españoles de primera fila, como J. L. Pardo (Las formas de la exterioridad), A. Arteta, M. Barrios o Ch. Maillard y, por supuesto, su carácter de fábrica capaz de ponernos a la vista instrumentos para el análisis mas allá del mortecino y aburrido flujo de consignas con las que se pretende conformados en los dos sentidos (darnos forma y producir la aceptación de lo que hay como horizonte único). Siempre estoy a las espera de sus novedades.
NO pretendo dar aquí cuenta del inmenso mundo de las editoriales medianas y pequeñas imprescindibles para nuestra vida política, cultural, académica y científica, entre otras cuestiones porque mis ámbitos de lectura se circunscriben a algunas temáticas y es seguro que olvidaría algunas que siguen trabajando con ahínco y acierto en un mercado difícil. Más bien, a pesar de los ejemplos que he puesto como precedentes, pretendo hablar de algo parecido a una nueva generación de editores con características específicas. Quiero reflejar aquellas que tienen un claro compromiso con la transformación de la realidad, dando cuenta de su importancia en la difusión de textos significativos en los debates, y en especial de los europeos, y, finalmente, su versatilidad respecto de las potencialidades de las tecnologías de la información y comunicación (su relación con la Red).
EN un escaparate de una macrolibrería de la zona universitaria de Munich, este verano se agolpaban libros de Jean L. Nancy, B. Latour, G. Agamben, J. Rancière, A. Badiou y Tiqqun, todos muy recientes. Mi alegría fue que la mayoría estaban traducidos al castellano por estas pequeñas editoriales.
UN ejemplo significativo es Traficantes de Sueños (www.traficantes.net). Que una editorial tenga ese nombre nos convierte automáticamente en su cómplice, al menos a mí me sucedió, de ese tráfico de ideas, libros y actividades. Lo que me interesó de los libros de esos traficantes, pulcramente editados y nada más, es que puedes acceder a ellos en las librerías o por Internet, desde donde puedes descargar su catálogo en PDF. Este es un hecho importante: mis alumnos que no tienen mucho dinero ni muchos deseos de leer, pueden acceder a textos como los del Observatorio Metropolitano de Madrid; de E. Soja, el geógrafo californiano, que trata de desentrañar la naturaleza última de lo metropolitano, con un libro memorable (‘Postmetropolis. Estudio crítico sobre las ciudades y las regiones’); sobre feminismo, precariedad, capitalismo cognitivo o sobre la propia realidad española (‘Barómetro Social de España. Análisis del período 1994-2006’).
ESTA editorial, nacida con la intención de ser un punto de encuentro de los colectivos de los barrios madrileños en los años noventa, se ha consolidado como un referente en su deseo de dar cuenta de las cartografías constituyentes de otras formas de vida, apoyando la construcción teórica y práctica de la caja de herramientas oportunas. En gran medida, Traficantes da cuenta de lo otro, de sus prácticas y sus discursos. A estas alturas los lectores habrán advertido que la editorial se sitúa conscientemente en una óptica alternativa. No es que considere que mis alumnos deban ser adoctrinados en los considerandos de ciertas posiciones. Nada más lejos de mis intenciones e intereses. Sin embargo, esta editorial proporciona acceso a temas y tratamientos que no son habituales, que ni siquiera figuran por lo general en las bibliografías universitarias. ¿De qué modo se puede construir un acceso complejo a nociones de uso común? Pienso en el caso de la tan manoseada sociedad del conocimiento y la información: ¿cómo conceptualizarla sin tener en cuenta la posibilidad de otras nociones, en este caso la de capitalismo cognitivo?
5. Acuarela
ES un proyecto, y un proceso, de convergencia entre un proyecto musical (la discográfica Acuarela) y los papeles de un fanzine -casi revista- nacido en la Universidad Complutense de Madrid con el sugestivo título de ‘Apuntes del Subsuelo.’ Sus libros no son accesibles en la red, al menos desde su web, pero no es difícil conseguir la maqueta de sus ediciones con un poco de paciencia. Acuarela (www.acuarelalibros.com) persigue que siga aflorando pensamiento político, inventándose pensamiento político en esta época de indigencia. Se guía por unos ojos privilegiados para seguir la evolución del pensamiento francés. Se engancha a sus propios productos y sus consecuencias. En las introducciones a los textos, cortas, precisas, se detallan las palabras con que se viene construyendo un pensamiento político otro que, tal vez, sea decisivo en el siglo XXI. Resonancias múltiples e implicación subjetiva con lo que publican.
EN su fondo títulos de G. Debord (Panegírico), C. Castoriadis, N. Balestrini, D. Blanchard, M. Perniola (sobre los situacionistas) y algunos aún más memorables: ¿Qué pasa en Kansas? (T. Frank), imprescindible para comprender el neo-conservadurismo norteamericano o, el fundamental, ‘Mayo del 68 y sus vidas posteriores’, de K. Ross.
El último que he leído ha sido ‘Llamamiento y otros fogonazos’. De autor (o autores) anónimo pero en la senda de múltiples nombres (Comité Invisible, Tiqqun y Marie Claire). Un texto de 2003 que deja al lector profundamente consternado, procedente de un proyecto de metafísica crítica, expreso en ‘Teoría del Bloom’, publicado por Melusina.
CON ‘Teoría del Bloom’ adquieren sentido todos los análisis erróneos, fragmentarios, inacabados o inconcretos. Los muchos huecos que han quedado, las fisuras abiertas y los esfuerzos por construir una alternativa de dignidad, que bien pudiera ser ni siquiera alternativa. Por tanto, antes que nada, ‘Teoría del Bloom’ me ha servido para no dar por inútiles todos esos esfuerzos -tantas lecturas, discusiones, debates, acciones- por donde hemos transcurrido en las últimas décadas, cuando nos quedamos huérfanos de una teoría crítica, es decir, literalmente sin suelo donde apoyarnos. Su contexto es justamente el proceso seguido por el pensamiento crítico desde que dejó de estar definitivamente tutelado por el marxismo, resueltamente superado, y el resultado uno de los mejores trabajos de enhebrar agujas e hilos para confeccionar un encaje, donde resuenan voces múltiples, textos diversos. Una especie de depuración de otros anteriores y actuales (Heidegger, Benjamín, Junger, Debord, Schmitt, Stirner, Agamben, Foucault y otros muchos). ‘Llamamiento y otros fogonazos’ da un paso más: directamente contra el liberalismo existencial. Se habla desde una herida: la herida no es luminosa pero proporciona luz para abandonar nuestros trayectos en este desierto (cuerpos que somos sin mundo). Se nos donan palabras.
4. Melusina
SIN relación alguna con las dos anteriores, Melusina (www.melusina.com), una editorial con sede en Barcelona. Nacida en 2002 con el objetivo de ocupar los intersticios que dejan las grandes editoriales, literalmente recupera el papel de las hadas que se metían entre los huecos, con su luz blanca, para dar cuenta de interpretaciones de las nuevas realidades. Su catálogo merece la pena aunque sólo fuera por los libros de Dean MacCannell (El turista y Lugares de encuentro vacíos), con los que podemos comprender mejor el significado y los impactos del turismo, y los del geógrafo norteamericano Yi-Fu-Tuan (Topofilia, Cosmos y hogar y ¿Quién soy yo?). Ambos han escrito rarezas: el primero un libro de referencia sobre el turista, el turismo y sus efectos, poco transitado por los expertos españoles, y, el segundo, un geógrafo creador de conceptos y capaz de aclarar proporcionando sentido a nuestras relaciones con los lugares: inventó el concepto de topofilia y, como es lógico, su contrario. ¿Por qué amamos o rechazamos los lugares?
ADEMÁS de su colección general, otras series cumplen con los objetivos que se marcaron sus editores: Circular (saberes actuales), con ‘La caza del ciervo y la evolución de la estructura social’ (B. Skyrms) como libro de referencia; Melusina sic (sobre la condición contemporánea) donde además de la ‘Introducción a la guerra civil’ de Tiqqun, destaca una novela singular: ‘La Cebolla’ (A. Moreno). En la UHF cabe lo iconoclasta, como sucede con ‘Teoría King Kong’ (V. Despentes), poco asimilable y feminista y, finalmente, en su Serie Animal, ‘Cucaracha’ de M. Copeland, sobre las relaciones entre humanos y animales, un tema que merece más atención.
6. Lugares de los libros: libreros
CON los libros se dialoga en secreto, requieren una intimidad y una cierta comodidad. Curiosamente en las webs de Acuarela y Pre-Textos aparece un sillón, ocupado o vacío. Una serenidad, un cuerpo en reposo. Este reposo necesario se contrapone con la velocidad actual de la red de la distribución del libro hasta llegar a los lugares donde podemos comprarlos. Aunque debo reconocer que nunca he sentido que compraba algo. Siempre he sentido otra cosa, indescriptible, como si los libros negaran su condición de mercancía. Los libros han requerido hasta la fecha un sistema o red de distribución normal hasta congregarse en cada punto de venta. Son las librerías, lugares únicos, también sujetas a las transformaciones del mercado y de la distribución minorista. En Málaga hubo una época en que se hablaba de una librería y mil tabernas. Es cierto que había pocas calles donde no hubiera una taberna y que las librerías eran escasas. La Ibérica (calle Nueva), Denis (Santa Lucía) o Negrete (Granada, en la zona peatonal). No estoy seguro de que las dos primeras fueran exactamente librerías. Les faltaba el librero, que viene a ser como el alma infraestructural de una librería. Mi librero en el recuerdo es José Negrete, que reinaba en aquel agujero de librería a la que llegábamos en busca de libros prohibidos, casi todos, que editados en los cultos países latinoamericanos (Argentina, México y Colombia, fundamentalmente) o desde el París del exilio (Ruedo Ibérico).
EN la librería Denis me surtía de las colecciones de las editoriales argentinas Nueva Visión, Losada y Eudeba, de Grijalbo (Méjico), que el amable Jorge Denis me daba casi sin desembalar de sus cajas estrechas y largas supongo que arruinando un poco a mi padre que pagaba aquella literatura subversiva sin saberlo. Ahora tal vez lo que echemos de menos sean aquellas tabernas que se han revalorizado con el paso del tiempo hasta parecer casi mágicas cuando más bien eran inmundas, sucias y lóbregas. Pero la ciudad tiene librerías, no sé si suficientes, pero las tiene y en algunos casos son Premios Nacionales, como creo que sucede con Prometeo/Proteo y Rayuela, donde ha reinado siempre un librero (Paco y Juan Manuel). Más tarde, una nueva librería comenzó a iluminar la Alameda principal: Luces y, otra pequeña, Ancora, lleva décadas con su nombre marinero en la Plaza de Uncibay con un escaparate que siempre muestra una selección de libros perfecta.
UNA de ellas es mi librería y allí habitan mis libreros. Pocas veces acudo a la busca de un libro concreto. Espero durante días, anoto los títulos de algunos para no olvidarme. Lo que me gusta es llenar una tarde con la visita a mi librería. Recorrer sus pisos: en uno, los libros de urbanismo, medio ambiente, ciencia y geografía que necesito para mi trabajo; en otra planta, los de filosofía y sociología, que son como suministradores de ideas, conceptos y palabras para trabajar; más abajo, los de temas locales. Es literalmente como una deriva situacionista, un ejercicio de psicogeografía entre libros, revistas, estanterías, islas... Compras algo parecido a promesas para seguir haciéndote. Un ejercicio que sólo se asemeja a las promesas de las pastelerías, de donde deduzco que los libros también tienen sabor, aunque no siempre sean dulces. Después, cargado con una o dos bolsas me voy a ‘ojearlos’ a Doña Mariquita, si hace buen tiempo, o a Puerta Oscura. Allí voy mirándolos uno a uno: cotejo los índices, leo rápidamente algún prólogo, los sopeso. Me voy haciendo una idea. Entonces, todos juntos, parecen una sinfonía y los libros se acercan a la música, con sus distintos ritmos, y comprendes que son pensamiento, pura inmaterialidad, que necesitaba un soporte. El futuro de libros, librerías y libreros es el mismo: por el momento impredecible.
QUEDAN otras librerías locales, otros libreros y libreras, editoriales malagueñas magníficas (Miguel Gómez ediciones), sobre las que escribiremos otro día. Seguiremos insistiendo sobre este tema inagotable de los futuros de libros, editores, librerías, libreros y lectores.
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