Profesor de Geografía de la Universidad de Málaga

OPINIÓN. Aviso para caminantes. Por Alfredo Rubio
Profesor
de Geografía de la
Universidad de Málaga

Silencio
EL artículo que tenía pergeñado desde fines de agosto del pasado año se perdió entre libros, papeles e informes en un desorden inmenso que amenazaba mi trabajo. El espacio de mi pequeño estudio se había agotado y sin espacio no es fácil mantener el orden de las cosas. Trataba sobre la Costa del Sol pero desde una óptica algo peculiar. No hago más referencias puesto que espero encontrarlo en algún momento, como efectivamente sucedió. Sin embargo, como no hay mal que por bien no venga, me planteé escribir algo breve. Debía ser enero.
PASABAN los días y no concretaba nada para EL OBSERVADOR. He permanecido días, semanas y meses atenazado por el espectáculo. A medida que iba pasando el tiempo sólo encontraba una respuesta: el silencio. Nada que decir, ocupado por el asombro y la pena (créanlo).
EL elogio del silencio no se podría hacer con las palabras. Por coherencia habría que hacerlo en silencio (Tabucchi, A., 2.010: 34). El silencio es una opción cuando no se tiene la obligación de escribir una columna diaria o un artículo semanal o mensual. El mío de estos meses no lo busqué. Creo que ha sido algo existencial. Algunos lectores se han interesado por las razones de mi ausencia. Otros, en plena calle Larios, se dirigían a mi alborozados, con aquello de “ya era hora de que dejaras de escribir en EL OBSERVADOR”. Pero ha sido este un silencio provocado por la meditación. Llevo muchos años escribiendo en EL OBSERVADOR y no existe razón alguna para dejar de hacerlo.
LLEVABA tiempo sintiendo que “la solución” de una crisis que no es nuestra vendrá de lo que nos vienen a decir: consuman más (eso de la demanda agregada), trabajen más (ampliación de la vida laboral y permanente estado de excitación para estar al día en la llamada sociedad del conocimiento) y cobren menos (reducciones salariales). Cuando lo pensé me pareció tautológico pero así se quiere resolver, como he podido comprobar mas tarde. No es que desee plantear aquí una analítica de la crisis. Tampoco exactamente una alternativa. Llama la atención: más trabajo, más consumo y menos dinero (renta). No hace falta que nadie me diga al oído que no soy economista. Que no tengo en ese campo ni oficio ni beneficio. Estoy de acuerdo. Nada sé, aunque haya estudiado bastante.
NO quiero decir que debamos evitar que nos siga pensando la economía ¿Cómo se me podría ocurrir un pensamiento sin la economía? Nada más lejos de mis intenciones. Cuando leo un suplemento económico y necesito todo el domingo para suponer que he entendido lo suficiente comprendo que nada sé. Pero, y pido disculpas a mis lectores, me llama la atención, más bien me sorprende, que aquellos que desde que comenzó el ciclo alcista, más o menos hacia 1996, no tuvieron entonces problema alguno en explicarnos sus bondades y nunca pusieron en duda el “modelo”, sean ahora exactamente los que siguen siendo llamados como “expertos” a opinar sobre la crisis y sus soluciones; los mismos que elaboran informes, estudios e insisten en programarnos el futuro.
TAMBIÉN son los mismos que acuden a las tertulias. Lo hacen sin pedir la mas mínima

A veces, se tiene la impresión de que odian ese lenguaje que habla de la igualdad, de los derechos que deberíamos tener por el simple hecho de ser humanos; de la asistencia; del cuido; de los afectos... No mencionan nunca los problemas cotidianos de la mayoría. Siempre les parecerá excesivo el gasto originado por los sistemas de protección social. Parece probable que nunca hayan paseado por un barrio popular. Pueden pensar que la solución del problema de las pensiones procederá de la ampliación en dos años del tiempo de nuestra vida laboral. En su momento, ni siquiera los sindicatos fueron capaces de responder con precisión. Hubo que esperar que una murga de Cádiz explicara lo que siente quien se ve amenazado por esa ampliación. En sus letras se referían a la amargura que sienten los trabajadores el lunes. Más bien, para muchos, es un tema vital. ¡Trabaja, trabaja, maldito hasta el día antes de la muerte!
EN general, cada vez es más difícil diferenciar en ellos alguna ideología que no sea su respeto reverencial y absoluto por el mercado, como si éste fuera una institución trascendental, sagrada y más allá de lo humano. Les convendría una lectura atenta y desapasionada de un libro de G. Agamben: “El reino y la gloria. Por una genealogía teológica de la economía y el gobierno” (2007). Probablemente no tengan tiempo para leerlo, ni les interese ni nada de nada. Su trabajo es seguir machacándonos con su objetividad que es la del mercado.
SON los guardianes del capitalismo. Como las llamadas agencias de calificación. Ninguna de ellas, ni sus directivos, ni sus expertos han sido sujetos de responsabilidad alguna. Continúan teniendo en sus manos la suerte de millones de personas, de empresas y de las economías de países completos. Cuando ya tenía esto escrito sucedió nuestra recalificación a la baja, creo recordar que por la Standard and Poor's. De estas agencias evaluadoras de los riesgos de los inversores sabemos que forman un oligopolio: Standard and Poor's, Moody's y Fich copan el 95% del mercado. También que son los principales bancos quienes las seleccionan y pagan, lo que explica su falta de transparencia y su impenetrabilidad. Desconocemos en profundidad los criterios mediante los cuales evalúan y califican. En definitiva, valoran el riesgo de impago y el deterioro potencial de la solvencia de un deudor. Trabajan siempre a cuenta de un cliente.
NO me cabe duda de que los inversores necesitan marcos de referencia que aseguren sus expectativas. Supongo que estas agencias nacieron con ese exclusivo objetivo pero han acabado por tener un peso excesivo y ningún tipo de control democrático. Su poder sin fundamento democrático alguno se impone a los Estados.
ESCAPAR de la economía como aquello que fija los límites de lo pensable es probablemente un objetivo inalcanzable puesto que la prevalencia de la calculabilidad económica, que no pregunta apenas por el valor sino por el precio, se da siempre más como ausencia que como materialidad presente y que se expresa sin paliativos. Hasta la fecha esta ausencia ha sido el suelo y el abandono de ese suelo es literalmente un abrir para estar en el abismo. Pero aún allí sigue ejerciendo su hegemonía negativa como verdadera ausencia radical, como vacío. Es claro: desalojado definitivamente su fantasma en el pensamiento queda un malestar, que es una falta de calculabilidad que lo hace ininteligible para la atmósfera dominante. Incluso si llegará a ser expresada tendría que vérselas con el residuo fantasmagórico, opresivo y agresivo, del “se dice”.
CIERTAMENTE que no puedo pensar mas allá del suelo que existe, acaso nada mas que con el arte, pero la cancelación aparente de la racionalidad económica pone al descubierto huecos, que no pueden ser vigilados por el fantasma de cualquier ausencia. Lo fantasmal no lo ocupa todo. Quedan fisuras y líneas de fuga donde acaso sorprendentemente no necesitamos para proseguir la presencia y ausencia de un vigilante, como en el panóptico.
UNA parte o cuota de mi silencio de los últimos meses de debía a mi imposibilidad para aceptar las formas del debate político. El grado de crispación ha alcanzado cuotas inimaginables y estilos inaceptables en un marco democrático. La ultraderecha y derecha mediáticas, puesto que ya no se les puede calificar de otro modo, han lanzado ataques muy duros, como la puesta en duda de la capacidad intelectual misma del presidente del Gobierno; siembran la sospecha sistemática sobre la Justicia y sus instituciones y algunos de sus miembros se transforman de acusados (o imputados) en acusadores. La mínima decencia intelectual queda aparcada para defender la posición de cada uno. Me da igual en qué posición ideológica se sitúen. En estos debates la izquierda pierde sus palabras. Resultado: estas las tertulias aburren hasta la saciedad pero cumplen con su finalidad de crear sentido.
DURANTE estos meses de observación callada y dolorida por el espectáculo, ha ido progresando en mí la idea de que Rodríguez Zapatero no es exactamente un inepto, calificativo que se le dirige por parte de la mayoría de los integrantes de ciertas tertulias. Esos “tertulianos” que, también en general, ponen el gesto de saberlo todo, de estar en el ajo de las cosas, con ese aire antiguo de saber más propio de algunos avecindados en “Madriz” y hablan del presidente del Gobierno poniendo el gesto característico del estar hablando de un tonto, han acabado por ponerme a pensar en él. No he sido nunca pro Zapatero pero sí ha tenido mi respeto, como es lógico. Me decepcionó en la campaña europea, donde no fue capaz de decir nada sobre Europa (desde España), y se mantuvo en su idea de la ausencia de crisis. Los contenidos de sus propuestas se han venido diluyendo. No creo que con él seamos más ciudadanos. Su gabinete es débil. Todo en el suena a “lo correctito”, “lo transversalito”... Practica el fraccionamiento de la ciudadanía en razón de las distintas identidades que la componen. No hacía falta que llegara la crisis para enfrentarse con el modelo económico español. Pero esperó. Sin embargo, hay en el fondo de sus propuestas y de su discurso algo en lo que merece la pena creer: una idea regeneracionista, plasmada en algunas leyes y en una cierta intención de acabar de construir el Estado del Bienestar, siempre aplazado en España por una u otra razón.
ALGO así como un hacer sociedad que merece la pena ser considerado. De ahí llegaba (yo) a la conclusión de que el tiempo de Rodríguez Zapatero no coincide con el que vivimos: parece un político de ciclo alcista; de país rico y no un político para una crisis. Con todo, no es despreciable esa idea regeneracionista. Sin embargo, decepciona gravemente cuando pierde la oportunidad de profundizar un cambio del modelo económico con la Ley de Economía Sostenible. También cuando no dimite al no poder aplicar su programa, tener que doblegarse y no dar explicación alguna.

AL ciudadano común, y yo lo soy, no le cabe en la cabeza el actual espectáculo de la Justicia y sus instituciones. No es que la Justicia esté politizada, como no podía ser de otro modo, sino que está “partidizada” como lógico producto de las cuotas de reparto del poder judicial. ¡Ojalá estuviera politizada!
DE los distintos asuntos Garzón me interesa especialmente el tema de la memoria histórica. Como escribió W. Benjamin, la historia está siempre escrita por los vencedores. Los mismos que ganaron la Guerra Civil triunfaron en la Transición. En los dos casos, han escrito la historia a su modo. Soy consciente de que el asunto de la memoria histórica es peligroso. No he visto en general ánimo revanchista alguno sino necesidad de restitución de la verdad. Sin embargo, algunos -acaso muchos- parecen desear que los perdedores pidan incluso perdón por esa condición. El revisionismo, como también sucede en Italia (véase el libro que se cita de A. Tabucchi) intenta convencernos de que aquél fue un golpe de estado legal, necesario y plagado de buenas intenciones. En Italia se equipara a los “chicos” de la República de Saló con los miembros de la resistencia.
PERO sigamos, la política como arte de lo posible sólo se encarga del presente; lo suyo es mejorar el presente. Del horizonte de la política desaparece lo que no está presente, sea pasado, al margen o futuro. En su momento, este enfoque dio lugar a un cruce de agria correspondencia entre Benjamin y Horkheimer respecto del lugar de los muertos. W. Benjamin confirmaba que se trata de dar cuenta de los muertos con algo más que cubrirlos con el manto piadoso de la interpretación moral. Sería esa una respuesta débil, por más que sea la habitual. Le interesan las víctimas por sí mismas. Busca que se reconozca la vigencia de las injusticias pasadas, independientemente del tiempo transcurrido. Dicho de otro modo, el dolor del pasado (y de lo pasado por las gentes, en el sentido andaluz) no prescribe. Busca exactamente la redención como reconocimiento (político) de la vigencia de los derechos -también de las esperanzas- insatisfechas de las víctimas.
REDENCIÓN sería la responsabilidad de las generaciones posteriores sobre las anteriores. En Benjamín verdad y redención coinciden, como se observa con claridad en su tesis 3 (Tesis de Filosofía de la Historia): “El cronista que hace la relación de los acontecimientos sin distinguir entre los grandes y los pequeños responde con ello a la verdad de que nada de lo que tuvo lugar alguna vez debe darse por perdido para la historia. Aunque, por supuesto, sólo a la humanidad redimida le concierne enteramente su pasado. Lo que quiere decir: sólo a la humanidad redimida se le ha vuelto citable su pasado en cada uno de sus momentos” (Benjamín, W., s/f : 3).
PERO ¿qué es exactamente la redención?: creo que la redención consiste en hacer presente todo el pasado citable (hacer presente lo ausente, visible lo invisible, dar la palabra). De ahí: “nada de lo que tuvo lugar alguna vez debe darse por perdido para la historia”. La política como redención vendría a significar elevar a categorías políticas términos como apocatastasis (poner una cosa en su puesto primitivo, restaurar), tikkum (restitución o reintegración), duelo o compasión.
EL urbanismo en Málaga es el cuento de nunca acabar. Obliga al silencio por decencia y por aburrimiento. Se amontonan los temas y sus recurrencias: el asunto Cine Astoria y la Plaza de la Merced, la esquina de los muelles 1 y 2 y la verja del Puerto, carretera de Cádiz, las torres de aquí y allá... Volvió el asunto del Málaga Valley con declaraciones y escritos que merecerán consideración en los próximos “avisos”. Pero, con todo, vamos mal: un avispado asesor de comunicación confunde a todos, menos EL OBSERVADOR, con su “magnífica” cuantificación del valor en la Red de Málaga Valley. Simplemente asombroso. Ningún medio escribe nada crítico sobre una operación que merece un seguimiento adecuado y que sitúa a Málaga en ninguna parte. ¿Qué buscan exactamente?
PERO no todo ha sido negativo durante los pasados meses. En el ámbito local se han sucedido temas de interés: el Ateneo organizó un ciclo sobre la capitalidad cultural (Málaga 2016) donde, por primera vez, al menos fueron llamadas todo tipo de instituciones. El ciclo coincidió en el tiempo con la elección de Juan López Cohard como presidente de la Fundación Málaga Ciudad Cultural, lo que introduce un plus decisivo, dadas sus capacidades y su honradez aquilatada. Parece que todos han advertido que es necesaria la participación pero debemos esperar que de ello no se deduzca su reducción a peñas, cofradías y hosteleros como únicos interlocutores de una supuesta Málaga vertebrada y potente en lo cultural.
EN el mismo Ateneo se presentó el “Estudio de Base para la Propuesta de Ampliación del Parque Natural de los Montes de Málaga”, promovido por la Junta Rectora del Parque Natural de

POR último, comenzó su andadura la Real Academia de Nobles Artes de Antequera con un bello acto inaugural donde Javier Solana habló con sentimiento de José Antonio Muñoz Rojas. En este mismo acto se presentó un libro de G. Anés y A. Goméz Mendoza sobre “La Sociedad de Estudios y Publicaciones (1947-1980)”. La Sociedad fue una isla como “hecho extraordinario de convivencia” entre gentes de muy distinto talante. Allí trabajó durante 40 años el poeta antequerano. Si seguimos la estela de sus enseñanzas la Academia parece una esperanza no solo para Antequera sino para Andalucía. Un lugar donde cabe esperar que se produzca el diálogo silencioso, sereno y solvente que se necesita en tiempos de oscuridad.
JUSTAMENTE por haberme referido a la memoria, no quisiera acabar sin referirme a la lucha antifranquista y a la transición. No quiero dedicar estas líneas a una larga necrológica, aunque habría motivos (los fallecimientos de los admirados Muñoz Rojas y Vidal Beneyto), pero se nos murió Godofredo Camacho. La historia de la transición y de los últimos años del franquismo en Málaga está por escribir, más aún si se acude a la memoria. La democracia no ha sido exactamente bondadosa con muchos de quienes ayudaron a traerla, menos aún si militaron en pequeñas formaciones como el Movimiento Comunista (MC). De “Godo” no quiero escribir más de la cuenta. Creo que fue un ser humano admirable.
DURANTE estos meses de silencio he llegado a la conclusión de que nos falta pasión por la democracia. No sólo por la ausencia de una tensión encaminada a profundizarla sino, incluso, por nuestra débil defensa de la democracia formal y sus instituciones. No es objeto de nuestros esfuerzos colectivos e individuales. Los ejemplos pueden ser muchos y, desde esa óptica, parece muy urgente la democratización efectiva de los partidos políticos. Cumplimientos de los estatutos, primarias, apoyos reales a las listas abiertas y transparencia. A algunos no nos cabe en la cabeza que estructuras no democráticas puedan sentir pasión alguna por la democracia.
BIBLIOGRAFÍA citada:
- Agamben, G., 2008 (2007): El reino y la gloria. Por una genealogía teológica de la economía y el gobierno, editorial Pretextos, Valencia.
- Anes, G. y Gómez Mendoza, A., 2010: Cultura sin libertad. La Sociedad de Estudios y Publicaciones (1947-1980), editorial Pretextos, Ayuntamiento de Antequera y Centenario Antequera 2010, Valencia
- Benjamín, W. (s/f): Tesis de Filosofía de la Historia. (edición y traducción de Bolivar Echeverría). [en línea: www.bolivare.unam.mx/traducciones/concepto_historia.html]
Maté, R, M., 2.008: La herencia del olvido. Ensayos en torno a la razón compasiva, editorial Errata naturae, Madrid.
Innerarity, D., 2.009: El futuro y sus enemigos. Una defensa de la esperanza política, Paidós, Barcelona.
Metz, J.B., 1.999: Por una cultura de la memoria, editorial Anthropos, Barcelona.
Tabucchi, A., 2.010 (2.006): La oca al paso. Noticias sobre la oscuridad que estamos atravesando, editorial Anagrama, Barcelona.
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